ESTAFADORAS DE WALL STREET

Una historia basada en hechos reales en la que, por una vez, las trabajadoras de la noche son las que explotan a los hombres y no viceversa. La película cuenta con una Jennifer Lopez espectacular y una realización impecable pero efectista.

En 2015 la periodista Jessica Pressler publicó el artículo The Hustlers at Scores en la revista New York Magazine. La pieza trataba sobre un grupo de mujeres que trabajaban organizadamente para seducir y drogar a trabajadores de Wall Street con grandes carteras y cuentas de gastos para obligarles a gastar dinero en clubs con los que tenían acuerdos o directamente quedárselo. El artículo, basado en las conversaciones de la periodista con las dos principales organizadoras de la trama, llamó mucho la atención, por lo que no es extraño que ahora la escritora y directora Lorene Scafaria lo haya adaptado para el cine en Estafadoras de Wall Street, una película con una Jennifer Lopez estelar a la cabeza y gran influencia del Scorsese de Uno de los nuestros o El lobo de Wall Street en este retrato del materialismo y la avaricia.

La película está narrada como una serie de flashbacks en los que Destiny (Constance Wu) es entrevistada por la periodista Jessica Pressler (Julia Stiles) sobre los hechos en 2014. Pressler ya había hablado previamente con la antigua socia y amiga Ramona Vega (Jennifer Lopez). Los problemas económicos de Destiny, que cuida de su abuela, la motivan a empezar a trabajar como stripper en 2007 en el club neoyorkino Moves. En los clubs, las strippers sólo cobran lo que los clientes les dan como propina; de hecho, pagan parte de ese dinero al club para poder bailar allí. Los principios de Destiny son complicados, no gana mucho. Todo cambia cuando conoce a Ramona, la estrella del lugar; una bailarina excelente, pero sobre todo una veterana que sabe lo que hay que hacer para que los clientes, casi todos trabajadores de Wall Street dispuestos a tirar el dinero, gasten en ella. Se hacen amigas y Ramona le propone que trabajen juntas como dúo, algo más rentable y seguro para las mujeres. Destiny aprende mucho de su amiga y además empieza a ganar dinero; puede pagar las deudas de su abuela y empezar a gastar en sí misma. Poco después queda embarazada de su novio y decide retirarse para poder tener a su hija. Un tiempo después de nacer la niña, rompe con su novio y se queda sola y sin blanca de nuevo, por lo que decide volver a Moves. Pero las cosas han cambiado mucho; la crisis financiera ha azotado fuerte y los clientes gastan menos y suelen exigir sexo. Las propias strippers han cambiado, ahora trabajan allí emigrantes más desesperadas y más dispuestas a todo que sus antiguas compañeras. Cuando vuelve a encontrarse con Ramona, descubre que ahora se dedica a otra cosa; junto a alguna colaboradora, se dedica a enganchar a hombres y drogarlos disimuladamente con una mezcla de éxtasis y ketamina que los deja dóciles y con lagunas en la memoria. Cuando están en ese estado los pasean por clubs y los hacen gastar cantidades enormes de dinero que luego se reparten con los locales. Destiny se une a Ramona y empieza a tener éxito de nuevo; sus víctimas son tipos con dinero que no están dispuestos a reconocer que los han timado unas strippers. Muchas veces se dejan persuadir para que crean que se han corrido una juerga con las mujeres y repiten de nuevo. Todo les va tan bien que empiezan a buscar a más mujeres para extender su operación. Ramona y Destiny empiezan a discutir precisamente porque la primera se pasa de ambiciosa, recluta sin demasiado criterio a las mujeres; no saben manejar a los hombres ni las situaciones.

Desde hace ya años la figura de la stripper, antes una profesión considerada degradante e indigna, se ha reevaluado en parte en la cultura pop, haciendo que la mujer tomara en parte el control y se aprovechara de la misoginia y el sexismo en la sociedad que hacen posible esa profesión. Estafadoras de Wall Street recoge esta imagen retratando a unas mujeres que toman el control desde el principio, usando a los hombres como cajeros automáticos, primero de forma voluntaria y luego de forma más forzosa. Unos hombres que en general no parecen muy dignos de lástima; son superficiales, sexistas y obscenamente derrochadores. Y encima trabajan en Wall Street. Por ese motivo los robos de las mujeres tampoco causaron mucha indignación cuando el caso se destapó; las llegaron a llamar Robin Hoods, a pesar de que si bien robaban a los ricos, luego se lo quedaban. La película las retrata de una forma algo más compleja; no muestra simpatía por los clientes y sí que las pinta como un grupo unido, con familias a las que quieren, pero también como personas materialistas y ávidas de dinero. Tal como dice el personaje de Ramona, "todo el país es un clup de striptease. Están los que tiran el dinero y los que bailan"; y todo el mundo quiere ser el que tira el dinero, ellas las primeras.

Este mensaje es que guía la dirección de Scafaria, con unas imágenes coloridas que celebran el materialismo de los personajes y las situaciones. La película tiene el aspecto y el montaje de un videoclip, con momentos resaltados y movimientos de cámara fluidos. Las actrices, especialmente las dos protagonistas, están muy bien en sus papeles. Jennifer Lopez usa su considerable carisma y atractivo para crear una mujer feroz, compleja. Además demuestra su capacidad como bailarina en una escena inicial impactante.

Probablemente Estafadoras de Wall Street no pasará a la historia del cine, es una película correcta, está bien realizada e interpretada pero no tiene el valor de ir hasta el final con su planteamiento. La película evita entrar del todo en la ambigüedad moral en la que viven sus protagonistas, prefiere quedarse en la superficie de lo que explica. A pesar de eso la calidad de la producción hace que merezca la pena darle una oportunidad.

(c) 2019 Jordi Flotats