VICTORIA

Espectacular thriller grabado en un solo plano secuencia

El hecho de narrar una película, una historia, en un solo e inacabable movimiento de cámara (el llamado plano-secuencia), sin interrupción de ningún tipo, es un esquema recurrente en el cine, el sueño de muchos cineastas. Alfred Hitchcock lo intentó en 1948 con la magistral La soga, pero las limitaciones técnicas de la época -la cantidad de celuloide que cabía en las cámaras- le obligaron a usar un subterfugio visual para rodarla en dos tomas. Más recientemente películas como Rope o Russian Ark han sido rodadas en una toma. Sin ir más lejos, la ganadora del Oscar de 2014, Birdman, está compuesta por un plano secuencia creado digitalmente, más como medio para transmitir inmediatez que como fin de en sí de rodar la película de ese modo. Ahora el actor y director alemán Sebastian Schipper vuelve al plano secuencia sin trampa ni cartón con Victoria, un thriller ambientado en el barrio berlinés de Kreuzberg que constituye una auténtica proeza narrativa: unos 140 minutos de cine grabado sin interrupciones. Presentada en el Festival de cine de Berlín, la película consiguió un Oso de Plata.

Victoria (Laia Costa) es una joven española que ha emigrado a Berlín para trabajar en un café tras unos decepcionantes estudios de piano que le ocuparon la mayor parte de su adolescencia. La película empieza con ella bailando sola en un club tecno del centro de la ciudad. Cuando sale del club, ya de madrugada, se encuentra con un grupo de jóvenes alemanes de pinta poco recomendable: Sonne (Frederick Lau) y sus amigos Boxer (Franz Rogowski), Blinker (Burak Yigit) y Fuss (Max Mauff). Tras flirtear un poco en vacilante inglés con Sonne (ella no habla alemán), accede a acompañarlos a la azotea de un edificio próximo, donde charlan, bromean y fuman un poco de hierba. Como pronto tiene que empezar a trabajar en el café, Victoria se va, y Sonne insiste en acompañarla. Allí flirtean, hablan y conectan. Pero son interrupidos por los amigos de Sonne, que insisten en que tienen que ir a un encuentro. Para colmo necesitaban a Fuss para que conducirlos hasta el sitio y Fuss está prácticamente desmayado de tan borracho. Reluctante, Sonne pide a Victoria que sea ella la que conduce, y ella acepta. Con un coche que tiene pinta de robado acaban en un aparcamiento donde un tipo con pinta de ganster profesional (Andre Hennicke) les insta a realizar un robo. A partir de ahí, la noche, ya madrugada, termina de descontrolarse.

La película se planteó a partir de un guion de doce páginas, buscando que los actores improvisaran buena parte de sus diálogos. La primera parte de la película es la más dramática, con un inicio algo inconsistente y un momento brillante en el café entre Victoria y Sonne, cuando se presenta más a la chica, cansada de su vida anterior, solitaria en su nueva vida en Berlín y desesperada por encontrar una conexión auténtica con alguien. Este momento deberá servir como base a todo lo Victoria hará en la segunda parte de la película. En esta segunda parte, el ritmo narrativo se incrementa hasta hacerse frenético, transformando la película en un thriller que mantiene pegado a la butaca y que funciona muy bien con la salvedad de que las reacciones de la protagonista estiran al máximo la credulidad del espectador, aunque hayan sido justificadas en la primera parte del film.

Los actores están muy bien, especialmente los dos protagonistas. Laia Costa, retratada sin piedad para quitarle glamour y mostrarla como una chica normal, está estupenda, mostrando la vulnerabilidad justa y hacia el final la desesperación que mueve a su personaje hacia adelante. También me gustó Frederick Lau, un joven delicuente de poca monta que se mete en algo que le supera, que lía a Victoria para que les ayude, pero que también a la vez se preocupa por ella. También debe destacarse que ambos actores están en pantalla durante casi todo el metraje y que debieron desarrollar sus papeles sin parar, todo un reto.

Formalmente la película es un auténtico ejercicio gimnástico cinematográfico. Se usa luz natural para rodar y se rueda cámara en mano; no me extraña que el nombre de Sturla Brandth Grøvlen, la directora de fotografía y operaria de cámara sea el primero que aparece en los créditos, porque realiza un trabajo portentoso. La película usa sabiamente la música ambiental para matizar y enfatizar las escenas. En total hay 22 localizaciones de grabación distintas, con 150 extras, seis directores asistentes y tres equipos de sonido, pero en ningún momento pierde la sensación de naturalidad, los actores parecen ir donde quieren. Al parecer se realizaron tres tomas completas distintas y se eligió la que pareció mejor.

Aunque en Victoria la forma prime sobre el contenido, la película me ha gustado mucho. Sus virtudes -la inmediatez, la frescura de la improvisación- son también sus defectos -algunos diálogos improductivos, algún punto de la historia demasiado estirado-, pero el conjunto funciona y me parece refrescante ver de vez en cuando experimentos en la forma narrativa, especialmente tan exitosos como este.

(c) 2015 Jordi Flotats