THE GENTLEMEN: LOS SEÑORES DE LA MAFIA

Guy Ritchie vuelve al thriller gamberro con el que se siente más cómodo y que representa su seña identitataria. Pero han pasado más de 20 años desde Lock & Stock y Ritchie ha trasladado la acción y los personajes en entornos donde se siente más cómodo. La película, a pesar de mostrar alguna señal de agotamiento de la fórmula, funciona y entretiene gracias al buen guion y a un reparto inspirado.

El director británico Guy Ritchie empezó su carrera con Lock & Stock (1998) y Snatch: Cerdos y diamantes (2000), dos películas ambientadas en el submundo criminal inglés que compartían un ritmo narrativo frenético, un humor gamberro y políticamente incorrecto, buenas dosis de violencia y una estética muy particular. Estas películas le dieron una notoriedad que le sirvió para entrar en Hollywood, donde su estilo se diluyó y entró en el mundo de los blockbusters con títulos como Sherlock Holmes, Operación UNCLE, Rey Arturo: La leyenda de Excalibur o la reciente Aladdin. A pesar de esto, periódicamente Ritchie vuelve con thrillers que intentan recuperar el tono de esos primeros trabajos; lo hizo en 2009 con Rockanrolla y ahora con su última película The Gentlemen: Los señores de la mafia. The Gentlemen cuenta una historia de mafiosos y traficantes, pero al igual que probablemente lo ha hecho la vida del guionista y director, estos se parecen haberse aburguesado; se mueven entre la clase acomodada y visten impecables trajes. De todas maneras, Ritchie demuestra sentirse cómodo con el formato y si bien la película no tiene la frescura de las originales, es muy entretenida y está bien realizada e interpretada.

La película arranca con el gangster Mickey Pearson (Matthew McConaughey), un americano afincado en Inglaterra desde su juventud, entrando en un pub y pidiendo una pinta y un huevo en escabeche. Mientras se lo toma, alguien aparece por detrás con un arma y se oye un disparo, no sabemos quien ha muerto. A continuación la acción se mueve a la casa de Raymond (Charlie Hunnam), el hombre de confianza de Mickey. Allí le espera Fletcher (Hugh Grant), un paparazzi que le pide 20 millones de libras en concepto de chantaje; si no se los paga, enviará los resultados de su investigación a su jefe, Big Dave (Eddie Marsan), que dirige un importante tabloide. Fletcher lleva meses investigando a Mickey Pearson, a sus asociados e incluso a sus enemigos; un espectador imparcial que ha recopilado tanta información que incluso ha escrito un guion cinematográfico con ella. Para convencer a Raymond que debe pagar, Fletcher empieza a contarle la historia.

A través de la voz de Fletcher conocemos a Mickey Pearson, que tiene un imperio de cultivo y distribución de marihuana. Sus contactos de juventud con la clase alta británica, muchos de ellos en posesión de grandes mansiones históricas difíciles de mantener, le ha permitido crear una red de invernaderos subterráneos por la campiña británica. Pearson es elegante y se mueve con facilidad por todo tipo de ambientes, lo que facilita la cobertura de sus actividades, pero también sabe ser brutal si es preciso. Está felizmente casado con Rosalind (Michelle Dockery), una mujer elegante que está al corriente de los negocios de su marido. Tal es su éxito, que Pearson ha decidido aprovecharlo para retirarse. Por eso se lo ofrece a cambio de una más que módica suma a otro americano elegante pero implacable, Yank Berger (Jeremy Strong). Pero no todo es placidez; Dry Eye (Henry Golding), un pequeño jefe mafioso que trabaja para el más influyente Lord George (Tom Wu), un traficante asiático de opiáceos, también se ofrece para comprarle el negocio, pero en términos algo ofensivos. Esto hace pensar a Pearson que quizás Lord George quiere absorberlo. Además un grupo de jóvenes vestidos con ridículos chandales entra en una de sus plantaciones -cuya localización sólo saben unos pocos- y tras apalear a sus empleados, le roban droga y cuelgan el video de su hazaña en redes sociales. Cuando Coach (Colin Farrell), un particular entrenador que enseña a luchar a jóvenes problemáticos para ayudarlos a no meterse en más problemas, ve que el video lo protagonizan alumnos suyos, se asusta y ofrece sus servicios a Pearson como disculpa.

El formato de historia-dentro-la-historia que propone es una de las cosas que mejor funciona de The Gentlemen. Hugh Grant, enorme en su papel de paparazzi tan amoral como barriobajero, ejerce como juez curiosamente imparcial de los hechos y añade pimienta a esta historia de mafiosos que se traicionan unos a otros de formas más o menos previsibles. Los flashbacks dentro de la narración permiten que la película sea muy dinámica y no aburra en ningún momento. El tono del guion es juguetón, humorístico casi todo el rato y políticamente incorrecto de forma deliberada. Básicamente me divirtió, aunque en algunos momentos el humor me pareció más rancio y tópico que incorrecto. Los actores están bien, pero sólo se les pide carisma; sus personajes son muy tenues. Aparte de Grant, el mejor personaje se lo lleva Colin Farrell, que incorpora un denso acento irlandés a ese redentor social tan particular. A Matthew McConaughey y especialmente a Michelle Dockery, cuyo personaje sirve sólo como interés romántico del protagonista, les sobra el talento para interpretar sus papeles.

The Gentlemen es una película bien escrita, bien rodada y bien interpretada que entretiene y probablemente gustará a los aficionados a los thrillers y al cine de Guy Ritchie. Pasé un buen rato viéndola, pero también me quedó la sensación de refrito respecto a otros trabajos del propio director.

(c) 2020 Jordi Flotats