Crónica del quinto día del Festival. Películas vistas: Starfish, Judy & Punch, Body at Brighton Rock y The Lighthouse (El Faro)
Hoy se ha presentado en el Auditori la ópera prima del director español Óscar Martín, Amigo, una película entre la comedia negra, el thriller psicológico y el horror protagonizada por David Pareja y Javier Botet, quien también colabora en el guion y es productor ejecutivo. Botet, al que ya vimos ayer en la fantástica Ventajas de viajar en tren, ha recibido el premio Màquina del Temps del Festival por su contribución al género, con casi un centenar de interpretaciones en franquicias como Alien, Insidious o It, hasta la mítica niña de Medeiros de la saga REC de Jaume Balagueró o la inquietante criatura de The Conjuring 2. Botet se ha mostrado encantado por el premio y ha manifestado su afinidad con el Festival, donde procura venir a ver cine desde que se proyectó REC hace once años.
Tras Amigo, se ha proyectado el thriller español El asesino de los Caprichos, de Gerardo Herrero. Antes de la proyección el Festival ha entregado el premio Màquina del Temps a su protagonista, Maribel Verdú, una actriz presente en buena parte de las grandes producciones del cine español desde su debut a los quince años. Su presencia en el cine fantástico ha sido puntual pero apreciable con papeles en El laberinto del fauno, Blancanieves, Tetro o incluso Superlopez.
Yo empiezo mi día en la sala Tramuntana viendo Starfish, del director estadounidense A.T. White, que la presentó acompañado del director de fotografía español Alberto Bañares. White comentó que el proyecto era una obra muy personal y deseó que le gustara a todo el mundo, pero que entendería que algunos la odiaran. En mi caso acertó bastante; no llegué al odio, pero no me faltó demasiado. La película empieza con la joven Aubrey (Virginia Gardner) volviendo a la ciudad para el entierro de su amiga Grace (Christina Masterson). Aubrey, rota de dolor, se cuela en casa de Grace para pasar la noche. Por la mañana descubre que el mundo parece haber terminado; no parece haber supervivientes aparte de ella misma. Todo parece haber sido causado por una misteriosa señal. Tras pasar unos días en casa de su amiga descubre una cinta de cassete casera etiquetada "THIS MIXTAPE WILL SAVE THE WORLD." (esta mezcla de canciones salvará al mundo). En apariencia hay siete cintas como esa escondidas en lugares de la ciudad. Rota de dolor y soledad, Aubrey se dedicará a recorrer lugares que significaron algo para ella y su amiga para ir recopilando cintas. En esas salidas se encontrará con criaturas monstruosas que empiezan a poblar el mundo y de las cuales deberá escapar. El misterio está en saber qué sucederá cuando tenga todas las cintas.
Contada de este modo Starfish parece una película con un argumento coherente. No es así, o al menos a mi no me lo pareció. La película, prácticamente desprovista de diálogo -incluso en los flashbacks-, tiene muchas secuencias de Virginia Gardner, sin duda una chica carismática, moviéndose por diferentes escenarios mientras suenan canciones, algo que me dio sensación de estar viendo una serie de videoclips; bien realizados y elegantes pero algo vacíos de contenido. No me cabe duda de que A.T. White quería contar muchas cosas en la película, pero no se molesta demasiado en transmitirlas de forma inteligible. No me quedó clara la naturaleza del fin del mundo, ni de las criaturas, ni del papel de las cintas. No me quedó clara la relación exacta entre Clara y Grace, ni el motivo que provocó su alejamiento. Ni siquiera me quedó claro si lo que acababa de ver era el delirio de la protagonista o una historia apocalíptica. Aunque formalmente la película es bonita, narrativamente me pareció un fiasco.
Continuo el día en el Auditori para ver la película australiana Judy & Punch, el debut en la dirección de Mirrah Foulkes. La película transcurre en el pueblo de Seaside, llamado así pese a estar en el interior con la esperanza que con el tiempo el mar llegue a sus afueras, en una época indeterminada. En Seaside la gente vive asustada la una de la otra, pendiente de cualquier excentricidad o diferencia en los demás para poder acusarlos de brujería y lapidarlos en el Día del Apedreamiento que se celebra regularmente con la presencia de todo el pueblo. Allí vive el matrimonio formado por Judy (Mia Wasikowska) y Punch (Damon Herriman); ella nació en la zona, pero se fue y volvió con esposo y un bebé. Ambos se dedican a organizar un espectáculo de marionetas en el teatro local, no en vano Punch se considera "el mejor marionetista de su generación". Pero quien parece realizar la mayor parte del trabajo y tener el talento es Judy, mientras que Punch es un alcohólico más pendiente de la tabernera que de su familia y trabajo. Un día, tras un accidente Punch mata a su bebé, y cuando se entera Judy y se lo recrimina, le da una paliza, la da por muerta y los abandona a ambos en el bosque. Tras eso, acusa a los ancianos criados que comparten su casa (Brenda Palmer y Terry Norris) del delito, que son automáticamente acusados de brujería y sentenciados a la horca. Pero Judy no está muerta, es rescatada por un grupo de gente que vive en el bosque, huyendo de los juicios por brujería. Allí, una vez recuperada, tramará su venganza.
Judy & Punch es una película muy curiosa; su ambientación en un pueblo del pasado de aspecto genérico -podría aparecer tanto en una película de vampiros como en un drama rural- con toques postmodernos, como unos forajidos haciendo yoga mientras suena Leonard Cohen le da un aire de fábula que le pega mucho al argumento. Su tono, que oscila entre el humor absurdo de los Monty Python y la reivindicación, también me gustó mucho; la película es ligera y divertida, pero su humor no rebaja su mensaje en favor de la diversidad y en contra del sexismo. Otro punto fuerte es el reparto; Mia Wasikowska y Damon Herriman lideran un conjunto de actores con mucho talento y vis cómica que hacen que los gags funcionen a la perfección. Una muy buena película con un guion muy inteligente y unos valores de producción muy altos, me lo he pasado en grande viéndola.
Por la tarde vuelvo a la Tramuntana para ver Body at Brigthon Rock, una película estadounidense de Roxanne Benjamin. La protagonista absoluta de la película es Wendy (Karina Fontes), una joven que trabaja a tiempo parcial en un parque natural como trabajo de verano. Tanto sus supervisores como sus compañeros piensan que es alocada y que no está preparada para ningún trabajo de responsabilidad o dentro de los bosques del parque. Pero ella tiene ganas de demostrarles lo contrario, por lo que un día logra que una compañera le cambie la asignación y sale sola a la montaña con la misión de seguir los caminos y reemplazar las hojas informativas del parque para los visitantes. Todo va bien hasta que se extravía y encima pierde el mapa; acaba en la cima de un pico por la tarde. Y por si fuera poco se encuentra un cadáver cerca de allí. Alarmada, llama en busca de ayuda, pero le dicen que no podrán enviar a nadie a buscarla hasta la mañana siguiente y que su obligación es quedarse cerca del cadáver para asegurar la zona para los forenses. Por si no estuviera lo bastante asustada, se encuentra con un excursionista que le dice que probablemente la causa de la muerte no fuera una caída. Wendy pasará una noche terrible, enfrentándose a sus miedos.
Body at Brigthon Rock tiene una historia que encajaría mejor como episodio de Twilight Zone que como largometraje. Le sobran al menos veinte minutos de escenas de relleno y su conclusión es bastante absurda. La película además tiene una banda sonora que parece una parodia de las bandas sonoras del cine de terror; la música suena a toda mecha todo el rato, transmitiendo tensión en momentos que no pasa nada, añadiendo sustos convenientemente espaciados mediante el abuso del volumen. El argumento, al estar alargado tiene bastantes escenas absurdas, con una protagonista tan torpe que me hizo dudar de si la película pretendía ser un thriller de terror o un comedia. El reparto es tan amateur como la realización, dando un aire de serie B -sin encanto- al conjunto. Me ha parecido una muy mala película, de lo peor que he visto hasta ahora en este Festival.
Termino mi día en un Auditori lleno hasta arriba para ver The Lighthouse (El Faro), el segundo trabajo del director Robert Eggers tras The Witch, su fantástico debut. The Lighthouse (El Faro) es una película muy ambiciosa; rodada en blanco y negro y en formato de imagen 1.19:1 (casi cuadrada), la película transcurre por entero en una minúscula isla rocosa donde la única edificación es un faro. Al inicio de la cinta se produce el relevo de los cuidadores del faro; los dos reemplazos son Thomas Wake (Willem Dafoe), un veterano ex marinero cojo y su ayudante, Ephraim Winslow (Pattinson). Ambos deberán pasar un mes en la isla realizando el mantenimiento de las instalaciones y cuidando la mecánica del faro para que no se apague. Winslow es un tipo callado, que parece decidido a cumplir con las regulaciones sin meterse en líos, pero eso es difícil, teniendo en cuenta que Wake lo trata tiránicamente, asignándole las tareas más ingratas y exigiéndole siempre más a grito pelado. Además no deja de insistirle para que se una a él en sus borracheras nocturnas, algo que siempre rechaza. El mes pasa lentamente para Winslow, sometido a trabajos durísimos bajo condiciones difíciles; su compañero se dedica exclusivamente a beber, explicar batallitas de cuando era marinero, echarle broncas y cuidar de la luz del faro, algo que realiza de forma casi religiosa, encerrándose cada noche en la cumbre del edificio. Por si eso fuera poco, se entera que su predecesor se volvió loco y murió en uno de sus turnos. Pero logra aguantar el mes entero y en la última noche finalmente accede a brindar con Wake. Un brindis que degenera rápidamente en una borrachera tremenda. Al día siguiente, el barco que tenía que relevarles no aparece, probablemente por el mal tiempo. Un mal tiempo que parece alargarse días y días, que transcurren en medio de un sopor alcohólico que acaba de deteriorar el estado mental de ambos hombres.
The Lighthouse (El Faro) es ante todo una película preciosa visualmente; la fotografía en blanco y negro y la relación de aspecto de la pantalla le dan una claridad y unos claroscuros perfectos para el relato gótico que desarrolla. Un relato que puede leerse en varias claves; tanto puede ser una crónica del descenso a la locura como una historia de terror llena de tintes ominosos. La fotografía de Jarin Blaschke junto a la banda sonora de Mark Korven le dan a la película un aire de pesadilla, con momentos totalmente infernales, como las escenas donde Winslow carga carbón a la caldera, ensordecido por la sirena del faro. Willem Dafoe y Robert Pattinson realizan interpretaciones magistrales que se complementan perfectamente entre sí; Dafoe compone un personaje que empieza como el estereotipo del viejo lobo de mar, pero que pronto muestra su malicia y sus obsesiones. Pattison realiza un retrato perfecto de la rabia contenida durante buena parte del metraje, expresada a través de la fisicidad de sus tareas cotidianas, hasta que finalmente explota y se conocen más sus motivos para estar en ese lugar maldito.
The Lighthouse (El Faro) me ha parecido una película excelente, una propuesta original y arriesgada, llevada a cabo con gran maestría técnica y narrativa. Con ella Robert Eggers confirma que es un director personal, más interesado en la oscuridad interior de sus personajes que en los mecanismos del cine de terror. He disfrutado mucho con esta proyección, ha sido una manera fantástica de terminar un día un poco irregular.
(c) 2019 Jordi Flotats