ARCHENEMY

Adam Egypt Mortimer ha creado una película de superhéroes con un presupuesto muy ajustado y grandes dosis de imaginación que tiene virtudes y defectos, aunque por suerte son más numerosas las primeras que los segundos.

Aunque en los últimos años el cine de superhéroes parece estar llegando a saturar la oferta, con producciones continuas tanto de Marvel como de DC, continúan apareciendo películas y series de televisión que exploran el género desde otras perspectivas más indie y más gamberras, que siempre deben ser bienvenidas por el aire fresco que pueden aportar. Este es el caso de Archenemy, la segunda película de Adam Egypt Mortimer tras su meritorio debut Daniel isn’t real.

Max Fist es un hombretón que vive en la calle que a cambio de unos cuantos chupitos de whisky le cuenta a cualquiera que este no es su lugar. Su sitio es otra dimensión donde es un héroe con grandes poderes que usa para proteger la Ciudad de Cristal, un lugar idílico lejos de la sordidez de nuestra Tierra, de los continuos planes de una supervillana para destruirla. Su último ardid fue la creación de la Máquina de Vacío, una superarma que Max se llevó fuera de su dimensión para detonarla y que le dejó exiliado y sin poderes en nuestra Tierra.

Lógicamente nadie le cree; sólo le hace caso Hamster (Skylan Brooks), un adolescente que pasea por el barrio en busca de historias e imágenes que le permitan ganar notoriedad en las redes. Indigo (Zolee Griggs), su hermana mayor, se dedica a traficar para una organización criminal para sacar adelante la familia. Con la idea de sacar dinero para poder salir del barrio, se mete en un lío con su jefe que pone en peligro las vidas de ambos. En ese momento Max Fist decide ayudar a su único amigo y demuestra que quizás hay algo de cierto en sus desvaríos.

Archenemy me provocó una reacción muy ambivalente; en algunos momentos no me gustó nada pero en otros me encantó. La presentación de Max Fist me pareció tan imaginativa como interesante; su voz castigada narra la historia presentada en una animación muy inspirada, simple y con colores primarios con aire muy ochentero. Joe Manganiello es además una elección de casting perfecta; es carismático y tiene una gran presencia física. Su personaje va ganando aristas desde su presentación hasta el desenlace. La trama de los dos hermanos en cambio me gustó mucho menos; ni los actores ni los diálogos ni la historia me parecieron gran cosa. A mi parecer cuando la historia se centra en ellos la película desciende un escalón.

La combinación de imaginación, sentido del humor, grandes secuencias de animación, una buena premisa argumental y el trabajo de Joe Manganiello hacen que el conjunto merezca la pena de ver. Está claro que su presupuesto la sitúa en la serie B, pero la imaginación de sus mejores momentos la eleva un escalón más. Con un poco más de desarrollo de algunos personajes y sus tramas habría podido ser una película mucho mejor, pero con todo es suficiente para pasar un rato divertido.

(c) 2020 Jordi Flotats