2o día del Festival. Hell or High Water, The girl with all the gifts, Shin Godzilla, Train to Busan
Hoy se ha celebrado la Zombie Walk en Sitges. Desde la mañana largas colas de gente esperaban a ser maquillados en la playa de Sant Sebastià. Afortunadamente el tiempo, que amenazaba lluvia, ha respetado la fiesta. La actriz Barbara Crampton, Premio Máquina del Tiempo en esta 49ª edición, ha dado el pistoletazo de salida a la marcha de los no-muertos por las calles de Sitges. El Festival ha programado una noche zombie, proyectando Train to Busan y una maratón formada por Attack of the Lederhosenzombies, Seoul Station, It Stains the Sands Red y Miruthan.
Hoy se ha presentado The Void (sección Oficial), de Steven Kostanski y Jeremy Gillespie, una película de terror muy deudora del cine de John Carpenter, del universo de Lovecraft y de Clive Barker. Los directores han afirmado su intención de hacer la película a la vieja usanza, limitando al mínimo los efectos digitales.
También se ha presentado The Love Witch, una cinta rodada al estilo del cine de la década de 1960 en Tecnicolor. La cinta explora las fantasías femeninas y según su directora, Anna Biller, es un “un cuento de hadas creado en un entorno psicológico”.
El director Colin Trevorrow, que presentó en la edición de 2012 del Festival su película Safety not Guaranteed, cuyo éxito le condujo a dirigir una superproducción como Jurassic World, ha estado en Sitges dando una clase magistral. Trevorrow ha afirmado que lo importante al realizar una película es procurar que sea universal, que sea entendida por el público de todo el mundo.
Yo empiezo el día en el Auditori viendo la película norteamericana Hell or High Water, de David Mackenzie (Starred Up), que en España se titulará Comanchería, haciendo referencia a la región de Texas en la que transcurre la acción. La película es un thriller sobrio, seco y nada efectista que deja un regusto de western. La acción transcurre en una zona de Texas golpeada por la crisis económica; la industria del petróleo va de baja y la ganadería deja cada vez menos margen. La gente es pobre y mucha ha emigrado, dejando a muchos pueblos medio vacíos. Allí, dos hermanos organizan una cadena de atracos muy seguidos, eligiendo siempre sucursales pequeñas del mismo banco. Parecen tener un objetivo muy concreto y un plan muy bien trazado por el hermano menor (Chris Pine), divorciado y con hijos, que siempre se ha mantenido dentro de la ley y que estuvo junto a su madre hasta que murió. El mayor (Ben Foster), un ex-convicto de vida muy descontrolada, le ayuda a llevarlo a la práctica. Un veterano ranger a semanas de su jubilación (Jeff Bridges) y su compañero (Gil Birmingham), se encargarán de su persecución e intentarán frustrar sus planes.
Hell or High Water me pareció una película soberbia. Su guion, firmado por Taylor Sheridan (Sicario) tiene unos diálogos fantásticos, ingeniosos, ácidos y con toques de humor, que son la base de la película y permiten lucirse al reparto. La cinta huye del efectismo para construir sin prisas una trama sencilla pero sólida y retrata a una parte de Estados Unidos pobre y sin expectativas de futuro. Los actores aprovechan todo esto para brillar; Chris Pine realiza una de sus mejores interpretaciones hasta el momento, dándole un gran carisma y dignidad a su personaje, un tipo que se sabe perdedor y que sólo quiere ahorrar el estigma de la pobreza a sus hijos. Ben Foster derrocha agresividad y desesperación a partes iguales; su personaje se sabe al final de su recorrido. Jeff Bridges da vida a la perfección a un hombre al que aterra la jubilación, un tipo seco y con un humor sardónico que vive por su trabajo. Gil Birmingham, que interpreta a su sufrido compañero, mucho más tranquilo y razonable, borda su papel. Además consiguen crear una química fantástica entre sus personajes; algunas de sus escenas juntos son de lo mejor de la película.
Sin hacer ninguna pausa vuelvo a entrar al Auditori para ver la cinta británica The girl with all the gifts, de Colm McCarthy. La película se basa en una novela de Mike Carey, que también se encargó de escribir el guion. La película se ambienta en un futuro cercano; la humanidad está prácticamente extinguida por culpa de una enfermedad provocada por un hongo que transforma a sus víctimas en seres hambrientos de carne humana que transmiten la infección rápidamente. En una base militar situada en la Inglaterra rural un grupo de niños especiales son estudiados para tratar de encontrar una cura; nacidos de personas infectadas, sus cuerpos contienen el hongo pero retienen su mente y personalidad. Eso sí, si huelen carne humana pueden perder el control y atacar. Mientras no son estudiados, se los lleva, atados e inmovilizados, a realizar clases escolares.
Entre los niños está Melanie (Sennia Nanua), de diez años, curiosa, inteligente y encantada con su profesora, la señorita Justineau (Gemma Atherton) y no tan encantada con el severo y precavido sargento Parks (Paddy Considine), el guardia a cargo de su vigilancia. Menos aún con la doctora Caldwell (Glenn Close), la fría científica jefe que estudia a los críos. Melanie resulta tener algo en su organismo que puede ser la clave para realizar vacunas, pero antes que puedan extraérselo (matándola en el proceso), la base es invadida por infectados y Melanie, la doctora Caldwell, la srta. Justineau, el sargento Parks y tres soldados logran huir. Mientras huyen por un Londres devastado y lleno de hambrientos, Melanie descubre su verdadera naturaleza y que el futuro de la humanidad puede estar en sus manos.
En conjunto The girl with all the gifts me ha parecido una película interesante, con cosas buenas y otras no tanto. Entre las buenas está su planteamiento, más cerca de la ciencia-ficción que del terror por lo que se esfuerza en explicar cómo funciona la infección y cuál puede ser el futuro tras el apocalipsis. También me gustó la idea de los niños-zombie, que propicia una protagonista muy buena; una niña sorprendida y maravillada por el mundo que a la vez tiene algo no humano. El reparto es muy bueno; Gemma Atherton y Glenn Close son dos grandes actrices, que a pesar de no tener unos personajes muy originales, logran que funcionen. Pero quien destaca por encima de todos es la jovencísima Sennia Nanua, natural, espontánea y carismática. Entre las cosas menos buenas están los personajes algo demasiado prototípicos y también un poco de estancamiento en la narración en la parte central de la película. Tampoco tiene demasiado calado, la historia que cuenta es todo lo que hay. El buen cine de zombies suele contener una buena dosis de crítica social, usando a los no-muertos como metáfora, pero en este caso se opta por explicar una historia sin trasfondo.
Más tarde vuelvo de nuevo al Auditori a ver Shin Godzilla, la nueva versión japonesa del monstruo, producida por el estudio Toho. El estudio produjo la última película de la serie en 2004, Godzilla: Final Wars, conmemorando el cincuenta aniversario de la franquicia, sin demasiado éxito. Este nuevo Godzilla se ha encargado al director y guionista Hideaki Anno (Neon Genesis: Evangelion, una elección arriesgada, ya que se trata de alguien con mucha personalidad, pero muy acertada.
La cinta empieza con una misteriosa bruma que camufla una presencia bajo la bahía de Tokyo y un accidente en la Aqualine, el túnel que va bajo el agua cruzándola. Las diversas autoridades municipales, regionales y estatales se movilizan, se reúnen en interminables reuniones llenas de asistentes, secretarios, mandos intermedios, asesores y dirigentes, terriblemente serios y asustados de no meter la pata y de no tener mucha idea de lo que hacer. Mientras discuten aparece un gigantesco monstruo anfibio que empieza a entrar en la ciudad, sembrando un rastro de destrucción. El monstruo parece estar en constante mutación adaptativa; primero se adapta a vivir en tierra, y cuando finalmente el gobierno se decide por el ataque militar, empieza a desarrollar armas y defensas que hace fracasar la ofensiva. La única esperanza es un equipo multidisciplinar formado por personas al margen de la jerarquía que logra trazar un plan para frenar (matar parece imposible) a Godzilla. Pero la comunidad internacional, particularmente Estados Unidos, está decidida a meter baza e intentar bombardear al monstruo con un bomba atómica que destruiría Tokyo.
Sin duda debe de ser una de las películas de Godzilla con más diálogos y seguro que es la que tiene más corbatas. Sin duda influenciado por la catástrofe de las centrales de Fukushima de 2011 y enfadado por gestión que realizó el gobierno japonés de la crisis resultante, Anno ha escrito una parodia de la ineficacia gubernamental y de la burocracia de su país. El Godzilla que presenta también parece cabreado, y desde luego parece invencible, como una especie de azote divino. Pero aparte de la crítica, la película también ensalza una forma de enfrentar la catástrofe muy japonesa: desde el colectivo, con una respuesta social ordenada y organizada, sin personalismos.
Shin Godzilla me ha gustado más de lo que esperaba; por un lado ofrece lo que todas las películas de Godzilla japonesas: un buen monstruo, algo cutre, pero lejos del CGI usado en Hollywood y una visión algo camp y sin grandes pretensiones. Por otro la película tiene mucha más enjundia de lo habitual y una realización muy correcta. Ojalá la franquicia continúe y siga por este camino.
Acabo el día de películas otra vez en el Auditori para ver la película surcoreana Train to Busan, de Yeon Sang-ho. El director estrenó ayer su trabajo de animación Seoul Station ayer mismo en el Festival. Train to Busan, su primera película en imagen real, aunque sucede en el mismo entorno que la anterior es muy distinta; una historia de zombies de ritmo trepidante y realización impecable. La cinta arranca con el gestor de fondos Seok-wu (Gong Yoo) llevando a su hija Su-an (Kim Su-an) en el tren rápido que conecta Seúl con Busan para que visite a su ex-mujer. Seok-wu es un adicto al trabajo, egocéntrico y snob, que casi no ve a su hija a pesar de retener su custodia; su madre, que vive con ellos, es quien en realidad la está criando. La última persona que sube al tren es una chica con aspecto extraño que obviamente se encuentra fatal; pero la gente la ignora, está más alarmada por el homeless que se esconde en el baño. En las noticias se habla de revueltas en la ciudad, en la estación parece haber algún problema cuando el tren está saliendo, pero nadie está aún alarmado. Todo cambia cuando la chica enferma se transforma en zombie y empieza a morder a la gente. A partir de este punto, estalla el caos y el ritmo de la narración crece hasta el paroxismo. Los zombies empiezan a asolar el tren, vagón a vagón. La única esperanza de los no infectados son las limitaciones de los zombies: no son lo bastante listos como para abrir las puertas que separan los vagones y no tienen memoria, cuando dejan de ver a alguien se olvidan de él. Por eso si logran cerrar una puerta entre compartimentos y cubrir los cristales, no intentan entrar. Al parecer la única ciudad de la línea que recorre el tren donde la infección aún está bajo control es Busan; sólo si el tren logra llegar hasta el final alguien podrá sobrevivir.
Train to Busan es una película de zombies casi redonda. Su ritmo es trepidante, la dirección magnífica. Todos los espacios del tren (pasillos, lavabos, vagones, locomotora, portamaletas, asientos) y todas las características de los zombies son usadas aprovechados para construir unas escenas fantásticamente tensas. Aparte de la acción a raudales, y a diferencia de The girl with all the gifts, la película además constituye una alegoría de la rabia de los menos favorecidos hacia la creciente desigualdad entre los más ricos y los más pobres a través de detalles que salpican la trama sin interrumpir su desarrollo. Una gran película para terminar un día muy satisfactorio.
(c) 2016 Jordi Flotats