Crónica del primer día del Festival. Películas vistas: Amulet, Saint Maud y Archenemy
Arranca la 53 edición del festival de Sitges 2020, quizás su edición más complicada y seguro la más extraña. En primavera la gravedad de la pandemia me hacía pensar que esta edición no llegaría a celebrarse, pero el equipo que prepara el festival siguió trabajando para crear una programación mixta, con sesiones presenciales en las salas de siempre y en una plataforma digital (las que han sido autorizadas por sus distribuidores) que finalmente ha llegado a buen puerto.
La programación de esta edición también ha tenido que ser complicada de ensamblar, con muchos festivales cancelados y con películas que han retrasado su estreno y que pueden llegar a festivales. A pesar de esto se presentarán 254 títulos en las 4 salas de cine, sólo esto ya me parece un triunfo. Este año la oferta de títulos de terror, la base los fans del festival, me parece muy atractiva, así como la creciente presencia de cine español interesante. La selección de cine asiático en cambio me parece menos abundante de lo que estábamos acostumbrados sus fans, a pesar de tener películas que tan esperadas como Península.
Una vez en Sitges se hace evidente el esfuerzo realizado por la organización para securizar todo lo posible las proyecciones; reduciendo aforos, creando múltiples entradas a las salas y (¡por fin!) numerando las sesiones para evitar colas y aglomeraciones para entrar. También hay más espacio entre proyecciones para permitir limpiar las salas y más personal para controlar los accesos.
Por desgracia este año no se podrán realizar actividades que ya se han convertido en tradición como la Zombie Walk, pero se han intentado crear otras más acordes con la mala época que estamos viviendo.
Yo empiezo mi Festival en la sala Tramuntana viendo la película británica Amulet, el debut en la dirección de la actriz Romola Garai. La película es una historia de terror cuyo protagonista es un refugiado que vive en Gran Bretaña que participó en una guerra civil en Europa. La película no lo especifica, pero podría ser cualquiera de las que hubo en lo antes era Yugoslavia. Vive prácticamente en la indigencia, haciendo trabajos de albañil y durmiendo en refugios. Lo acoge una monja, que le ofrece casa y comida en un caserón destartalado donde viven una chica y su madre, una enferma terminal, a cambio de trabajos de mantenimiento. Acepta, pero la situación en la casa es muy extraña, la madre vive encerrada en la habitación del ático y parece maltratar a su hija. Pero él también vive atormentado por su pasado como soldado. Por las noches sueña con esa época en la que estaba destinado a un puesto de control de un camino que cruzaba un bosque. Allí se cruzó con una mujer que huía y que fue incapaz de entregar ni de disparar y en cambio le ofreció refugio hasta el inminente final de la guerra.
Romola Garai dirige con estilo, la película tiene una fotografía muy buena que da un aire ominoso tanto al bosque donde está el soldado como a la casa donde transcurre la mayor parte de la historia en el presente. La alternancia entre pasado y presente también me gustó mucho; presenta las piezas del puzzle que se unirán al final de la película y hace el visionado más ameno. Aparte, la película estudia las relaciones de dependencia y el equilbrio de poder que se establece en ellas con un bienvenido mensaje feminista final.
Continuo el día en la misma sala Tramuntana para ver Saint Maud, una película británica dirigida por Rose Glass. La protagonista es Maud, una chica que vive en una decrépita habitación de alquiler en una decadente ciudad costera británica. Trabaja como enfermera de cuidados paliativos, yendo a domicilio a cuidar personas con enfermedades terminales. Su siguiente encargo es cuidar de una antigua bailarina y coreógrafa que sufre un cáncer terminal y está reducida a una silla de ruedas. Maud es extremadamente religiosa, fruto de una conversión producida tras tener problemas graves y su paciente no lo es en absoluto, se aburre y tiene una veta cruel. Por eso cuando Maud la intenta convertir surgen los problemas.
Saint Maud usa el lenguaje del cine de terror para realizar el retrato de una mujer dañada, traumatizada por su pasado que ha encontrado en su conversión religiosa un modo de hablar directamente con Dios, al que ha convertido en juez y amigo invisible por culpa de una soledad terrible. Morfydd Clark realiza un trabajo soberbio de interpretación, ella sola aguanta casi toda la película. Una película muy bien dirigida y ambientada para crear el telón de fondo deprimente que hace que acabes simpatizando a tu pesar con la protagonista. Eché un poco de menos tramas y personajes secundarios algo más ricos y quizás algo más de ambigüedad en los momentos en los que nos muestra el punto de vista de Maud para luego mostrar el “real”, pero a pesar e eso me gustó la película.
Termino mi primer día en Sitges en el Auditori viendo Archenemy, de Adam Egypt Mortimer. Pero antes se proyecta el corto de acción chino Raze of the Cyborg, de Young-H.Lee. El protagonista de la historia es un joven cuya novia ha sido secuestrada por una red de tráfico de personas. Para rescatarla aceptará el trato de un traficante de armas; implantarse un brazo robótico que le permitirá vencer a los secuestradores a cambio de futuros servicios. El corto, enfocado alrededor de sus escenas de acción, me pareció entretenido pero poco más.
El protagonista de Archenemy es Max Fist (Joe Manganiello), un hombretón que vive en la calle que a cambio de una copa le cuenta su historia a cualquiera; afirma provenir de otra dimensión, donde era un héroe con poderes dedicado a proteger su hogar, la Ciudad de Cristal. Su archienemiga inventó una superarma y para proteger a su gente él se llevó de su dimensión, pero quedó prisionero en la nuestra. El único que le hace caso es Hámster, un joven obsesionado por conseguir notoriedad en las redes sociales de noticias. Su hermana mayor trabaja para un traficante para ir tirando; cuando se le presenta la oportunidad de robarle, la aprovecha para poder salir del barrio, pero la descubren y se mete en problemas serios. En este punto se verá que quizás no todo lo que cuenta Max sea un delirio.
En conjunto Archenemy me ha gustado bastante; tiene algunas partes que me han parecido muy malas, como la trama secundaria de los dos hermanos y sus interpretaciones, pero otras me han gustado mucho. La representación en animación de la historia de Max está realizada con mucho estilo y es muy buena idea. Joe Manganiello borda su papel y eleva el nivel de la película cuando sale, y la historia en sí del héroe es muy buena.
(c) 2020 Jordi Flotats