WHAT WE DO IN THE SHADOWS

Cómo viven los vampiros en Nueva Zelanda

La forma del mockumentary, o documental falso, ha sido muy usada en los últimos años, especialmente en films de terror o comedia con resultados muy desiguales. Es un formato ideal para retratar en clave de parodia un tema o un entorno ofreciendo una visión desde fuera. El ejemplo más prototípico y un film que ha creado escuela es This is Spinal Tap, de Rob Reiner. La película retrata la dinámica de un grupo de rock duro con una banda sonora original en clave de parodia lo suficientemente exagerada e ingeniosa para que resulte muy divertida y lo suficientemente realista como para que muchos grupos de rock hayan confesado que les sucedieron cosas similares a las retratadas en ella. Los actores, escritores y directores neozelandeses Jemaine Clement (conocido por haber escrito y protagonizado la serie Flight of the Conchords) y Taika Waititi (Boy) han usado este formato para reirse un poco del género vampírico en What we do in the shadows, una comedia tan delirante como divertida.

El documental trata sobre tres vampiros que comparten la misma casa en la ciudad de Wellington (Nueva Zelanda). El trío está formado por Viago (Taika Waititi), un dandy de 379 años, elegante, refinado y remilgado (dentro de lo que sería siendo vampiro); Vlad (Jemaine Clement), un vampiro de la Edad Media de 862 años, amante de la violencia y la tortura; Petyr (Ben Fransham), un vampiro de 8000 años con la misma pinta que Nosferatu y algo deteriorado mentalmente; y finalmente Deacon (Jonathan Brugh), un vampiro de 183 años. Los tres tienen personalidades y mentalidades muy distintas, pero todos tienen problemas para adaptarse al siglo XXI. Les cuesta cazar y no acaban de entender cómo funcionan las cosas ni como vestirse para no parecer unos frikis. Las cosas cambian cuando Petyr convierte a Nick (Cori Gonzalez-Macuer); Nick les ayudará mucho a tomar de nuevo el pulso a la época, pero su exhuberancia también les traerá problemas; está tan encantado con su condición que no duda en pregonarla a los cuatro vientos. Incluso hará algo tan prohibido como invitar a un mortal, su amigo y programador informático Stu (Stu Rutherford) a sus correrías. Pero Stu, un tipo amigable les ayudará también con cosas como teléfonos móviles o cámaras digitales.

Waititi y Clement escriben, dirigen y protagonizan esta comedia, narrada usando el lenguaje de los reality-shows televisivos. La película carece casi por completo de un argumento como tal, está formada por una secuencia casi continua de gags, entregados de forma rápida y ágil, lo que le da un ritmo vivo. Aunque nos cuente poca historia, la película va cambiando de escenarios y presentando nuevos personajes para evitar la reiteración y el aburrimiento. Al principio presenta a los tres protagonistas en su casa, mostrando sus conflictos de convivencia; cuando aparece el personaje de Nick, los saca de caza por los locales nocturnos de Wellington y muestra algunos de los intentos de cacería. Finalmente la película presenta una fiesta de criaturas de la noche que le permite introducir a los hombres lobo, en eterna rivalidad con los vampiros y a los zombies. Esta estructura hace que toda la película dependa enteramente de si los gags resultan graciosos al público o no. En mi caso funcionó bastante bien; muchos de los chistes me parecieron buenos o muy buenos, me reí en buena parte del metraje. El humor que presenta es absurdo, muchas veces paródico del género de vampiros y hombres lobo. Aparte de eso la película también juega mucho y muy bien con la convivencia en un piso compartido y evita caer demasiado en el terreno del cliché. En este sentido es bastante distinta de Vampires, una película belga de 2010 dirigida por Vincent Lannoo que parte de una premisa muy similar, retratar en clave de documental una familia de vampiros belgas. Vampires también era una comedia, pero su humor era mucho más negro y crítico con la sociedad belga de lo que es What we do in the shadows.

La realización de la cinta es correcta, la fotografía es colorista y vistosa. Los efectos visuales raspan el aprobado, pero no se puede pedir mucho más por el presupuesto de la película, y tampoco quedan mal en un trabajo tan paródico. Los actores están correctos, pero no me entusiasmaron; en mi opinión los gags funcionan más porque son realmente graciosos que porque los actores borden sus interpretaciones. La dirección y el montaje de la película están muy bien; logran mantener la atención y evitar momentos de aburrimiento.

Personalmente la película me ha gustado y sobretodo, me ha divertido, algo básico en una comedia. No la he acabado de encontrar redonda porque le he echado de menos algo más de argumento, aunque fuera a costa de sacrificar algunos chistes. Como casi todas las películas formadas por gags, cuando se encadenan algunos que hacen menos gracia, se produce un poco de bajón. Con todo, creo que es de visionado imprescindible para los amantes del género de terror con ganas de reirse un poco y que es posible que se acabe convirtiendo en un título de culto, aunque para eso creo que le falta algo más de mordiente.

(c) 2014 Jordi Flotats