ANIARA

Crónica de un viaje a ninguna parte

Aniara es el primer largometraje que dirigen los suecos Pella Kagerman y Hugo Lilja. La película es una adaptación libre del poema épico de ciencia-ficción escrito por Harry Martinson en 1956. La película es una ambiciosa propuesta que contempla la maravilla y la desesperación resultantes de la contemplación del abismo. Su narración es más interior, sobre lo que pasa por la cabeza de los personajes, que exterior, sobre los hechos externos que les suceden. Y aunque los autores no han tenido un éxito completo -eso hubiera significado que la película sería una obra maestra-, sí que han conseguido un resultado apreciable.

La historia arranca en un futuro en el que la humanidad está sufriendo una serie ininterrumpida de catástrofes en la Tierra; el planeta está dejando de ser habitable. Por eso se está trasladando gente a un Marte en plena terraformación. El traslado se realiza en grandes naves acondicionadas como gigantescos barcos-crucero, con todas las amenidades a disposición de los pasajeros; restaurantes, tiendas, gimnasio y una especie de sala de relajación controlada por una inteligencia artificial llamada Mima. La inteligencia artificial ofrece a cada persona una experiencia de la Tierra distinta, está pensada para devolver a la gente aislada en entornos artificiales una experiencia de la naturaleza que les calme. Mr (Emelie Jonsson) es la encargada del mantenimiento de Mima y la formación de sus usuarios. Está secretamente enamorada de Isagel (Bianca Cruzeiro), una oficial de vuelo de aspecto muy estricto y apariencia inalcanzable. El viaje debe durar tres semanas, pero se produce un accidente que provoca que la nave tenga que expulsar todo su combustible y quede a la deriva, con el rumbo perdido. Nada les puede desviar de su curso, están condenados a vivir allí. A priori pueden aguantar muchísimo tiempo; producen su propia comida (aunque no muy sabrosa), su oxigeno y la energía suficiente como para tener los sistemas básicos funcionando.

El capítulo está dividido en capítulos, cada uno especificando el periodo de tiempo desde el accidente. Los lapsos pasan de horas a semanas, de meses a años. En todo ese tiempo, más que intentar sobrevivir al accidente, el objetivo es sobrevivir a sus efectos. Eso lo nota Mr desde el principio; antes del accidente casi nadie quería ir a sesiones con Mima, después la sala se quedó pequeña. Tanto es el uso que se hace del sistema, que la propia inteligencia artificial empieza a notar los efectos de soportar el estrés y el dolor de las personas tantas horas al día.

La película explora los diferentes efectos del confinamiento y la desesperanza de la gente al verse abocada a un encierro sin fin, a un viaje sin destino. El espacio que se ve desde los miradores de la nave es frío, vasto y sólo sirve de recordatorio del destino que espera a los habitantes -ya no pasajeros- de la nave. A medida que pasa el tiempo aumentan los suicidios, nacen cultos y muchos se abandonan. Aunque sólo se muestran las vidas de Mr e Isagel, finalmente pareja y la de algunos personajes secundarios, como el capitán de la nave y la compañera de habitación de Mr al inicio del viaje, una astrofísica que se da a la bebida.

En lo formal la película es muy correcta. La película cuenta con una muy buena fotografía y diseño artísticos; los escenarios y la tecnología son creíbles y parecen completamente funcionales. Los efectos especiales son efectivos y la música se adapta perfectamente a la narración.

El principal problema que le encontré a Aniara es la falta de personajes secundarios que ejemplifiquen todos los efectos del aislamiento que se apuntan en el argumento. Me gustó el desarrollo de Mr e Isogel -muy bien interpretadas por Emelie Jonsson y Bianca Cruzeiro-, pero faltan más voces para que la historia cale más en el espectador. De todas maneras creo que es una película interesante, bien realizada, arriesgada y de un tipo de ciencia-ficción muy diferente a la que se suele realizar.

(c) 2018 Jordi Flotats