Crónica del Martes 9/10/2018

Crónia del 6o día. Pelis: The Outlaws, Dragged Across Concrete, Nancy y The House that Jack Built







Greg Nicotero, uno de los técnicos de maquillaje más reconocidos de industria y actualmente productor de The Walking Dead, tras presentar el primer capítulo de la novena temporada de la serie ayer en Sitges, ha comentado en un encuentro con el público que su carrera despegó tras recibir el premio Màquina del Temps del Festival en 2005. Nicotero ha dado a entender que la serie aún tiene recorrido por delante, con nuevos personajes y tramas por desarrollar.

Hoy en Sección Oficial se ha proyectado Lazzaro Felice, la tercera película de la guionista y realizadora Alice Rohrwacher, que entusiasmó en Cannes, donde se llevó el premio al mejor guion. Se trata de una cinta a medio camino entre el cuento, el realismo mágico, el drama social y la ciencia ficción. Mañana, el actor Sergi López acudirá al Festival para la presentación de la película en el Retiro.

La jornada de hoy se ha completado con la celebración de la Asamblea General de la Asociación Europea de Festivales de Cine Fantástico, que promueve la visibilidad del cine de género no sólo en Europa, sino en todo el mundo. Los usos educativos del sector audiovisual dentro de la legalidad se han tratado en la mesa redonda Escuelas piratas. Además, hoy el director del Festival, Ángel Sala ha mantenido un intercambio de experiencias en un encuentro con el público de la Butaca VIP.

Yo empiezo el día tempranísimo acudiendo al Casino Prado a las 8:30 bajo un diluvio (esto es afición…) para ver la película surcoreana de acción The Outlaws, la ópera prima del director Kang Yun-sung, un thriller basado en hechos reales, con grandes dosis de acción, un tono desenfadado, momentos de humor, ocasionales dosis de xenofobia y nulo respeto por los derechos de los detenidos (especialmente si son extranjeros). La película se ambienta en 2004 en el distrito de Garibong en Seúl. En este distrito, que cuenta con una zona comercial llena de pequeños locales, viven muchos ciudadanos coreanos de origen chino y emigrantes chinos. Hay bastante delincuencia; básicamente organizada en bandas, en su mayoría integrada por inmigrantes chinos, alguna con coreanos. Las bandas controlan los diferentes locales y extorsionan a la gente en su territorio. Mantienen un equilibrio tenso, salpicado con ocasionales incidentes violentos. Todo se rompe cuando llegan tres inmigrantes de China liderados por Jang Chen (interpretado por la estrella de K-Pop Yoon Kye-Sang). Son brutales, sangrientos y no respetan ningún territorio. Usando la violencia y el terror forman su propia banda, empiezan a adquirir territorios y extorsionar con más brutalidad de la habitual a los comerciantes.

Cuando empiezan a aparecer cuerpos la policía se preocupa; el caso cae en la Oficina de Grandes Crímenes, cuya fuerza motriz es el sargento Seok-do Ma (Ma Dong-Seok aka Don Lee). La unidad va deteniendo y tratando de obtener información a guantazo limpio de todo maleante chino que pillan (si están en la comisaría lo hacen detrás de un biombo para que no los graben las cámaras, hilarante), pero la nueva banda crece y se hace más violenta. Finalmente, implicando a comerciantes locales e incluso a una banda (de coreanos claro) rival, logran tenderles una trampa que conducirá a la batalla final.

La película, llena de escenas de lucha, con set pieces multitudinarios, tiene un ritmo endiablado y frecuentes momentos de humor. En el lado técnico, las luchas están bien rodadas pero no son demasiado imaginativas y se hacen un poco repetitivas. Por el lado del contenido, éste no me gustó nada. La película tiene todo el vigilantismo y el desprecio por el sistema legal de las películas de Chuck Norris mezclado con un desprecio total a la comunidad china de Corea del Sur. En la película sólo salen dos tipos de chino: el delincuente y el pobre desgraciado, honesto, pero que hay que tratar con paternalismo porque no acaba de entender las cosas. Quizá me pilló en mal momento, pero los chistes de apalear detenidos no me hicieron ninguna gracia. Ni el personaje de Ma Dong-Seok, que todo el mundo trata como si fuera un prodigio físico pero que personalmente me pareció un señor entrado en carnes, un Bud Spencer sin gracia ninguna. Su personaje encarna todos los males de la película: es corrupto, casualmente brutal, descerebrado, paternalista. Y claro, sin él la policía es incapaz de resolver un caso.

Aunque sus valores de producción son correctos y al parecer ha tenido mucho éxito en Corea del Sur (¡qué miedo!), sólo recomiendo la película a los aficionados al cine de acción que sean capaces de abstraerse de esos horrendos valores. Si alguien los comparte, prefiero no recomendarle nada. Tendría que haberme quedado en la cama oyendo caer la lluvia.

Continuo al mediodía en el Auditori para ver Dragged Across Concrete, la tercera película de S. Craig Zahler. La película sigue la trayectoria de dos policías y un delincuente en tramas paralelas que acaban convergiendo al final. Los policías son Brett Ridgeman (Mel Gibson) y Anthony Lurasetti (Vince Vaughn). A los policías los suspenden al inicio de la película porque han usado fuerza excesiva en la detención de una traficante latino y alguien ha grabado un video que ha acabado en las redes sociales. Ridgeman, que necesita el dinero -su mujer está enferma y su piso está en un barrio degradado-, y además está harto de politiqueo y de corrección política, decide usar su tiempo de suspensión para robar a algún traficante o ladrón de alto nivel de fuera de la ciudad para conseguir dinero. Su compañero, aunque algo reticente, decide ayudarlo.

El otro protagonista de la película es Henry (Tory Kittles), un hombre afroamericano que acaba de salir de la cárcel. Su familia no está pasando por un buen momento; su madre vuelve a drogarse, prostituyéndose para pagar su adicción. Encima está a cargo de su hijo preadolescente. Por eso cuando un amigo suyo le propone un golpe acepta. Van a trabajar como conductores para un robo a un banco organizado por el despiadado Vogelmann (Thomas Kretschmann); acuerdan con él que sólo habrá violencia si es en defensa propia. Naturalmente, incumplirá con el trato. Por si fuera poco Vogelmann es el delincuente elegido para ser robado por los policías, aunque no saben de antemano que planea un atraco; lo creen un traficante.

Dragged Across Concrete es un exploitation con una trama de manual, pero narrado a un ritmo dolorosamente lento. Sus 152 minutos se hacen muy largos en bastantes tramos de la película. Algunas escenas me sobraron; hay todo un fragmento de una mujer (Jennifer Carpenter) que no quiere volver a su trabajo en el banco tras su baja por maternidad y al final su marido la convence para que vaya. Poco después se arrepentirá de haberlo hecho. Esa parte tiene unos diálogos que bordean lo ridículo y no aporta absolutamente nada a la trama, podría cortarse y nada dejaría de entenderse. Por otra parte algunos de los diálogos están muy bien; especialmente los que mantienen los dos policías. Sus personajes son hombres que añoran la época en los que los hombres blancos tenían la paella por el mango y nadie les discutía su posición; son racistas, machistas y violentos, aunque no piensan así de sí mismos; tienen una justificación para todo lo que hacen. Que este discurso se ponga en boca de dos notorios reaccionarios como Mel Gibson y Vince Vaughn puede interpretarse como algo irónico o como algo reivindicativo; la película es ambivalente, deja la decisión al espectador.

En mi opinión, el gran problema de Dragged Across Concrete es su guion. La película es demasiado larga y algunos de los diálogos suenan acartonados o directamente ridículos. En cambio, algunos otros funcionan perfectamente, y el final de la película está muy bien. Creo que si se hubiera revisado y adelgazado podría haber sido muchísimo mejor. Pero a pesar de todo, esta historia violenta de perdedores tiene su atractivo.

Por la tarde continuo en el Auditori para ver Nancy, el debut cinematográfico de de la directora Christina Choe, un oscuro drama con gotas de thriller que pone como elemento central a la Nancy del título, un personaje complejo que marca el tono de toda la narración. Nancy (Andrea Riseborough) es una mujer de 35 años que vive con su madre enferma (Ann Dowd) en una ciudad deprimida. La madre de Nancy es una mujer difícil, no parece guardar ni una sola palabra amable para su hija; y ella ya ni siquiera la busca, parece cuidarla por mera obligación y conveniencia. Nancy parece desesperada por tener una vida más interesante; acumula rechazos de revistas y editoriales a sus escritos, así que acaba mintiendo para fingir una vida diferente, como hace con su amigo online Jeb (John Leguizamo), al que hace creer que está embarazada.

Justo tras la muerte de su madre, Nancy ve por televisión una noticia que la impacta. Leo y Ellen (Steven Buscemi y J. Smith-Cameron), una pareja madura, aparecen para anunciar que crearán una beca para que un joven pueda estudiar en la universidad conmemorando la desaparición de su hija Brooke. Brooke desapareció treinta años atrás mientras estaba con su madre en un centro comercial. La noticia incluye una reconstrucción de cómo podría ser Brooke a los 35 años y la imagen se parece mucho a la actual Nancy, o al menos cómo se imagina Nancy que podría haber sido si hubiese sido criada con amor en una familia más acomodada. Tras pensarlo un poco, contacta con los padres y les dice que ella podría ser su hija perdida. Afirma que no encuentra su partida de nacimiento, que su madre le contó tiempo atrás que no era su hija biológica y que siempre se sintió cómo si le faltara algo a su vida, algo que sin duda es cierto. Leo y Ellen la acogen con cierta desconfianza, no es la primera falsa alarma que reciben. Pero le dan suficiente credibilidad como para encargar análisis de ADN a un detective. Mientras no llegan los resultados la invitan a permanecer con ellos en su casa.

La película se centra en la relación que desarrollan Nancy, Leo y Ellen en esos días. Ambos padres están aún devastados por la pérdida, pero reaccionan de manera muy diferente ante Nancy. Ellen quiere que sea cierto; su necesidad de llenar el vacío que quedó en su familia le importa más que el peso de la evidencia. Leo es más prudente, quiere creer, pero prefiere ser prudente y esperar a los resultados. Ambos están algo perplejos ante Nancy; en cierto modo les decepciona, ellos son cultos y sofisticados, ella es callada, retraída y tiene poca educación formal. Su clasismo les separa. Nancy, interpretada por una maravillosa Andrea Riseborough, tiene una actitud muy ambivalente; podría aprovechar esos días para congraciarse con ellos, especialmente con Ellen, porque ella parece saber en el fondo que no es su hija, pero no lo hace.

Christina Choe ha demostrado personalidad y estilo en su ópera prima. Nancy es una historia oscura, a ratos deprimente, con momentos tristísimos aunque nunca melodramáticos y que tiene la duración justa para contar lo que quiere. Su construcción de personajes es fantástica en gran parte gracias a un reparto sobresaliente.

Termino el día en el Retiro para ver The House that Jack Built, el último trabajo de Lars von Trier. La película es un ejercicio de provocación explicando con mucho humor negro la historia de un asesino en serie que considera sus asesinatos obras de arte. Se presentó inicialmente en Cannes, donde obtuvo aplausos y críticas. Mucha gente abandonó la proyección escandalizada por la violencia. Obviamente, Sitges no es Cannes. Aquí la película fue muy bien recibida, provocando risas en las partes cómicas y aplausos en los asesinatos más truculentos.

La película está narrada en forma de conversación entre Jack (Matt Dillon en la interpretación de su carrera) y Verge (Bruno Ganz), que como el Virgilio de la Divina Comedia, parece acompañar a Jack al Infierno. Verge es un personaje que a lo largo de los años lo ha oído todo; pero Jack insiste en contarle sus actos y la visión artística detrás de ellos. Decide relatarle cinco 'incidentes' que suceden a lo largo de doce años que condensan su tesis. Mientras tanto sabemos de él que es un ingeniero con aspiraciones de arquitecto, no en vano se pasa el tiempo intentando construir su casa ideal. Vivió en la década de 1970 y tras su primera muerte, narrada en el primer incidente -una Uma Thurman que interpreta a una irritante mujer que ha pinchado una rueda- se convierte en un asesino en serie que va encadenando asesinatos buscando con ellos expresarse como artista. Se lleva alguno de los cuerpos de sus víctimas a un almacén refrigerado de su propiedad, donde crea espeluznantes esculturas humanas congeladas.

De vez en cuando la acción se interrumpe para que Jack adoctrine a Verge (y a nosotros, el público) sobre temas diversos: la arquitectura de las catedrales góticas, el bombardero en picado Stuka, el poder de los iconos, la caza, la fermentación de las uvas para hacer vino dulce que se usa en Alemania o los campos de concentración nazis. Cada tema sirve para ilustrar algún aspecto del 'arte' de Jack. Un arte que Verge critica, porque según él el arte verdadero requiere amor, algo que Jack es incapaz de experimentar. Su personaje, interpretado por un Matt Dillon en estado de gracia, va cambiando a lo largo de los relatos; primero es muy retraído, más adelante se le con más confianza. Lo único que no cambia es su mirada muerta: claramente no tiene la capacidad de empatizar con los demás seres humanos. Sus víctimas favoritas (aunque no las únicas), son las mujeres; en uno de los segmentos se le ve abusar verbalmente de una forma despreciable a una futura víctima que cree estar saliendo con él.

Lars von Trier es un autor de una gran ambición; cada vez que rueda una película parece intentar crear una obra maestra. En mi opinión lo consigue ocasionalmente y el resto de las veces queda a más o menos distancia del objetivo. Con The House that Jack Built ha creado una muy buena película que en mi opinión es más fascinante que magistral. La película está impecablemente rodada, con inquietantes tomas cámara en mano que nos acercan al horror. Su humor negro carbón, aunque no apto para todos los paladares, a mi me hizo gracia. Algunas de sus disquisiciones me parecieron interesantes, especialmente la del poder de los iconos; sus 155 minutos no se me hicieron largos. Lo que creo que la separa de una obra 'grande' es su artificiosidad; toda la película se siente un artificio creado para exponer unas visiones del mundo del arte y la creación que pueden resultar interesantes, pero que están impuestas a la trama y le restan alma al conjunto. Precisamente por esta artificiosidad no comprendo el escándalo que ha generado en Cannes por lo violento de algunas escenas; hay más horror en diez minutos de Funny Games, una película sin violencia mostrada, pero visceral y auténtica, que en las sesenta víctimas de Jack. Irónicamente, lo que Virgilio retrae a Jack, que una obra de arte no puede llegar a lo sublime sin amor al crearla, creo que aplica bastante bien a la propia película.

(c) 2018 Jordi Flotats

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