Crónica del primer día del Festival de Sitges. Películas vistas: Resurrection y Brian and Charles
Arranca la 55 edición del Festival de Sitges, la primera que se celebra sin ningún tipo de restricción desde el inicio de la pandemia de COVID-19. La verdad es que se nota en el ambiente que la gente tenemos ganas de un Festival "normal"; la preventa de entradas está a niveles de récord y se espera una afluencia masiva de público con ganas de ver cine. Además este año el Festival volverá a contar con muchos invitados de lujo, algo que se resintió en las dos pasadas ediciones, especialmente la de 2020.
En la gala de inauguración de hoy se han podido ver algunas de las estrellas invitadas en esta edición; Robert Englund, que presentará mañana Hollywood Dreams and Nightmares: The Robert Englund Story, un documental que homenajea a toda su carrera; Lee Jung-jae, famoso mundialmente por protagonizar la popular El juego del calamar, que presentará mañana Hunt, su ópera prima como director y Jung Woo-sung, que dirige y protagoniza la trepidante A Man of Reason y coprotagoniza Hunt. Antes de la sesión de inauguración se ha podido ver el corto Paralelos, de SAM. La película inaugural este año ha sido Venus, de Jaume Balagueró, un habitual de Sitges y referente del cine de terror español. La película es la segunda del sello especializado en cine de terror The Fear Collection, creado por Sony Pictures International Productions y Pokeepsie Films (productora de Álex de la Iglesia y Carolina Bang), en asociación con Prime Video. La película, protagonizada por Ester Expósito y escrita por Fernando Navarro y el propio Balagueró, traslada Los sueños en la casa de la bruja, de H.P. Lovecraft, a un complejo de apartamentos maldito en Madrid. Buena parte del equipo de la película ha estado en Sitges para presentarla. Álex de la Iglesia ha avanzado dos de sus próximos proyectos; la tercera temporada de 30 monedas, que ya está en marcha, y Anatema, la tercera producción del sello The Fear Collection, que estará dirigida por Jimina Sabadú.
Yo empiezo mi Festival particular en el Auditori viendo Resurrection, un intenso thriller psicológico escrito y dirigido por Andrew Semans. La protagonista de la película es Margaret (Rebecca Hall), una mujer muy intensa con un trabajo importante en la industria biomédica. Vive con su hija de diecisiete años Abbie (Grace Kaufman) y no hay duda que es una madre muy sobreprotectora; se preocupa en exceso, y controla a su hija hasta el punto que la chica está deseando ir a la universidad para respirar un poco. Tiene una relación nada estable con un compañero de trabajo (Michael Esper) y parece que su vida está bajo un férreo control. Hasta que en una conferencia a la que asiste ve a un hombre, David (Tim Roth) al que no ve hace veinte años. Su historia con él fue traumática; ahora, a pesar de haber huido, le parece verlo dondequiera que va. Decide confrontarlo; al principio él finge no reconocerla, pero pronto se ve que parece tener otros planes para ella. Ella se obsesiona y acaba por seguirlo a él, cayendo en una espiral destructiva a medida que su pasado parece volver a su vida.
Hay que decir en primer lugar que la película funciona en buena parte gracias a sus actores; Rebecca Hall realiza una interpretación espectacular. Esta intensa, expresiva y completamente comprometida con su papel. Su monólogo en el que explica su historia con el personaje interpretado por Tim Roth es lo mejor de la película. Tim Roth por su lado toma la inteligente decisión de crear a un abusador monstruoso con maneras suaves, amables y sin excesos interpretativos.
La mejor parte de Resurrection es la que explora los mecanismos de control que paulatinamente logran romper a alguien para someterlo a la voluntad de su abusador. Pero por desgracia es una parte que creo que debería haber tenido más peso. La mayor parte de la película se dedica a retratar el progresivo deterioro de su protagonista, pasando de narradora fiable de la realidad a que empecemos a cuestionarnos lo que vemos. A pesar de eso la película funciona gracias al reparto y a la buena realización técnica. No es redonda, pero es un buen arranque de Festival.
Termino el día en el Casino Prado viendo la película británica Brian and Charles, ópera prima de Jim Archer basada en el corto homónimo que rodó con los humoristas David Earl y Chris Hayward. Brian (David Earl) es un hombre que vive en una granja remota de Gales, cuidando de su ovejas. Tras un tiempo deprimido decidió emplear su tiempo en trastear e inventar cosas sin preocuparse de lo absurdas que sean. Un día casi por accidente acaba creando a una especie de robot al que llama Charles (Chris Hayward), con una cabeza de maniquí y cuerpo de lavadora. Al principio Brian está encantado con la compañía; especialmente cuando Charles aprende inglés en una noche. Pero pronto Charles irá madurando y adquiriendo curiosidad por el mundo exterior, lo que provocará choques con Brian. Pero también hará que Brian se acerque más a Hazel (Louise Brealey), una mujer que vive con su anciana madre en el pueblo y que provoque la codicia del abusón local, Eddie (Jamie Michie).
La película está rodada en forma de documental falso; como si un equipo de cámara siguiera a Brian durante un tiempo, una decisión curiosa, pero que permite que el personaje tenga soliloquios a cámara. Algo que parece confirmarse cuando la película parecer olvidar este estilo cuando la acción se acelera. Al principio la película parece reírse un poco de Brian, un excéntrico un poco patético, pero poco a poco lo va dignificando y dándole humanidad. Su relación con Charles resulta entrañable; especialmente cuando el robot pasa por una especie de fase adolescente.
Brian and Charles es una comedia que me provocó frecuentes sonrisas por la simpatía de su planteamiento y por el gran trabajo de interpretativo de David Earl y Louise Brealey. La película nos cuenta una historia muy sencilla pero muy entrañable con unos protagonistas que resultan simpáticos desde el inicio y no gasta más tiempo del necesario en hacerlo. Pasé un rato estupendo viéndola.
(c) 2022 Jordi Flotats