Crónica del primer día del Festival de Sitges. Películas vistas: Mona Lisa and the Blood Moon, Titane, Censor y Werewolves Within
Arranca la 54 edición del Festival de Sitges; diez días de cine de género que suponen un punto de encuentro indispensable entre los aficionados al fantástico y al terror. La edición de 2020 estuvo completamente condicionada por la pandemia de COVID-19; mientras se celebraba, aumentaron los contagios en lo que se convertiría la segunda ola. Esto hizo que el público fuera muy reticente a asistir, a pesar del gran esfuerzo que hizo la organización para garantizar espacios seguros. En edición, aunque la pandemia no esté superada, el público parece que volverá a niveles parecidos a los habituales. A día de hoy ya se han vendido más entradas que en todo el año pasado y hay muchas sesiones agotadas. De todas formas la organización está poniendo medidas de seguridad; recortando los aforos al 70%, numerando las sesiones y no celebrando eventos masificados como la Zombie Walk.
El programa de esta edición me parece muy atractivo, aunque echo de menos la presencia de más cine asiático. Espero con ganas películas como Last Night in Soho, el último trabajo de Edward Wright, un director que me encanta. También Belle, el último anime de Mamoru Hosoda, uno de los grandes de la animación contemporánea, que estará en el Festival como invitado. El arranque, con Titane y Censor, me produce mucha curiosidad. En esta edición podré ver mucho cine de autores que no conozco, lo que siempre resulta interesante. Aunque también un clásico como El día de la Bestia, restaurada en 4K y en la pantalla gigante del Auditori.
La gala de inauguración del Festival ha sido presentada, al igual que los últimos años, por los actores Melina Matthews y Dafnis Balduz, cada vez más cómodos y más queridos por el público. Ha contado con la presencia de Belén Rueda, una de las actrices más reconocidas del cine español; una habitual del terror, que ha recibido el Gran Premio Honorífico del Festival de manos del director J.A. Bayona. La acompañaban los directores Lucas Paulino y Ángel Torres para presentar el corto El Inquilino protagonizado por la actriz. También ha estado en Sitges la directora Ana Lily Amirpour, que presenta Mona Lisa and the Blood Moon, la película que abre Sitges. La directora ha comentado que la igualdad en el mundo de la dirección de cine aún está lejana, y ha reivindicado el optimismo, necesario en un mundo tan polarizado como el actual.
Empiezo el día a las 12:15 viendo el corto La Inquilina de Lucas Paulino y Ángel Torres y Mona Lisa and the Blood Moon, de Ana Lily Amirpour. La protagonista de La Inquilina es Belén Rueda, una mujer que una mañana despierta con una pierna completamente agarrotada y dolorida. Tras un día coja pide hora con el médico y cuando está volviendo a su piso se cruza con una mujer por la calle que tras mirarla de modo extraño, le dice que tiene una vieja agarrada a la pierna. Primero no le hace caso, pero empieza a convencerse de lo contrario. El corto tiene una premisa que me gustó mucho y está muy bien realizado. Su final me decepcionó un poquito, pero demuestra las cualidades de sus autores de causar inquietud con la cámara.
Ana Lily Amirpour ya presentó en Sitges su dos anteriores trabajos, Una chica vuelve sola a casa de noche y Amor carnal. Mona Lisa and the Blood Moon empieza en un psiquiátrico, donde una chica (la actriz surcoreana Jeon Jong-seo) está en una habitación con una camisa de fuerza. La enfermera que entra a la habitación la trata mal, sabiendo que está catatónica, pero de pronto parece despertar y además tener el poder de controlar las acciones de los demás. Usando este poder escapa y acaba en la ciudad de Nueva Orleans, donde se cruzará con diversos personajes; un policía que la perseguirá sin descanso (Craig Robinson), un traficante de medio pelo que la ayudará (Ed Skrein) y una striper veterana (Kate Hudson) y a su hijo.
La película tiene un desarrollo muy fluido; no hay pausas innecesarias, pero tampoco un argumento muy lineal. La historia se plantea como la interacción entre la protagonista y los demás personajes y tiene un punto de vista que no oculta las caras oscuras de lo que narra, pero tampoco pierde el optimismo. Y gracias a las actuaciones de Jeon Jong-seo y sobretodo de Kate Hudson, la película en mi opinión llega a buen puerto. La actriz coreana aporta intensidad, carisma e inocencia a su personaje mientras que Hudson logra dotar de humanidad a un personaje complejo y lleno de aristas.
Sin pausa vuelvo al Auditori para ver Titane, de la directora francesa Julia Ducornau, vencedora de la Palma de Oro de la edición de este año del Festival de Cannes. Titane empieza con una niña que va en coche con su padre. Debido a una distracción tienen un accidente y a la niña tienen que implantarle una placa de titanio en el cráneo. Pero lejos de coger miedo los coches desarrolla por ellos una extraña filia. Años más tarde se dedica a bailar en ferias de automóviles, y aunque su papel allí sea de mujer-florero, está lejos de serlo. De echo reacciona con violencia homicida ante cualquier amenaza, hasta el punto de tener que huir de su ciudad debido a sus crímenes. Para esconderse decide hacerse pasar por un chico y presentarse como un niño que desapareció muchos años atrás. El padre del chico, un comandante de bomberos adicto a los esteroides, lo reconoce como su hijo debido a la desesperación por recuperarlo. Entonces ella se va a vivir con él, donde establecen una relación muy extraña, aunque no tan extraño como su incipiente embarazo.
Titane es una película con voluntad de provocar desde el principio. Se la ha comparado con Crash por la filia por los coches de su protagonista y por la fusión carne-metal que presenta, pero en mi opinión tiene poco que ver con la película de David Cronenberg. La historia que presenta, la torturada relación entre un padre desesperado por recuperar a un hijo y una casi-psicópata que descubre con sorpresa que le gusta ser hijo de ese hombre, me gustó. La dirección y la fotografía también me parecieron buenas, así como las interpretaciones de Vincent Lindon y Agathe Rouselle. Los elementos más epatantes me parecieron más absurdos que provocadores. Una Palma de Oro un poco extraña.
Por la tarde sigo en el Auditori para ver Censor, la ópera prima de la directora británica Prano Bailey-Bond, que estuvo presente en la sala para presentarla junto al coguionista Anthony Fletcher y la productora Helen Jones. La directora se mostró encantada de estar en Sitges y manifestó que su película tenía la vocación de homenajear a los nasties, el cine de terror barato y con toques muy gore que salía directo a vídeo y que fue muy popular en el Reino Unido de la década de 1980. De hecho, el género fue tan popular que provocó alarma social, lo que hizo que el gobierno tuviera a censores que hacían eliminar de las películas las partes que creían más perjudiciales a la moral. La protagonista de la película es una mujer que se dedica precisamente a eso. Su vida está marcada por la desaparición de su hermana pequeña cuando eran niñas. Su mundo se tambalea cuando sus padres deciden darla oficialmente por muerta y cuando se produce una polémica por un crimen que aparentemente imita al de la escena de una película que ella no censuró. Empieza a tener sueños perturbadores y cree reconocer a su hermana, ya adulta, en la película que tiene que censurar.
Censor no es una película cara pero logra clavar los colores verdosos y los ambientes algo decadentes de la Inglaterra de Margaret Tatcher. El trabajo de Niamh Algar, la actriz protagonista, me pareció superlativo. La película usa de forma inteligente el terror del cine que visiona como elemento perturbador y también consigue de forma muy efectiva que el espectador tome como punto de vista el de la protagonista. Como comentó su directora, también homenajea a ese cine, gore, de mal gusto y barato que en más de una ocasión perturbaría y metía miedo más allá de su violencia casi de cartoon. Otro punto muy positivo es que tiene un muy buen final. Muy buena película.
Termino mi primer día en Sitges en el cine Retiro viendo la película estadounidense Werewolves Within, de Joab Ruben. La película mezcla el terror, la comedia y el cine de misterio en una historia ambientada en un pequeño pueblo situado en una zona boscosa del norte de Estados Unidos. El protagonista es un guardabosques que se incorpora a su puesto justo cuando los vecinos están peleados debido a la presencia del representante de una compañía minera que quiere pagar para obtener permiso para hacer prospecciones en la zona y que necesita el quórum de todos para hacerlo. Durante una gran tormenta de nieve, todos los generadores de los vecinos son saboteados y además el pueblo queda incomunicado por carretera. Los vecinos se refugian el hotel del pueblo, donde, por si fuera poco, descubren el cadáver del marido de la propietaria, al que todos creían fuera del pueblo meses atrás. La navidad ha de su heridas les empiezan a hacer pensar que fueron obra de un licántropo, y que ese licántropo podría ser uno de ellos.
Werewolves Within aparentemente se basa en un videojuego, aunque su adaptación me parece muy libre. La película mezcla con ingenio sus diferentes elementos. Logra momentos cómicos muy buenos sacando riéndose de las dos Américas que ahora mismo están enfrentadas mediante unos personajes caricaturescos pero pertinentes. Los actores están muy graciosos en sus papeles, especialmente el protagonista, Sam Richardson y Milana Vayntrub, que interpreta a la cartera del pueblo. Los gags me resultaron graciosos y la mezcla de cluedo y terror acertada. Perfecta para pasar una hora y media entretenida.
(c) 2021 Jordi Flotats