EL HOMBRE INVISIBLE

Universal se ha aliado con Blumhouse para producir la historia clásica de El hombre invisible desde una perspectiva moderna. Leigh Whannell (Upgrade) ha enfocado la historia desde la perspectiva del abuso doméstico, creando una película de terror psicológico que funciona muy bien en buena parte gracias al excelente trabajo de Elizabeth Moss

Desde que Marvel demostró con su Cinematic Universe que, no sólo es posible juntar en el mismo universo cinematográfico a todos sus personajes e irlos cruzando en diferentes películas sino que también puede ser increíblemente rentable, todo el mundo parece haber intentado con más o menos éxito repetir la jugada. DC lo intenta con la Liga de la Justicia y sus integrantes (Superman, Wonder Woman, Aquaman y Batman), Star Wars produce series y spin-offs de sus películas principales y en 2017 la productora Universal intentó lanzar lo que llamaron el Dark Universe con La momia. Este Dark Universe tendría que ser un marco único para todos los monstruos y personajes icónicos que la productora lanzó con éxito durante años; la momia, Frankenstein, el Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, Drácula o el hombre invisible protagonizarían sus propias películas pero también compartirían un mundo coherente. El pinchazo de La momia, una película muy cara que vio muy poca gente y gustó poco a la crítica, provocó un parón en el proyecto. Para la siguiente película, El hombre invisible, se rebajaron las expectativas. Universal se alió con Blumhouse para producir una película de presupuesto muy pequeño, con menos acción y más terror. El elegido para escribirla y dirigirla fue Leigh Whannell, un colaborador habitual de James Wan que en 2018 demostró con Upgrade que era capaz de aprovechar un presupuesto limitado para crear una buena película. El resultado de la alianza ha demostrado ser bueno; la película, muy Blumhouse en cuanto a escenografía y efectos, es una metáfora en clave de terror de lo que es una relación abusiva, con una Elizabeth Moss en estado de gracia.

La historia empieza con una mujer, Cecilia Kass (Elizabeth Moss), escapando sigilosamente de una mansión ultramoderna junto al mar tras haber drogado a su esposo. Consigue huir por los pelos gracias a la ayuda de su hermana Alice (Harriet Dyer) y se refugia en casa de su amigo James (Aldis Hodge), un policía que vive con Sydney (Storm Reid), su hija adolescente. Cecilia está aterrorizada por su esposo Adrian (Oliver Jackson-Cohen), un científico millonario gracias a sus inventos en el campo de la óptica y un obseso del control. No se atreve a salir de casa de su amigo, ni siquiera cuando se entera de que Adrian se ha suicidado. Su cuñado Tom (Michael Dorman), el abogado de su marido, le comunica que heredará una buena parte de su fortuna, con la extraña condición de que se mantenga dentro de los márgenes de la ley. Primero Cecilia parece avanzar, se plantea buscar trabajo y empezar a retomar el control de su vida, pero pronto empieza a sufrir extraños y perversos acosos que le hacen pensar que su esposo aún está vivo y que de algún modo ha conseguido hacerse invisible. Los sabotajes, dirigidos a aterrorizarla y alienarla de sus amigos, empiezan a aumentar de intensidad. Pero cuando intenta explicar sus temores, todo el mundo, incluso sus seres queridos, piensa que está sufriendo problemas mentales.

Leigh Whannell ha escrito una guion con un enfoque que me ha gustado mucho; de la novela original y de la película de 1933 sólo toma la premisa básica, la del científico que descubre cómo hacerse invisible para terminar usando ese "poder" para hacer cosas terribles. El argumento que propone Whannell sigue esta premisa, pero con la diferencia que su científico estaba loco antes de su gran descubrimiento; Adrian ya maltrataba y anulaba a su esposa y en general a la gente que tenía cerca antes de saber cómo ser invisible. La tecnología le da medios más sofisticados para continuar haciéndolo. Esta distinción puede parecer sutil, pero en esta época que vivimos, donde el desprecio a la ciencia y la tecnología están bastante en boga, me parece relevante. La historia además es una metáfora perfecta del abuso y la violencia de género. Un abuso invisible, donde la víctima se va ahogando progresivamente sin que parezca que haya salida, porque esa invisibilidad hace el resto de la gente no la crea o no se la tome lo bastante en serio como para considerar una intervención.

Elizabeth Moss es una elección perfecta para el papel protagonista. Moss es una excelente actriz que en Mad Men y sobretodo en El cuento de la criada ha demostrado ser capaz de expresar emociones extremas de forma transparente y hermosa. Moss tiene una expresividad exquisita, es capaz de transmitir muchísimo sólo con la gestualidad, algo que la película aprovecha muy bien. El terror que quiere transmitir El hombre invisible es psicológico y lo leemos perfectamente en la cara de Moss. Ella es la protagonista absoluta, aparece en casi todas las escenas y toda la trama gira a su alrededor.

Lo que menos me ha gustado de la película es que se alarga un pelín demasiado; quizás funcionaría mejor con 15 minutos menos de metraje. Tampoco me entusiasmó su doble final; aunque comprendo su necesidad dentro del argumento, y me pareció que el final era satisfactorio, el falso final tenía más garra que el auténtico, generando así un poco de anticlímax. Los efectos visuales, muy basados en efectos prácticos, son eficaces; a veces con sólo una huella o la marca de peso de alguien en una silla ya es bastante para transmitir malevolencia.

Me parece que Universal ha tomado una decisión estupenda colaborando con Blumhouse para realizar El hombre invisible. La idea de un universo coherente puede ser atractiva económicamente, a veces también creativamente -como es el caso de Marvel o DC-, pero aplicarla a un grupo suelto de películas me parece estirar un poco demasiado el concepto. El hombre invisible me ha parecido una buena película, que ofrece un argumento y una producción muy buenas y un terror psicológico que funciona muy bien y que además resulta muy pertinente en el contexto social presente.

(c) 2020 Jordi Flotats