Crónica del octavo día del Festival. Películas vistas: Post Mortem, Come True, Mosquito State y Le dernier voyage de Paul W.R.
Hoy la dura realidad de la pandemia de COVID-19 se ha hecho notar tras unos días -al menos en mi caso- de bendita desconexión. La Generalitat ha ordenado nuevas medidas para tratar de disminuir los contactos entre las que se incluyen la limitación del aforo de las salas de cine al 50% en lugar de al 70% como hasta ahora y el cierre de la restauración. Un problemón para el Festival, que ya ha realizado ventas anticipadas. De todas formas la organización ya ha anunciado nuevas medidas y adaptaciones para garantizar la continuidad del Festival hasta el domingo.
Hoy han dado ruedas de prensa tres directores que presentan o han presentado sus óperas primas en esta edición y que han podido estar presencialmente en el Festival. El realizador francés Romain Quirot acompañado del actor Hugo Becker han presentado el estreno mundial en el Festival de Le dernier voyage de Paul W.R., una película de ciencia-ficción que veré esta noche. También ha estado el también francés Just Philippot, director de La nuée (La nube), una remarcable película de terror que tuve ocasión de ver ayer mismo. Finalmente el director polaco Filip Jan Rymsza y la actriz española Charlotte Vega para hablar de Mosquito State, una película muy peculiar que hoy tendré ocasión de ver.
Empiezo mi día por la mañana yendo al Casino Prado a ver la película húngara de terror Post Mortem, de Péter Bergendy. La película transcurre en un pueblecito de la Hungría de después de la Primera Guerra Mundial y durante la pandemia de gripe que mató a millones entre 1918 y 1920. El protagonista es Tomás (Viktor Klem), un austríaco que durante la guerra fue llegado a dar por muerto tras ser alcanzado por la onda expansiva de un proyectil de artillería; literalmente lo sacaron de una fosa común justo antes de que echaran la tierra. Ahora es un fotográfo que viaja con una feria iterante que se dedica a la fotografía post mortem, algo que históricamente se realizó bastante en las primeras décadas de la fotografía. Consiste en vestir y maquillar un cadáver, colocarlo cuidadosamente y fotografiarlo para que parezca vivo, ya sea solo o en grupos familiares. Las familias le pagan para tener este recuerdo de su ser querido. En medio de un duro invierno, lo contrata la gente de un pueblecito que tiene muchos muertos insepultos porque la tierra está demasiado dura para cavar tumbas. Viaja hasta allí y se aloja en casa de la antigua maestra -ahora no tiene niños suficientes para dar clases, ni se quieren juntar los supervivientes- unos días. Pronto ve que en el pueblo pasa algo raro; se oyen ruidos, se mueven muebles, se intuyen sombras y hay extrañas humedades. Pero está seguro de ello cuando empieza a revelar las fotografías y a ver que hay como sombras fantasmales en todas ellas. Haciendo equipo con una extraña niña local, decide investigar qué está pasando.
Post Mortem es una película muy bien realizada. El vestuario y el diseño de producción son excelentes, el pueblo parece completamente auténtico, casi sacado de un museo. La fotografía y la banda sonora también me gustaron mucho. Saca lo mejor de la fría luz invernal y de las paredes blancas de las casas encaladas. La sola premisa de la película, la fotografía post mortem, aunque histórica, ya me inquieta. En su primera mitad, Péter Bergendy parece tomar la aproximación de que menos es más y usa recursos sutiles para inquietar y señalar la presencia de lo sobrenatural, pero poco a poco lo va escalando hasta un final espectacular. Aunque la película no aporta mucho nuevo al lenguaje del terror, sí que ofrece una ambientación poco común y una realización correctísima. Me gustó, a ratos me inquietó y al final me divirtió.
Por la tarde me voy al Auditori para ver la película canadiense Come True, de Anthony Scott Burns. La película arranca con su protagonista, la joven Sarah (Julia Sarah Stone), yéndose de casa de su madre. Como no tiene donde vivir, duerme en un parque infantil un par de noches y hace vida en la escuela. Luego consigue que una compañera le deje dormir en su casa unas noches más, pero en estas descubre un anuncio que pide colaboradores para un estudio del sueño. Sin dudarlo se apunta; le dan un sitio donde dormir y le pagan por ello. El estudio consiste en vestirse con un mono con sensores incorporados y colocarse una malla extra de sensores en el cráneo, dormir, y por la mañana contestar a un cuestionario que le realizarán los investigadores. Ella hace tiempo que no duerme bien, pero paradójicamente la primera noche duerme como un bebé. Todo empieza a ponerse extraño cuando en un cuestionario matinal le piden si reconoce la extraña imagen de una fotografía; sólo con verla se pone en shock. Esto le hace plantearse cuál es el objetivo del estudio. Por si fuera poco descubre que un tipo algo extraño la está siguiendo. Cuando lo confronta descubre que es uno de los investigadores, que le acabará revelando lo que hacen realmente.
Come True es la criatura de su director; aparte de dirigir, escribe, se encarga de la dirección de fotografía y de la banda sonora. Y en el apartado visual y sonoro la película me pareció maravillosa. Los sueños son representados casi siempre en negro y gris, con inquietantes imágenes perturbadoras, caleidoscópicas y con la cámara siempre en movimiento, como si no se pudiera retroceder ni parar. Los momentos de vigilia son casi siempre nocturnos, en lugares con neones azules y púrpura que dan a las imágenes un tono muy particular. La película es más bien lenta, inquietante, y si se entra en el juego que propone -yo lo hice- es hipnótica. Julia Sarah Stone además es una actriz estupenda, que sin sobreactuar transmite mucho. El único gran problema que le encontré a Come True es su final; me pareció absolutamente cobarde, un recurso fácil para evitar meterse en jardines argumentales. Si se separa el final del resto de la película, Come True es muy buena y Anthony Scott Burns un autor a seguir.
Continuo en el Auditori viendo Mosquito State, con la presencia en la sala de su director Filip Jan Rymsza y de la actriz española Charlotte Vega, ilusionadísima por presentar su película en Sitges ante su familia. La película transcurre en la ciudad de Nueva York en 2007 y se inicia en una fiesta organizada por todo lo alto por una empresa dedicada a la especulación bursátil. Todo el mundo está algo sorprendido por la presencia de Richard Boca (Beau Knapp), un matemático genial que trabaja para la empresa y es responsable del software de predicción de mercados, HoneyBee (abeja) que usan y que les hace ganar dinero a espuertas. Boca es un individuo terriblemente retraído y tímido; todos los cargos un poco altos lo tratan con condescendencia. En la fiesta conoce a Lena Lena (Charlotte Vega), una estudiante que trabaja en una tienda de vinos muy exclusiva para pagarse los estudios. Lena lo trata con simpatía e incluso lo acompaña a su piso. Richard vive solo en una planta de un rascacielos de Manhattan; ha comprado todos los pisos y colecciona vino como inversión. Pero la noche no termina bien para él y un mosquito que se le ha colado en la camisa lo pica en el cuello. Boca está descontento con los corredores de su firma, ya que abusan de su modelo matemático, pero su jefe no le hace ningún caso. La picadura de mosquito le hace pensar en estos animales, hasta el punto de criarlos en su piso y alimentarlos con su propio cuerpo. En sus patrones y forma de vida empieza a desarrollar un nuevo modelo que pretende instalar en su empresa.
Mosquito State es una alegoría crítica nada sutil contra la especulación bursátil y el ultracapitalismo que casi tiene forma de fábula. No en vano el protagonista pasa de basar su modelo en un insecto gregario como la abeja a un chupador de sangre como el mosquito. Sus personajes están poco desarrollados, todos se sienten más como vehículos para ejemplificar algo que como personas a pesar del buen trabajo actoral de todo el reparto. La fortaleza de la película es su aspecto visual, y no es una fortaleza menor; desde unos títulos de crédito preciosos en los que se muestran las cuatro fases de desarrollo del mosquito, la película muestra imágenes potentes y a menudo inquietantes gracias a su gran fotografía y diseño de producción. Sólo por eso y por su pertinente mensaje, ya me quedé bastante enganchado viéndola.
Termino mi día en el Auditori viendo la película de ciencia-ficción francesa Le dernier voyage de Paul W.R.. Pero antes se proyecta el corto español Conversaciones con un mono, escrito y dirigido por Groto. El corto trata sobre un escritor veterano en horas bajas creativas (Nancho Novo) que compra los servicios de una inteligencia artificial con cuerpo de robot para que le ayude a escribir una novela de ciencia-ficción y acaba debatiendo con ella sobre el proceso creativo. La verdad es que me pareció horroroso, empezando por el diseño del androide, continuando con los acartonados diálogos y terminando con el olor a refrito de las ideas expuestas.
En Le dernier voyage de Paul W.R., la historia transcurre en un futuro relativamente próximo en el que el cambio climático ha echo estragos y se han agotado las reservas de petróleo. Francia misma es un erial desierto, con la mayor parte de la población agrupada en enclaves donde aún se puede conseguir agua. La aparición de la Luna Roja, un misterioso cuerpo celeste cercano a la Tierra permitió a la empresa creada por Henri W.R. (Jean Reno) aprovechar su halo para crear fuentes de energía que sostuvieron a duras penas a lo que queda de humanidad. Pero ahora la Luna Roja se está acercando peligrosamente a la Tierra y amenaza su misma existencia si se produce el cataclismo. Para ello Henri W.R. ha preparado una nave que permitirá a un piloto con unas capacidades muy particulares y únicas entrar en el halo de la Luna Roja y destruirla. El único que ha pasado las pruebas para poder realizar la misión es su hijo menor Paul W.R. (Hugo Becker), pero Paul ha huido y está en paradero desconocido. A la desesperada, su hermano Elliot (Paul Hamy), intenta la misión pero falla; no logra pasar del halo y vuelve a la Tierra extrañamente afectado por la radiación del misterioso astro. En ese momento se organiza una búsqueda general de Paul liderada por su hermano. Paul está huyendo por las tierras baldías con un maltrecho coche. Acaba en una estación de servicio semiabandonada donde viven la joven Elma (Lya Oussadit-Lessert) y su padre. Cuando sus perseguidores le están pisando los talones acabará huyendo con Elma.
Para mi gusto, Le dernier voyage de Paul W.R. tiene bastantes cosas buenas y algunas malas. Entre las malas está la ambientación, un tanto absurda, aunque en favor de la película está que ya no se la toma demasiado en serio, a pesar del mensaje ecologista que encierra. Algunos diseños de producción se ven algo baratos, lo que estropea alguna escena. Entre las buenas está el imaginativo aspecto visual de la película, muy deudor del comic y de la estética de las road movies estadounidenses. La película en algunos momentos constituye una road movie, con interludios que muestran flashbacks de la infancia de Paul y su hermano Elliot, cuando su madre estaba mortalmente enferma. Estos interludios los encontré muy bienvenidos, porque le añaden una dimensión más a la película, aportan la visión de la infancia de las cosas. Le dernier voyage de Paul W.R. no es perfecta, pero sí valiente, imaginativa y sin complejos, merece la pena darle una oportunidad.
(c) 2020 Jordi Flotats