EL ÚLTIMO BAILE

La temporada 1997-1998 fue muy especial para los Chicago Bulls, el equipo de la NBA que contaba con Michael Jordan, considerado el mejor jugador de baloncesto de todos los tiempos. Esa temporada todo el mundo intuía que sería la última en el que el equipo estaría junto. Se permitió a un grupo de cámaras seguir a los jugadores durante todo el año. Ahora, usando ese material inédito y añadiendo entrevistas realizadas en la actualidad, ESPN y Netflix han creado una serie de diez episodios que estudian el impacto de Jordan en el deporte y el negocio que lo envuelve.

Aún veinte años después de su retirada, Michael Jordan es uno de los deportistas más conocidos del mundo; tiene tantos ingresos en publicidad y contratos con marcas deportivas como las estrellas en activo. Su figura fue clave para ayudar a la NBA -la liga de baloncesto profesional estadounidense-, a internacionalizarse de forma definitiva. La liga ganó adeptos fuera de Estados Unidos en la década de 1980 con estrellas como Magic Johnson y Larry Bird y la rivalidad entre sus equipos, Los Angeles Lakers y los Boston Celtics. Pero fue Jordan con sus Chicago Bulls, junto a la presencia de los profesionales de la NBA en las Olimpiadas de 1992, lo que acabó de globalizar la liga. Su increíble capacidad deportiva, sumada a una imagen atractiva, a su competitividad feroz y a sus múltiples victorias crearon un aura que acabó transcendiendo al deporte. Sin ir más lejos, antes de firmar un contrato con él, Nike era una marca no muy conocida de zapatillas para runners.

Por todos estos motivos, El último baile, un documental dirigido por Jason Heir y realizado por el canal ESPN (distibuido en España por Netflix), también transciende lo meramente deportivo para entrar en la cultura pop. El documental se articula a través de dos fuentes: entrevistas exclusivas de Heir a Michael Jordan y a los protagonistas de la narración -compañeros, rivales, familiares, entrenadores, ...- y las imágenes grabadas durante la temporada 1997-1998, cuando los Chicago Bulls dieron acceso a un equipo de cámaras para que siguiera al equipo en su día a día: entrenamientos, vestuarios, y desplazamientos. La única condición era que el equipo podía solicitar en cualquier momento su retirada. Todas esas horas de grabaciones habían quedado inéditas hasta la fecha.

La temporada 1997-1998 fue muy importante para Jordan y para Chicago. Tras haber ganado 5 campeonatos en 7 años, en una serie de 3 seguidos, dos en blanco cuando Jordan se retiró temporalmente del deporte, más 2 seguidos más, la temporada empezó con turbulencias. Jerry Krause, el encargado del área deportiva y responsable de los fichajes que condujeron a crear un equipo ganador, decidió que esa sería la última temporada de Phil Jackson, el entrenador del equipo, y así lo anunció antes de empezar el curso. Eso provocó a todos los jugadores la sensación -acertada- que la dirección quería renovar una plantilla ya veterana y que ese sería su último año juntos. El propio Jackson, un tipo carismático y muy amigo de la motivación psicológica con sus jugadores, tituló la temporada como "El último baile"; un año en el que aspirarían a demostrar a todo el mundo (a Krause en particular) que aún eran capaces de ganar el campeonato.

La acertadísima dirección de Jason Heir y el increíble trabajo de montaje de Chad Beck, Devin Concannon, Abhay Sofsky y Ben Sozanski usan el hilo vertebrador de los sucesos de la temporada "del último baile" para realizar flashbacks que repasan la carrera deportiva de Jordan y los sucesos vitales que la marcaron -su compleja relación con su padre, su trayectoria en Chicago, el asesinato de su padre y su hartazgo con la fama y los medios-. Además aprovecha cada capítulo para profundizar en las figura de los integrantes más importantes de un equipo que a menudo se subestimó; gente que vivió a la sombra de la megaestrella. Por el documental pasan sus compañeros en diferentes etapas de su carrera; Scottie Pippen, Dennis Rodman, John Paxton, Steve Kerr, Horace Grant, BJ Amstrong o Toni Kukoc, comentando su lado de la historia. El documental les dedica a todos ellos algo de tiempo, contando de dónde vinieron y cómo se desarrollaron sus carreras, acercándoles al espectador. También aparecen los principales rivales deportivos a los que derrotó una y otra vez a lo largo de los años. Algunos de ellos, como Isiah Thomas, mantienen aún hoy en día una relación muy mala con Jordan. Otros no, pero todos admiten su terrible competitividad y coinciden que su forma de motivarse era encontrar alguna ofensa -real, como que le insulten o lo reten en la pista, o medio imaginaria, como que no lo saluden en un restaurante- para conseguir una actuación más brillante de lo habitual y en lo posible una victoria humillante sobre quien le ofendió. Uno de los puntos más divertidos del documental es el hecho que el director pone a veces fragmentos de las entrevistas ya realizadas a rivales y compañeros a Jordan en un tablet para obligarlo a reaccionar.

El último baile cubre con habilidad es la trascendencia de Jordan en la cultura popular a partir de principios de la década de 1990; su contrato con Nike, ventajoso para ambas partes, catapultó a la empresa y de paso popularizó un calzado que llevaba su nombre, las 'Air Jordan'. Su extraordinario talento deportivo, sumado a una gestión de imagen muy correcta y a la aura de invencible que comenzó a tener cuando Chicago finalmente despegó, fueron una combinación que enamoró a los anunciantes, que lo colocaron en todas partes. Uno de sus anunciantes tenia como lema "be like Mike" (sé cómo Mike). Toda esa publicidad contribuyó a crear un personaje totalmente público; de repente Jordan estaba bajo el escrutinio público mucho más que cualquier otro jugador de baloncesto, más que casi cualquier deportista. Este escrutinio se tradujo en críticas por su falta de implicación en la causa contra el racismo -célebre su frase, quizás algo sacada de contexto, "los republicanos también compran zapatillas"-, rumores y especulaciones sobre su gran afición a las apuestas e incluso en la publicación de un libro, Jordan Rules, que contaba las interioridades del vestuario de Chicago. Este libro contribuyó decisivamente a enrarecer las relaciones en todo el equipo, ya que dio pie a sospechas sobre qué jugadores o miembros del personal hablaron con la prensa y también puso sobre la mesa antipatías entre el manager del equipo, el entrenador y el propio Jordan.

El documental cubre todos esos temas y le pregunta a Jordan sobre ellos, incluida la teoría de la conspiración que afirma que Jordan no se retiró para jugar a baseball sino que en realidad fue castigado por la NBA por haber apostado en partidos de la liga. Jordan no elude ninguna de esas preguntas; su actitud durante la entrevista es relajada, parece poco preocupado por quedar bien y por la opinión de los demás. No se disculpa ni tiene remordimientos por casi nada; y aunque admite lo duro que fue status de personaje público durante años, no cae en la autocompasión. Lo que queda más claro sobre él es competitividad feroz, que convierte cualquier cosa en un juego en el que alguien tiene que ganar. También su envidiable capacidad de vivir el momento presente, algo que no sólo es útil para ganar partidos de baloncesto. Otras cosas que se hacen evidentes son sus aficiones desmedidas por el golf, los puros y a apostar por cualquier cosa; aunque su considerable fortuna no parece en riesgo por esas apuestas. Ese carácter tan duro, consigo mismo, pero también con los demás, junto a las entrevistas y a las imágenes de la temporada final, hacen que se pueda atisbar la complejidad de un equipo que era un auténtico caldero de personalidades dispares, donde ni siquiera ganándolo todo había demasiada concordia. Michael Jordan lideraba con mano de hierro el vestuario, presionando sin piedad a todo el mundo para que trabajara al menos tanto como lo hacía él -ni sus peores enemigos niegan su fanática ética de trabajo-. Su liderazgo no era amable ni conciliador, lo que podía resultar muy duro para personas que no fueran mentalmente fuertes. Su choques con Jerry Krause, su téorico jefe, también eran notorios; en el documental se lo ve reírse de él y ridiculizarlo sin piedad por su peso. El entrenador gestionaba con habilidad su relación con Jordan; su carisma y habilidad le permitían hacerse respetar, pero siempre teniendo en cuenta que la opinión de Jordan era decisiva.

La imagen que transmite Michael Jordan es la de un líder bastante tóxico; es agresivo y no duda en humillar y avasallar a sus compañeros para que rindan al nivel que él espera. Él mismo reconoce que no era fácil ser su compañero de equipo y que apretó las tuercas sin piedad a todo el mundo para lograr victorias y resultados que al final gustaron y beneficiaron a todos. Y sus compañeros no se lo echan en cara especialmente, muchos más bien lo disculpan. Pero hoy en día los modelos de cómo liderar han cambiado, incluso en la NBA, a una aproximación más amable, que intenta sacar lo mejor de cada uno sin usar la sumisión ciega y la humillación. Ciertamente el documental no muestra a los compañeros de Jordan que no lograron aguantar con él (también los hubo), sólo los que duraron; probablemente se creó una especie de selección entre los integrantes del equipo de Chicago, quedando sólo los que podían trabajar con la megaestrella.

En definitiva, El último baile me parece un documental tan fascinante como bien realizado. Como aficionado a la NBA desde crío, me ha encantado recordar imágenes de cuando la liga estalló en popularidad y competitividad, así como ver los entresijos de cómo se gestó la leyenda de invencibilidad de Michael Jordan, una de las megaestrellas globales más notables del deporte hasta la fecha. Para los no aficionados al baloncesto, el documental es también un fresco de personalidades fascinantes en conflicto.

(c) 2020 Jordi Flotats