THE FEAST

The Feast es una película que transcurre por completo en una casa y sus alrededores. Allí una familia prepara una cena que se intuye que acabará mal pero no por qué. Tensa, bien fotografiada y bien realizada, The Feast demuestra que con poco se puede hacer mucho.

El británico Lee Haven Jones debuta en la dirección de largometrajes con la película de terror The Feast tras una considerable trayectoria en la televisión. La película transcurre en la Gales más rural durante el curso de un día en una gran casa ultramoderna. La cinta una buena muestra de folk-horror, está rodada en gaélico y tiene un presupuesto muy limitado, pero sabe sacarle mucho partido.

La casa donde transcurre la acción perteneció a los padres de Glenda (Nia Roberts), la señora de la casa. Está allí con su marido Gwyn (Julian Lewis) y sus dos hijos veinteañeros, Gweirydd (Siôn Alun Davies) y Guto (Steffan Cennydd). Aunque normalmente viven en Londres, ya que Gwyn es parlamentario, remodelaron por completo la casa, conviertiendo una granja en una casa moderna llena de metal con ventanas de suelo a techo. El día empieza con la llegada de Cadi (Annes Elwy), una joven que reemplaza a la chica que viene normalmente a ayudar con la comida y el servicio. Está allí para ayudar a preparar la cena de la noche, donde esperan a dos invitados. Cadi es una joven callada que no encaja en un entorno tan ultramoderno. Hay algo particular en ella; observa con fascinación a la casa y a sus habitantes y sus reacciones son a veces algo extrañas. Pero nadie le presta atención, todos están demasiado metidos en sus asuntos. Gwyn es un político corrupto y chulesco; insiste en salir con una escopeta y presumir de la caza de unos conejos que en realidad ha encontrado muertos. Su hijo mayor Gweirydd entrena allí para una triatlón para que se olvide un escándalo reciente de acoso. Su hijo Guto está allí obligado después de una sobredosis en Londres, loco por salir y por volver a consumir.

A pesar de vivir en una casa que parece una pecera, todos están demasiado metidos en su cabeza para prestarse ninguna atención. Sólo la sauna que mandó construir Glenda, sin ventanas y con paredes y techos negros, permite estar en un lugar sin ser observado. Los invitados parecen un poco incongruentes; la vecina Mair (Lisa Palfrey), amiga de la infancia de Glenda, que se dedica a explotar la granja familiar y Euros (Rhodri Meilir), un socio de Gwyn que le lleva unos negocios que suenan sospechosos. Euros parece el típico nuevo rico; coche ostentoso, ropa exageradamente cara y actitud rapaz. Pronto se ve claro el objetivo de la cena: convencer a Mair que les venda derechos de extracción de minerales sus terrenos. Al principio se niega educadamente, pero cuando se entera de dónde quieren excavar se horroriza; en esa colina no se puede hacer nada. Aún se horroriza más cuando se entera que ya han empezado a hacerlo en la parte del terreno que le pertenece a Glenda. Mientras sucede eso Gwyn parece estar jugando un extraño juego con los dos hijos.

El tema de la película queda claro desde una conversación de Glenda con Cadi donde le dice que guarda en otro sitio las cosas que conservó de su madre cuando remodelaron la granja. En el nuevo entorno parecen demasiado primitivas. Ese desprecio a sus raices, a la historia rural y al propio territorio que les ha dado de comer durante generaciones, está en el centro del guion de Roger Williams. Su guion y la cámara de Lee Haven Jones sigue a unos personajes desagradables, encerrados en sus obsesiones, usando a Cadi como observadora. Annes Elwy realiza un gran trabajo aportando una mirada limpia y curiosa a su personaje, un personaje que es fácil intuir que tiene otras intenciones aparte de servir la cena. Pero la predictibilidad del final no me molestó; la película nos conduce a él sin prisas, recreándose en los detalles. Esta pausa, sumada a la fotografía y a la tensa banda sonora, crea un ambiente de tensión creciente muy conseguido.

La realización de The Feast, dirección, fotografía, diseño de producción y música, consigue que una película muy económica parezca mucho más cara. Su ritmo pausado puede que aleje a algunos fans del terror, pero merece la pena dejarse llevar por la historia hasta su inevitable final.

(c) 2021 Jordi Flotats