JAM

Sabu crea una película muy a su estilo, con tres historias entrelazadas que mezclan thriller, comedia y drama que el director explica con su ritmo trepidante habitual.

El director japonés Hiroyuki Tanaka, más conocido como Sabu, está en un periodo de gran actividad; ha rodado dos películas en menos de dos años, primero Jam y después Dancing Mary. Ambas películas tienen las señas de identidad del director, más cuando ambos guiones son también suyos, pero quizás Jam es la que mejor ejemplifica su cine; mezcla de géneros con el thriller como centro, ritmo narrativo frenético, personajes excéntricos y el papel importante de la casualidad en los argumentos.

Jam transcurre en su totalidad en menos de un día en la localidad japonesa de Fukuoka. Allí la trama sigue a varios personajes cuyas historias se acabarán cruzando en mayor o menor medida. Por un lado está Hiroshi (Aoyogi Sho), un cantante de enka (un tipo de balada romántica). Hiroshi canta -resignada pero profesionalmente- en clubs para una audiencia formada en su totalidad por mujeres ancianas o de mediana edad que lo adoran. Tras uno de estos conciertos, una fan acérrima, Masako (Mariko Tsutsui), lo droga y lo secuestra con el objetivo de que le componga una canción para el concierto que realizará al día siguiente en un centro cívico. Por otro lado está Takeru (Machida Keita), que pasea por la ciudad en su viejísimo Nissan buscando buenas acciones para realizar porque cree si realiza tres buenas obras al día durante un tiempo su novia, que quedó en coma tras ser herida en un tiroteo, despertará. Casualmente se encuentra con dos tipos (Yagi Masayasu and Akiyama Shintaro) que lo convencen para llevarlos al día siguiente en una sala de conciertos; él no lo sabe, pero son dos de los que dispararon a su chica y pretenden usarlo como conductor para un robo en el concierto del centro cívico del día siguiente. El tercer hilo argumental lo protagoniza Tetsuo (Suzuki Nobuyuki), que acaba de salir de la cárcel. Estuvo allí porque sus dos compañeros de robo -sí, en efecto, los dos que van a robar al centro cívico- lo dejaron tirado mientras huían. Así que cuando sale lo primero que hace es ir a por ellos con un martillo, tras lo cual se va a casa de su abuela, la prepara en su silla de ruedas y la empieza a conducir por la calle mientras miembros de bandas lo atacan por haber agredido a sus dos ex compañeros. Él se defiende con una brutalidad extrema, pero los combates lo van desgastando a medida que acumula golpes y heridas.

Jam es una película narrada con un ritmo muy alto; SABU pasa de una historia a otra con fluidez, como un malabarista que va moviendo las bolas sin que caigan al suelo. La película empieza con un corte trepidante de lo que será el final seguido de flashbacks de las historias de los protagonistas que lo han provocado. De las tres historias la más sólida y la más divertida es de lejos la del cantante, muy bien interpretado por Aoyogi Sho y de su stalker chiflada, interpretada aún mejor por Mariko Tsutsui. La actriz logra dotar de patetismo y humanidad a un personaje muy fácil de ridiculizar. Las otras dos historias son bastante más planas; la del chico que quiere realizar buenas acciones sirve como pegamento a las demás, mientras que la del chico que acompaña a su abuela contiene escenas de acción tan brutales como bien realizadas. Sólo la historia del cantante se aguantaría por separado sin ayuda de las demás, y quizás la del chico y su abuela si se dotara de más contexto.

Como es habitual, Sabu no respeta las etiquetas de género, mezcla acción con drama y comedia sin fisuras. Tampoco es novedad su gusto por los personajes marginales y las situaciones salidas de madre, así que la película gustará a los aficionados al cine de este director, aunque no sea su mejor trabajo. Para mi gusto Jam es una buena película, muy entretenida y si se entra en su particular humor, muy divertida, pero está lejos de ser redonda, se le notan demasiado las costuras entre historias y no todas tienen el mismo interés.

(c) 2019 Jordi Flotats