EL PODER DEL PERRO

Jane Campion vuelve al cine por la puerta grande, de la mano de Netflix, con una historia ambientada en el Oeste americano en la década de 1920 que pone de manifiesto lo tóxica que puede ser la masculinidad exacerbada.

Jane Campion es una directora neozelandesa que se ha caracterizado siempre por su personal modo de entender el cine, aunque eso la haya hecho remar a contracorriente en ocasiones. Su filmografía es corta; ocho películas en treinta años, pero es difícil encontrarle fisuras. Curiosamente su película más popular, El Piano, también es su obra más poética y artística. Su último trabajo, El poder del perro, producida por Netflix y preestrenada en salas de cine, es una de las apuestas de la plataforma de streaming para competir en próxima temporada de premios. La película, ambientada en el Oeste americano en la década de 1920, está realizada con clasicismo, relatando una dramática historia familiar que demuestra la toxicidad de la homofobia con gran contención narrativa.

La película se ambienta en la Montana de 1925, una tierra llena de espacios abiertos coronados por montañas, tan inhóspitos como bellos. Allí los hermanos Burbank, Phil (Benedict Cumberbatch) y George (Jesse Plemons) regentan un gran rancho de ganado y caballos. El rancho funciona muy bien; viven en una gran mansión con muebles de caoba y con obras de arte en las paredes compartiendo espacio con los trofeos de caza. Los dos hermanos no pueden ser más distintos; Phil se pasa el día en el exterior realizando las tareas más físicas del rancho. Le gusta realizar el trabajo junto a los vaqueros que contratan y al final del día irse con ellos a beber. Éstos lo tratan con admiración y respeto por sus conocimientos y su actitud. George es su polo opuesto; se encarga de tareas más administrativas, le gusta vestir bien, bañarse regularmente y tratar a sus empleados como tales. Phil es un tipo inteligente, articulado, tiene un carácter fuerte y dominante que no duda en desatar sobre su hermano, al que básicamente ha controlado toda su vida.

La película empieza con los hermanos conduciendo ganado hasta una localidad cercana. Pasan la noche allí y a la hora de cenar van a un local regentado por Rose (Kirsten Dunst). Es una viuda con un hijo adolescente, Peter (Kodi Smit-McPhee), un chaval de aspecto delicado que aspira a estudiar medicina. Es sensible, tiene un ligero tartamudeo y le gusta hacer intrincadas flores de papel. Phil lo identifica inmediatamente como víctima cuando les sirve la cena y se burla cruel y públicamente de él, algo que no le gusta nada a George. Esto hace que más tarde se vaya a disculpar con Rose y tras unas cuantas visitas le acabe proponiendo matrimonio. Ella acepta y se traslada a vivir a la mansión del rancho, enviando a Peter a la escuela de medicina. Phil reacciona con furia a este cambio en el status quo y se dedica a hacerle la vida imposible a su cuñada por todos los medios posibles, algo que George se ve incapaz de evitar. Rose, situada en un entorno nada familiar para ella, se va marchitando ante este acoso y acaba cayendo en el alcoholismo. Durante las vacaciones universitarias Peter va a pasar el verano en el rancho. Allí, tras un cierto acoso inicial, Phil decide, algo sorpresivamente, tomarlo bajo su ala y enseñarle a montar y a ser como Bronco Henry, un vaquero al que Phil idolatra y que de adoleslecente le enseñó todo lo que sabe. Rose, incapaz de saber si esta maniobra es una forma más de dañarla, cae aún más en la depresión.

El poder del perro es una película formalmente preciosa, rodada en Nueva Zelanda, tiene un aire clásico y una fotografía que se recrea en los parajes naturales. Jane Campion adapta la novela de Thomas Savage tomando los elementos emocionalmente más potentes y olvidándose de los detalles. En la narración no hay flashbacks, todas las referencias al pasado están en los diálogos y las imágenes. Al igual que en El piano, mucha de la comunicación entre los personajes se realiza de forma no verbal, que la fotografía de Ari Wegner se encarga de enfatizar con abundantes primeros planos de los actores. Porque debajo de una narrativa formal y del argumento nominal están las auténticas motivaciones y pulsiones de los personajes, nunca verbalizadas.

Benedict Cumberbatch, una elección improbable pero acertada para su personaje, representa por un lado el viejo Oeste; rudo, amante de los espacios exteriores, desconfiado de la "civilización". Pero también se hace evidente que su obsesión por Bronco Henry, su ultramasculinidad y su obsesión por ser siempre el macho alfa ocultan pulsiones y sentimientos reprimidos. Esto provoca que actúe con rabia contra Rose, porque posibilita a su hermano tener un tipo de vida y de relación que no ve posible para sí mismo. Cumberbatch realiza una composición excelente de ese personaje casi siempre odioso, usando muy bien la mirada y una gestualidad comedida.

Jesse Plemons es una elección perfecta para George, el personaje que en cierta forma representa "el nuevo Oeste"; más civilizado, más suave y más sofisticado. Pero todo su lenguaje corporal revela que siempre ha estado sometido a su más brillante abusivo hermano mayor. Pero ese sometimiento no es gustoso; ya desde el principio George se resiente de la actitud de su hermano, con él y con los demás. Su relación con Rose, más que el romanticismo, busca llenar su enorme soledad con alguien que en cierta forma sea el polo opuesto a Phil. Pero sus frecuentes ausencias del rancho sumadas a su impotencia habitual le hacen incapaz de evitar que su hermano hostigue a su esposa.

Kirsten Dunst, una actriz superlativa, muestra perfectamente la vulnerabilidad de su personaje, una mujer con una vida complicada que se ve fuera de su ambiente desde el momento en que se muda a la oscura mansión de los Burbank. Se ve incapaz de gestionar su cambio de estatus social; de repente tiene personas que trabajan para ella y cenas con el gobernador. También se ve incapaz de aguantar el torrente continuo de hostilidad de su cuñado, una presencia constante en la casa. Todo ello la conduce a la depresión y al alcoholismo en un círculo vicioso difícil de romper. Su hijo Peter, al que da vida un gran Kodi Smit-McPhee, es un joven que demuestra tener considerable fortaleza e inteligencia a pesar de lo moralmente cuestionable de alguna de sus decisiones.

Merece comentario la banda sonora de Jonny Greenwood, que realza y enfatiza las imágenes de forma bella. Compuesta por cuerdas, muchas veces pulsadas en lugar de tocadas con el arco, la música gira y cambia de forma acorde a los giros del argumento, creando momentos de todo tipo: dulces y amargos, líricos y minimalistas. En muchos momentos las melodías recuerdan a las bandas sonoras de Westerns, pero con arreglos que les dan un aire inquietante.

El poder del perro me ha parecido una película magnífica, cuidada en todos los aspectos, con una precisa y emocional dirección de Jane Campion y un reparto extraordinario. Sin duda una de las mejoras películas del año.

(c) 2021 Jordi Flotats