AMULET

La actriz Romola Garai debuta en la dirección con una película de terror que intenta huir de los lugares comunes del género para contar una historia separada en dos partes que nos habla de las relaciones de poder y con un mensaje feminista.

Romola Garai es una actriz inglesa, que sin haber saltado a la fama absoluta, sí que ha acumulado un buen número de actuaciones de mérito con papeles miy diversos en películas como Expiación o series de televisión como Pétalo carmesí, flor blanca. Amulet es su debut como directora de un largometraje, una película de terror narrada con mucho estilo que introduce una bienvenida perspectiva feminista al género.

El protagonista de la película es Tomaz (Alec Secareanu), un refugiado que prácticamente vive en la calle en Inglaterra. Su única fuente de ingresos son trabajos eventuales de paleta realizados en negro por los más pobres. Por las noche su sueño es inquieto, se ata las manos a la altura de las muñecas y la película nos traslada a su pasado, cuando era soldado en una guerra civil (no se menciona explícitamente pero podría ser cualquiera de las que se libraron en lo que era Yugoslavia). Allí su puesto era vigilar un pequeño control en un camino que cruzaba un gran bosque. Un día se encontró a una mujer (Angeliki Papoulia) que huía de la zona que controlaba la facción de Tomaz. Él se vio incapaz de dispararle ni de denunciarla y le propuso que se escondiera en su puesto hasta el final de la guerra, ya no muy lejano. Enterrado en el bosque encuentran una especie de amuleto muy antiguo por el que sienten una extraña fascinación.

Una noche se produce un incendio en el refugio en el que dormía y pierde sus escasas posesiones. Lo ayuda una monja (Imelda Stanton); le sugiere que viva en casa una chica, Magda (Carla Juri), y que a cambio de comida y techo él se dedique a hacer reparaciones a la decrépita vivienda. Magda vive con su madre, que está recluida en su habitación y aparentemente está en la etapa final de una enfermedad terminal.

Amulet alterna pasado y presente de Tomaz hasta que se revela la conexión entre ambos. Romola Garai ha optado por un estilo de narración pausado y por dar un gran énfasis a la forma. La fotografía de Laura Bellingham me pareció excelente en su uso de la luz y los SUS particulares encuadres. La música de Sarah Angliss no gustó tanto porque su tono angustiante demasiado continuo me acabó saturando y perdió un poco su efecto. Garai se reivindica como estilista con imágenes potentes y también demuestra buena mano manejando la tensión, mostrando poco y sugiriendo mucho, algo que me parece básico en el terror.

Los actores están brillantes en sus roles; Alec Secareanu logra transmitir todos los matices que requiere un personaje atormentado por sus acciones pasadas, que chocan con su convicción de que él no es una mala persona. Caral Juri también brilla en su composición de una cuidadora que no recibe ninguna ayuda ni gratitud, cuyo rol de víctima va cambiando progresivamente. Y Imelda Staunton vuelve a demostrar ser igualmente capaz de transmitir bondad o malicia cuando la situación lo requiere.

La historia plantea temas interesantes como los delicados equilibrios en las relaciones de dependencia y cómo los balances de poder desiguales, entre hombres y mujeres, pero también en general, pueden conducir al abuso, aunque lo hace de forma algo caótica y tiene una resolución que no me terminó de convencer. Garai opta por poner las cartas sobre la mesa y atar sin resquicios el argumento con un final que me pareció un poco demasiado simplista.

Aunque la película puede parecer demasiado “artística” para los seguidores del terror más convencional, creo que vale la pena darle una oportunidad a Amulet. La película tiene unos valores de producción muy buenos y con su narrativa alternando pasado y presente engancha al espectador. Su final además la reconcilia con el terror más convencional.

(c) 2020 Jordi Flotats