Crónica del quinto día del Festival. Películas vistas: 12 Hour Shift, Possessor y Relic
Hoy el Festival, a través de su sección Brigadoon, ha otorgado el premio Nosferatu al veterano actor Manuel De Blas. De Blas ha estado en activo desde la década de 1960 y ha participado en más de 200 producciones para cine, televisión y teatro que abarcan todos los géneros. Su presencia en el fantástico se puede ver en películas como El coleccionista de cadáveres (Santos Alcocer, 1970), donde compartió reparto con Boris Karloff, La orgía nocturna de los vampiros (León Klimovsky, 1973) o El jorobado de la morgue (Javier Aguirre, 1973). El actor ha recibido con gran emoción el premio en el Auditori antes del pase de Becky. Para redondear el homenaje el Festival ha proyectado Manos torpes, donde Blas participa como actor, en su versión restaurada dentro de la sección Seven Chances.
Yo empiezo mi día por la tarde en el Retiro viendo 12 Hour Shift, de la actriz, guionista y directora estadounidense Brea Grant. Grant ha creado una comedia negra de enredo que trancurre en un hospital donde nadie querría ingresar. El año es 1999 y la protagonista es Mandy (Angela Bettis), una enfermera de ese hospital, situado en Arkansas. Mandy es drogodependiente -le roba la medicación a los enfermos- y también está metida en una trama de venta de órganos con otras enfermeras del hospital. Precisamente empieza su turno entregando un riñón en una bolsa de plástico a su prima Regina (Chloe Farnworth). Lo único que tiene que hacer Regina es entregar el riñón en una neverita a los compradores, pero se lo olvida junto una máquina de bebidas. Cuando los compradores ven la nevera vacía le exigen un nuevo órgano o se lo van a sacar a ella. Regina, tonta pero llena de energía y algo psicópata, se al hospital y se lo cuenta a Mandy. Mandy intenta buscar uno nuevo, pero la noche se presenta complicada; ingresan a su hermano -con el que se lleva mal- con sobredosis y queda en coma, tiene a una paciente con demencia a su cargo, un prisionero del corredor de la muerte ingresado por intento de suicidio, a su prima intentando robar un órgano que no sabe encontrar en un cuerpo y al sicario de los compradores que viene a buscarla.
12 Hour Shift me ha encantado; Brea Grant ha escrito un guion ingenioso y lo ha puesto en imágenes de forma impecable. La caracterización de los actores y la fotografía le dan a la película un aire incómodamente realista y el ritmo narrativo es ágil, perfecto para una comedia de enredo. Angela Bettis está prodigiosa en su papel de persona con muchos defectos pero capaz de mantener la calma y el aire de competencia; a pesar de lo amoral de su personaje acabé simpatizando con ella por lo mucho que se le complican las cosas a pesar de sus esfuerzos. También me encantó Chloe Farnworth, le pone una energía maníaca a su "rubia tonta" con una vena psicópata. El humor de la película es muy negro y Grant no se corta con la sangre cuando el guion lo demanda. Un triunfo total, y eso que no las tenía todas conmigo con esta elección.
Más tarde me dirijo al Auditori para ver una de las películas que más ganas tenía de ver de este Sitges: Possessor, de Brandon Cronenberg. Su primera película, Antiviral, ya pasó por el festival de 2012 y en ella demostró seguir los pasos de padre, David Cronenberg, en términos de estilo. Possessor es un thriller cuya protagonista, Tasya Vos (Andrea Riseborough) trabaja para una corporación que bajo una fachada legal se dedica a realizar asesinatos de alto nivel. Para ello colocan un implante biológico a quien quieren usar como chivo expiatorio y el asesino "posee" esa persona a distancia, conectado a una máquina. De esta forma Tasya utiliza a su víctima para matar a quien le han encargado y después hace que se suicide. Pero las posesiones hacen pagar un precio a Tasya; su identidad, mezclada muchas veces con las de las personas poseídas, corre el riesgo de difuminarse. Cuando va a ver a su exmarido y a su hijo pequeño -que no saben a lo que realmente se dedica- tiene que recordar quien es y cómo habla para no noten nada extraño en ella. De todos modos su controladora, Girder (Jennifer Jason Leigh ), le encarga un trabajo muy importante: tiene que matar a John Parse (Sean Bean), el fundador y CEO de una empresa enorme que se dedica a recabar, no se sabe si legal, ilegal o alegalmente, información de personas espiándolas a través de sus dispositivos conectados a la red. Para ello deberá poseer a Colin Tate (Christopher Abbott), el novio de Ava (Tuppence Middleton), la hija del CEO, estar en su cuerpo unos días y matar a Ava y a Parse en una fiesta corporativa. La posesión de Colin le costará más de lo normal a Tasya, pero seguirá adelante con el plan, lo que acabará creando situaciones fuera de control.
Possessor es una película impactante; empieza con un asesinato cometido con una violencia extrema y visceral y retratado con un detalle casi incómodo que sirve a la vez como declaración de principios y como introducción al entorno de los protagonistas. Andrea Riseborough, una actriz camaleónica, esta vez opta por la composición de una mujer de gestualidad retraída y callada pero de vida interior inquietante, alguien que parece estarse librando de su personalidad y humanidad misión a misión. La trama del asesinato del CEO sirve también para que Cronenberg nos de su pesimista (¿realista?) visión de la privacidad, las grandes empresas y la tecnología y presenta a otro personaje fascinante, el novio elegido como chivo expiatorio. Christopher Abbott, un actor que borda los personajes turbios, es visto como un inferior por la familia de su novia, parte del 1% de los más ricos, lo que lo que llena de despecho. Cuando ambos personajes comparten cuerpo las interacciones son fascinantes y el final, en el que ambos en cierto modo se realimentan, me pareció tan triste como catárquico y violento. Possessor me ha parecido una muy buena película, perturbadora, visualmente impactante y morbosa, auténtico body horror en momentos puntuales. Brandon Cronenberg demuestra tener un voz propia y ser un director al que hay que seguir. Esperaba mucho de esta película y he salido muy contento.
Termino el día en el mismo Auditori viendo la película australiana de terror Relic, la ópera prima de la directora Natalie Erika James. Relic empieza con el viaje de Kay (Emily Mortimer), una mujer ocupadísima por su trabajo y su hija veinteañera Sam (Bella Heathcote) a la casa donde vive la madre de Kay, Edna (Robyn Nevin), una mujer de ochenta años que vive allí sola. La policía la ha llamado para decirle que los vecinos no la ven desde hace unos días y que no contesta cuando llaman a la puerta. Al llegar a la casa se la encuentran más o menos en orden, con sólo algunas cosas cambiadas de sitio, pero llena de post-it que parecen indicar el deterioro de la memoria de la anciana. Los post-it pueden decir cosas tan prácticas como "tomarse las pastillas" o tan inquietantes como "no lo sigas". Tras un par de días de búsqueda infructuosa por la zona y los bosques que rodean la casa, una mañana Kay se encuentra a su madre en la cocina. Aparte de sucia y con un extraño moretón, Edna parece estar bien físicamente, pero cuando le preguntan dónde ha estado se cierra en banda y rechaza contestar. Kay y Sam pasan unos días más con Edna, y ambas se dan cuenta de su deterioro mental; a veces parece ella misma, pero tiene olvidos y momentos de rabia. Necesita que alguien cuide de ella, pero Kay y su hija no se ponen de acuerdo; Kay empieza a visitar residencias de ancianos, pero la idea de poner allí a su madre le rompe el corazón; Sam se plantea mudarse con su abuela para poder cuidarla, cosa que madre no quiere. Pero mientras en la propia casa algo muy preocupante parece estar sucediendo.
Relic es una película de terror que usa el lenguaje del género para crear una metáfora tan triste como acertada de la decadencia que provoca el paso del tiempo. La casa y su propietaria sufren procesos parecidos, que acaban por en cierto modo atrapar a las personas que están allí también. Aparte de esto, el tratamiento de los personajes es muy bueno; son personas creíbles que pasan por situaciones completamente realistas. Sumando a esto las grandes actuaciones de las tres actrices protagonistas y la gran química que hay entre ellas se tiene lo más importante en una película, que nos importe lo que les pase a sus protagonistas. Aunque la dirección de Natalie Erika James y una muy buena fotografia crean muchos momentos tensos y angustiantes, la potencia de la historia y su tratamiento me produjo al final más tristeza y empatía que miedo. Me ha encantado, que día más redondo he tenido hoy.
(c) 2020 Jordi Flotats