TIEMPO DESPUÉS

José Luis Cuerda vuelve a la comedia surrealista con una hija espiritual de Amanece, que no es poco. Ambientada en un futuro muy lejano, el mundo sólo contiene un Edificio Significativo, donde viven las fuerzas vivas de la sociedad, rodeado de unos suburbios donde viven los parados de forma miserable. La película tiene momentos brillantes de humor, pero su punto fuerte es la lúcida crítica social de su argumento.

En mi opinión Amanece, que no es poco es una de las comedias más brillantes que ha dado el cine español. Escrita y dirigida en 1989 por un José Luis Cuerda en estado de gracia, la cinta subvierte todos los tópicos de la comedia española de las décadas de 1960 y 1970 en clave surrealista, creando una serie de viñetas absolutamente geniales ambientadas en un pueblecito de la España más rural e interpretadas por muchos de los actores que protagonizaron esa comedia española ramplona, inofensiva y soterradamente reaccionaria de los años de la dictadura franquista. Además de funcionar como comedia de forma casi perfecta, la película también avisa que la España democrática de la década de 1980 no es tan distinta de la de los años oscuros de la dictadura. En una clave parecida, en 1995 Cuerda dirigió Así en el Cielo como en la Tierra una visión satírica del cielo como, una vez más, un pueblecito español. La película tiene una primera mitad brillante para perder un poco de fuelle hacia el final, aunque de todos modos es un trabajo estimable. Con su último trabajo, Tiempo después, Cuerda vuelve al surrealismo para entregar una comedia ácida y bastante amarga que retrata a una sociedad española -y no sólo española- sufriente pero adormecida.

La acción transcurre en el año 9177, una época en que el mundo entero se ha reducido a un enorme rascacielos situado en el medio del desierto. En este Edificio Representativo viven la élite y las fuerzas vivas de la sociedad; el rey -un Gabino Diego vestido de Rey de Bastos-; el elegido democráticamente alcalde (Manolo Solo); Méndez (Blanca Suárez), su jefa de gabinete; dos guardias civiles (Miguel Rellán y Daniel Pérez Prada); dos policías municipales (Raúl Cimas y Joaquín Reyes); un almirante (Fernando González); el reaccionario sacerdote (Antonio de la Torre), un fraile franciscano (Pepe Ocio) y una monja (María Ballesteros) como representantes del clero y el conserje (Carlos Areces). Dado que en el Edificio se practica una economía de mercado con libre competencia, hay tres negocios de cada tipo; aunque por el momento sólo hay dos barberías: la muy exitosa de Agustín (Berto Romero) y la ruinosa de Justo (Arturo Valls). Fuera del Edificio está el resto del mundo, los parados, viviendo en campamentos míseros mientras una megafonía machacona -con la voz de Andreu Buenafuente- les recuerda que ese es el lugar que les corresponde en el mundo. Cuando uno de los parados, interpretado por Roberto Álamo, decide presentarse en el Edificio para intentar vender limonada, el orden establecido parece tambalearse.

Tiempo después tiene unos diálogos llenos del humor surrealista tan característico de José Luis Cuerda, que como siempre, viene a condensar el mundo en la ideosincrasia de un pueblo castellano. Ese tipo de humor que ha influenciado a muchos humoristas que han venido después como los que salieron de El Terrat o los de la Hora Chanante, muchos de ellos presentes en esta película. El reparto es desde luego estelar; a todos estos humoristas se les suman grandes actores, algunos, como Gabino Diego o Miguel Rellán, ya estuvieron en Amanece que no es poco, otros, como Antonio de la Torre o Roberto Álamo, debutan con éxito en este tipo de cine tan peculiar. A pesar de este reparto tan bien elegido y tan entregado, los sketches son algo irregulares; algunos son brillantes, otros me parecieron más planos. La película alterna la acción con disgresiones, algunas geniales, como las visitas de ultratumba del barbero asesinado o algunas conversaciones entre los representante de la juventud rebelde, otras no tanto. Digo esto porque me resultó imposible no compararla con Amanece que no es poco, algo que reconozco que es injusto; si no se tiene en cuenta ese referente, es una comedia muy por encima de la media.

Además de ser una comedia, Tiempo después me pareció una crítica muy perspicaz de nuestra sociedad. La película implica que no sólo no han cambiado mucho las cosas desde la dictadura, sino que además ha conseguido alienarnos para que la precariedad y la explotación nos parezca algo normal. Nos pinta una sociedad dominada desde las élites; capitalista de nombre, pero sin competencia real; con una gran parte de la población viviendo de forma precaria, asumiendo que así son las cosas. ¿A alguien le suena familiar? Ese mensaje y la tristísima conclusión de la película me parecieron desoladoramente lúcidos, pero tremendamente necesarios en los tiempos de postverdades en los que vivimos.

(c) 2019 Jordi Flotats