LA VERDAD

Hirokazu Koreeda ha salido de su zona de confort para rodar en francés y en Francia un drama alrededor de una estrella del cine en plena ancianidad interpretada por una gran Catherine Deneuve y su hija. Aunque pueda parecer lo contrario, la película tiene todas las señas de identidad del director.

Es relativamente frecuente que directores que llegan a tener fama internacional acaben realizando alguna película fuera de su país nativo, saliendo de su zona de confort y exponiéndose a rodar en una lengua que, en el mejor de los casos, no dominan igual que la suya. Generalmente el país donde suelen acabar es Estados Unidos; la industria de Hollywood está acostumbrada a atraer el talento para sí, pero casi siempre suele diluir la personalidad de los cineastas para que sus trabajos se adapten a los gustos del público estadounidense. Directores como Park Chan-wook o Bong Joon-ho hicieron buenas películas en Estados Unidos, como Stoker o Snowpiercer, pero están lejos de sus últimos trabajos en Corea del Sur, La doncella y Parásitos. Incluso si el destino no es la industria de Hollywood, la transición parece difícil; por ejemplo Asghar Farhadi rodó en España Todos lo saben, una muy buena película, pero lejos de sus mejores trabajos. Dicho esto, a veces se produce la magia y la personalidad del director se mantiene intacta con el cambio de industria. Es el caso de Hirokazu Koreeda, que ha ha rodado su última película, La verdad, en Francia, sin saber francés, pero con su estilo fluido y natural de rodaje de siempre, sus habituales obsesiones temáticas y la inteligencia de sus guiones. La película no llega a la maestría de Un asunto de familia, pero en mi opinión está en un lugar meritorio dentro de una filmografía que no tiene ninguna película floja.

La protagonista de la historia es Fabienne Dangeville (Catherine Deneuve), una actriz que ha entrado en los setenta siendo una leyenda del cine francés, ganadora de premios Cesar y protagonista de películas míticas. Se mantiene en activo, rehusando tenazmente la idea de que pueda estar perdiendo facultades. Acaba de publicar un libro de memorias y está trabajando en una producción de ciencia-ficción de autor con una joven y talentosa actriz que se está labrando un nombre (Manon Clavel). Justo esos días la viene a visitar su hija Lumir (Juliette Binoche), que trabaja como guionista y vive en Nueva York con su marido Hank (Ethan Hawke), un mediocre actor de televisión, y su hija Charlotte (Clémentine Grenier), una adorable niña de unos 8 años. Cuando Lumir lee las memorias de su madre se irrita; algunas de las cosas que cuenta no son para nada como ella las recuerda. No recuerda que jamás la fuera a recoger a la escuela y desde luego no recuerda que fuera a la representación escolar de El Mago de Oz donde ella interpretaba al León Cobarde. Para colmo, se ve obligada por las circunstancias a ejercer como su asistente durante unos días y acompañarla al rodaje. Allí su madre interpreta a la hija de la protagonista, que no envejece por vivir fuera de la Tierra y sólo ve a su hija ocasionalmente a lo largo de los años. Sus diálogos resuenan emocionalmente con mucho de lo que ella misma siente y hacen que aflore aún más la complicada relación que mantienen madre e hija.

Catherine Deneuve borda su papel de actriz archifamosa, una antigua musa del cine francés que rehúsa la jubilación. En este sentido el paralelismo con ella misma es evidente. Su Fabienne es una mujer dedicada a su profesión y a sí misma, una narcisista impenitente que no duda en afirmar que su obligación como actriz es no contar la verdad si ésta no es lo suficientemente interesante o que los actores que dedican tiempo a causas sociales son gente que "se han rendido", han renunciado a su arte. Esto, sumado al hecho que siempre parece estar interpretando un papel, no ha hecho de ella una madre demasiado buena, aunque su ingenio mordaz y su encanto manipulador la conviertan en una persona interesante. Su hija Lumir, interpretada con igual virtuosismo por Juliette Binoche, creció marcada por la frialdad y la falta de atención de su madre. La difunta actriz Sarah Mondavan, presente en las memorias de Fabienne, era una figura casi materna para Lumir y una amiga y rival de su madre, quien temía ser eclipsada por su gran talento y con la que competía por papeles, entra de lleno en las discusiones entre ambas.

A pesar de este aparente cambio temático respecto a otras películas de Koreeda, La verdad tiene como fondo un retrato familiar, la gran obsesión temática del realizador. Una familia presentada de forma realista como una complicada amalgama de relaciones personales construida a lo largo del tiempo, matizada por el envejecimiento de sus integrantes y la poca fiabilidad de la memoria. También, como en el cine de Koreeda, se evitan las grandes revelaciones y los climax explosivos, muy dramáticos pero poco realistas. En otra película, la relación madre/hija culminaría en un escena catárquica; en esta Koreera amaga esta posibilidad para luego eludirla con inteligencia.

La verdad me parece un título muy bien elegido, ya que el tema principal que el director japonés aborda en la película es precisamente la naturaleza de lo que consideramos "verdad". La historia demuestra que nuestros recuerdos, incluso los que nos han marcado más (quizás particularmente esos) no son completamente fiables, aunque la historia que nos cuenten sea cierta. El hecho que madre e hija sean actriz y escritora profundiza más esta estructura en la que las verdades son muy frecuentementemente historias, factualmente falsas, pero ciertas en el fondo.

(c) 2019 Jordi Flotats