Crónica del noveno día del Festival. Películas vistas: Diamantino, Upgrade y Overlord
Hoy Ed Harris y Peter Weir han continuado siendo protagonistas del Festival. El primero ha tenido un encuentro con prensa y público donde ha manifestado que “actuar es para mí una manera de vivir y de mirar el mundo, de existir en él. Me hace crecer, no tanto a nivel artístico, sino como ser humano”, comentaba el protagonista de Abyss a la prensa. Encantador y profesional, Harris se ha mostrado “honrado por la invitación del Festival y por recibir el Gran Premi Honorífic”, máximo galardón que se le entregará en la jornada de clausura de mañana.
En el apartado de premios, hoy se ha entregado la María Honorífica a Josep María Queraltó, miembro de la European Film Academy, de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España y Miembro de Honor de la Acadèmia del Cinema Català. Queraltó es uno de los coleccionistas de material de cine más importantes de Europa. Nacido en Vallbona de les Monges (l’Urgell), ha reunido durante casi 40 años más de 20.000 piezas relacionadas con la técnica cinematográfica.
Aparte de Ed Harris, hoy la noticia del día del Festival ha sido la polémica presentación del debut cinematográfico del famoso youtuber Wismichu (Ismael Prego), Bocadillo. El youtuber ha presentado la película en un cine Retiro lleno hasta arriba y luego se ha marchado. La película ha resultado ser un gag de dos personajes y menos de dos minutos repetido en bucle durante una hora y cuarto, cambiando sólo el vestuario o los ‘actores’. Tras el monumental cabreo de la mayor parte de la sala -al parecer ha habido gritos, insultos, gente saliendo del cine-, en la salida había gente grabando las reacciones del respetable. Más adelante se ha conocido que realmente Bocadillo era una performance y una broma. Lo que al parecer interesaba a Wismichu era la reacción del público, que se reflejará en un futuro documental, la auténtica película. Según el youtuber, la performance reflejaba tres cosas: la primera que los números valen más que el talento, indicando lo poco que le ha costado que le financien cuando hay gente con talento que no puede realizar sus proyectos; la segunda la credulidad de la gente, ya que según él todo el mundo se creyó lo que dijo sobre la película sin verificar nada ni darse cuenta de las pistas que indicaban que todo era un montaje; y la tercera que la gente tiene prejuicios sobre los creadores nativos de internet, ya que mucha gente le criticaba como director antes de haber visto nada. Personalmente creo que payasadas como esta no le van a hacer ningún favor a la credibilidad de los creadores nativos de internet. También que hay otra conclusión: no aprendemos; probablemente nada de todo esto perjudicará el éxito de Wismichu, al contrario. Nos encanta reírnos de las bromas a costa de otros. Aquí creo que el Festival ha patinado permitiendo esta performance; los asistentes no lo merecían, no creo haya hecho nada para fidelizar a un público diferente del habitual -al contrario- y no que aporte ningún beneficio al prestigio del certamen.
Yo empiezo el día de películas viendo Diamantino en el Auditori. La película es una una coproducción entre Portugal y Brasil de los directores Gabriel Abrantes y Daniel Schmidt. El protagonista de la película es Diamantino (Carloto Cotta), una superestrella del fútbol portuguesa, cuya semejanza con Cristiano Ronaldo no parece ser meramente casual. A diferencia del personaje real, Diamantino es un ser inocente, infantil y bienintencionado en cuya cabeza sólo parecer tener cabida el fútbol. Cuando juega y está a gusto, para él el campo está poblado por cachorros gigantes peluditos que flotan en una niebla rosada. No parece interesarle el sexo ni que toda la incesante publicidad que hace de él un mito le afecte en absoluto. Todos sus asuntos los maneja su anciano padre, un hombre bondadoso que lo cuida y lo aísla de los problemas mundanos. Las cosas toman un giro dramático para Diamantino cuando falla un penalti decisivo que daría el empate a Portugal en la final del Mundial y su padre muere. Queda devastado, aislado en su enorme casa antigua cerca del mar y a merced de sus dos malvadas hermanas gemelas (Anabela y Margarida Moreira). Conmovido por lo que ha podido presenciar casualmente desde su yate, decide adoptar a un refugiado, hecho que aprovecha una rama del gobierno para infiltrar a la agente secreta Aisha (Cleo Tavares) como niño refugiado. Su trabajo es encontrar las supuestas evasiones fiscales del futbolista. Por si fuera poco sus hermanas cobran para "alquilarlo" a una oscura rama del gobierno que decide, por un lado usarlo en una campaña patriótica ultranacionalista y xenófoba para salir de la Unión Europea -Portugal volverá a ser grande de nuevo- y por otro para meterlo en un estudio genético para determinar la naturaleza de su genio que tendrá inesperadas consecuencias en su cuerpo.
Diamantino es una película que trata multitud de temas controvertidos con tono ligero y un aire de cuento de hadas. La película mezcla el thriller de ciencia-ficción con sexualidad queer y crítica política con un tono ligero y una narración (falsamente) inocente. Visualmente la película es tan variada como su trama. Los directores parecen haber planeado con cuidado la mezcla de fragmentos con la imagen granulosa con otros brillantes y nítidos. La fotografía de Charles Ackley Anderson se adapta perfectamente a esta sólo aparente locura. El diseño de vestuario y producción también están muy logrados; el retrato de las ideas que tenemos de la celebridad están conseguidísimos. Algunos se basan directamente en la realidad, como un anuncio de ropa interior, otras son graciosamente exageradas, como una ropa de cama estampada con las fotos de Diamantino.
Diamantino no es una película perfecta, pero sí un trabajo meritorio. Un gran despliegue de imaginación e ideas que me resultó tan entretenida como fascinante. Además de su mensaje de tolerancia, su tono gentil me pareció refrescante en los tiempos de crispación y enfrentamiento que vivimos.
Tras Diamantino me vuelvo a meter en el Auditori para ver Updgrade, de Leigh Whannell. La película es una modesta producción de ciencia-ficción con buenas dosis de violencia que evoca sin complejos y con bastante humor clásicos de los 80 como Terminator o Robocop. La acción se ambienta en un futuro algo distópico donde la vigilancia y la privacidad han disminuido, la mayoría de coches son autónomos, la policía confía cada vez más en drones para la vigilancia y se empiezan a poner implantes artificiales en personas. El protagonista es Grey (Logan Marshall-Green), un tecnófobo que se dedica a reparar y vender muscle cars antiguos y aún tiene una colección de vinilos. Está felizmente casado con la mucho más tecnológica Asha (Melanie Vallejo).
Tras un accidente con su coche automático, su esposa es asesinada por un grupo de delicuentes. Él sobrevive, pero queda tetraplégico, paralizado de cuello para abajo y atado a una silla de ruedas de por vida. Cuando parece estar a punto de tocar fondo anímicamente, es contactado por uno de sus antiguos clientes, el genio tecnológico Eron Keen (Harrison Gilbertson). Éste le ofrece probar su última y más revolucionaria invención, STEM, un implante de inteligencia artificial que sería colocado en su columna y que le permitiría volver a sentir y mover su cuerpo. El único precio sería firmar un acuerdo de confidencialidad que le impide revelar ningún detalle a nadie sobre el invento. Tras aceptar todo parece ir fantásticamente, pero pronto descubre un hecho algo inquietante: STEM le habla; se comunica con él como una voz en su cabeza. Es mucho más que una ayuda al movimiento, parece tener acceso a todas sus percepciones, comunicación con los sistemas informáticos y gran inteligencia. Grey intenta usarlo para que le ayude a encontrar a los asesinos de su esposa. Cuando las cosas se ponen feas, le deja tomar el control de su cuerpo para que luche por él con sangrientas consecuencias para sus rivales.
La película cuenta con un guion muy resultón; no explica nada que no se haya explicado ya, pero lo hace con ritmo y sentido del humor. La dirección de Leigh Whannell es muy buena y las escenas de acción excelentes. Me lo he pasado en grande junto al resto del Auditori.
Termino el día en el Retiro viendo Overlord, de Julius Avery y producida por J.J. Abrams. La película es una mezcla de cine bélico y de terror ambientada en un pueblecito de la Francia ocupada por las tropas alemanas justo la noche antes del día D, el desembarco de tropas aliadas en Normandía a finales de la Segunda Guerra Mundial.
La acción arranca con un grupo de paracaidistas volando de noche sobre Francia; su misión es saltar, reagruparse e ir a un pueblo francés para volar una antena de radio. Pero el intenso fuego antiaéreo derriba el avión cuando estaban a punto de saltar y sólo sobreviven cuatro integrantes del pelotón; Ford (Wyatt Russell), un experto en explosivo que por rango y veteranía pasa a liderar el grupo; Boyce (Jovan Adepo), novato y el protagonista de la película; un rudo francotirador (John Magaro) y Rosenfeld (Dominic Applewhite), otro aterrorizado novato. Los cuatro se dirigen hacia el pueblo cuando se topan con una inesperada aliada, Chloe (Mathilde Ollivier) una joven que reside en el pueblo donde se dirigen, donde vive con su hermano pequeño y su tía enferma. Cuando llegan al pueblo, Chloe les esconde en su casa, pero ven que la misión va a ser muy complicada. La antena está en la torre de la antiquísima iglesia, pero alrededor y debajo los alemanes han construido un búnker que aloja una pequeña guarnición y lo que parece ser algún tipo de laboratorio de investigación donde los alemanes conducen de vez en cuando a habitantes del pueblos y no se los vuelve a ver. O peor, salen con terribles deformidades. Tras un tira y afloja con el comandante de la guarnición, Wafner (Pilou Asbaek), que chantajea a Chloe para que se acueste con él, Boyce logra infiltrarse en el búnker, donde descubre auténticos horrores; parece que están intentando crear supersoldados monstruosos. Tras lograr huir, debe convencer a sus compañeros que no sólo deben destruir la antena; deben acabar con todo lo que hay allí dentro.
Overlord es una película muy curiosa. En su primer tramo, hasta llegar al pueblo es una película bélica muy bien rodada. La escena inicial de los paracaidistas en el avión castigado por las defensas terrestres es modélica, rodada con gran tensión, acercando al espectador al miedo de los soldados. En el tramo central se presenta al villano -malo, malo, malísimo-, a los propios miembros del pelotón y la situación del pueblo. Esta parte es más tópica; el protagonista es muy buen tipo, Ford está curtido y algo embrutecido por la guerra, el francotirador es un cínico con corazón de oro y el nazi no puede ser más malvado. En el momento en el que Boyce entra en el laboratorio de los horrores la película da un giro muy bienvenido hacia el pulp y el terror. En su parte final es una midnight movie de pleno derecho, con acción, bastante sangre y luchas inverosímiles pero muy satisfactorias. Su resolución final de la historia me gustó mucho.
Cada una de esas partes está muy bien rodada e interpretada y funciona bien en sí misma, quizá excepto el tramo central, que encontré un pelín demasiado largo. Pero en mi opinión la mezcla no termina de funcionar. Me dio la sensación que la película quiere llegar tanto al público que gusta de una película bélica convencional como a los fans del terror que quieren ver zombies nazis. Pero con eso se arriesga a que los primeros le recriminen la locura final y los segundos lo corta que resulta esa parte comparada con el resto. Personalmente yo me incluiría en el segundo grupo; aunque en general la película me gustó, me faltó locura y un poco más de sentido del humor.
(c) 2018 Jordi Flotats