THE AGE OF SHADOWS

Excelente cinta de época de acción y espionaje

Kim Jee-woon es uno de los directores más personales y más sólidos del cine surcoreano. Su filmografía es muy sólida con títulos como A tale of two sisters (2003), A bittersweet life (2005), The good, the bad and the weird (2008), I saw the devil (2010). Estas películas llamaron la atención en Hollywood, pero su desembarco no fue muy destacable; allí dirigió El último desafío, con un crepuscular Arnold Schwarzenegger. La película, aunque divertida y bien realizada, es una obra menor dentro de la filmografía del director. Ahora ha vuelto a Corea del Sur para producir The Age of Shadows, una cinta de espionaje de época mucho más ambiciosa que nos ha devuelto su mejor versión.

El argumento se inspira en hechos reales en la Corea de la década de 1920. Por aquel entonces el país estaba ocupado por Japón. Lee Jung-chool (Song Kang-ho), es un coreano que trabaja para la policía japonesa cuya lealtad está dividida entre su uniforme y sus simpatías por la patria coreana. Esa incomodidad se acentúa cuando le encargan la persecución de rebeldes independentistas. La película arranca con la persecución de uno de ellos, antiguo amigo de Lee, que prefiere la muerte a la captura. Tras esto, el jefe de la policía japonesa, Higashi (Shingo Tsurumi), le encarga que viaje a China con un ambicioso detective japonés, Hashimoto (Um Tae-Goo) para descubrir a una célula rebelde que pretende introducir gran cantidad de explosivos en Seúl. La célula está liderada por Jung Chae-San (Lee Byung-hun), Kim Woo-Jin (Gong Yoo) y Yun Gye-Soon (Han Ji-min).

Las escenas de acción de la película son excelentes; el arranque, con una persecución por los tejados de Seúl de un resistente por parte de la policía japonesa es magnífico; un gran trabajo de cámara y una gran coreografía sigue el movimiento de tejado a tejado hasta que es arrinconado. También destaca poderosamente una larga escena en un tren donde los policías japoneses intentan identificar a los diversos miembros de la resistencia que viajan en él. Un gran trabajo de edición y cámaras logran construir una gran tensión a lo largo de su duración, manteniendo la doble intriga de si serán descubiertos y de qué resistente puede ser un traidor. La escena culmina con un explosivo final una vez el tren llega a la estación.

Los personajes en general están muy bien construidos y respaldados por un casting muy acertado. El protagonista es el más complejo, por un lado está el superviviente que apuesta por el ganador, Japón, para medrar y sobrevivir; pero por otro lado está la simpatía que siente por la resistencia y su resentimiento hacia la desconfianza y el desprecio que sus empleadores siente por él. Song Kang-ho, un actor excelente, aprovecha el papel para realizar una actuación llena de matices que muestra perfectamente la ambigüedad de su personaje. También me gustó mucho Gong Yoo en su papel de rebelde convencido de su causa. El más flojo me pareció Um Tae-Goo, su personaje y su interpretación de él son muy exageradas, es el villano prototípico, sin ningún matiz.

Dada la trama, es de esperar una muestra exagerada de nacionalismo sin matices, algo que en general me cansa en este tipo de películas. Pero, aunque si duda la película tiene esa carga patriótica, contiene suficiente ambigüedad y da suficiente peso a la trama de espionaje como para que no resulte molesta ni muy exagerada. Todo y así, es cierto que acaba justificando los asesinatos y el terrorismo. También me pareció innecesaria alguna escena de flashback que sobreexplica para justificar las acciones del protagonista.

Pero a pesar de esto, Kim Jee-woon demuestra haber vuelto a su Corea natal en plena forma; The Age of Shadows es una película terriblemente entretenida y excelentemente realizada con muchas capas. Una mezcla del drama del agente doble con la lealtad dividida con la acción y el cine de espionaje. Prácticamente no hay ni un minuto que sobre en los 140 que dura la película. No es raro que haya sido seleccionada por Corea del Sur como representante para los Oscar.

(c) 2016 Jordi Flotats