FILTH

Un Bad Lieutenant escocés en clave de comedia negra

El escritor escocés Irvine Welsh saltó a la fama cuando Danny Boyle adaptó en 1996 su primera novela, Trainspotting, un retrato de un grupo de yonquis de Edimburgo. Boyle realizó un trabajo de adaptación soberbio, realizando una de las películas más icónicas de los últimos veinte años, con algunas secuencias que han pasado a la historia del cine. Welsh es un autor muy difícil de adaptar; sus novelas son escatológicas, políticamente incorrectas, habitadas por personajes memorables pero poco simpáticos y llenas de localismos escoceses, tanto en cuanto a dialecto como en cuanto a referencias a la vida local. A menudo usa técnicas narrativas imaginativas pero que complican la vida a los potenciales guionistas adaptadores. A cambio ofrece un sentido del humor fabuloso, una gran imaginación, un ritmo generalmente imparable, una más que digna penetración psicológica de sus personajes y grandes dosis de diversión que no ocultan una radiografía poco favorecedora de la vida de la clase media-baja escocesa y británica. Aparte de Trainspotting, el mismo Welsh adaptó para el cine su conjunto de historias cortas The Acid House, dirigida en 1998 por Paul McGuigan. Ahora el director escocés Dan S. Baird ha decidido adaptar su tercera novela, Filth (en España Escoria), una historia alucinógena que alterna entre la comedia negra y la farsa trágica que constituye un auténtico tour de force en la dirección y la interpretación de su protagonista, un James McAvoy absolutamente estelar.

Bruce Robertson (James McAvoy) trabaja como detective en la policía de Edimburgo. Es manipulador, misántropo, sexista y dedica la mayor parte del tiempo a tomar drogas, beber y manipular a los demás en lo que él llama sus "juegos". Uno de sus principales hobbies es aprovecharse de su "amigo" y miembro de su misma logia masónica Clifford Blades (Eddie Marsan), un tipo convencional y apacible. Otro es realizar llamadas obscenas a su esposa Bunty (Shirley Henderson). Cuando un estudiante japonés muere a manos de un grupo de jóvenes vándalos Bruce lo ve como la forma perfecta de ser ascendido. Pero sus compañeros, la ambiciosa Drummond (Imogen Poots), el joven Lennox (Jamie Bell), el rancio Gus Bain (Gary Lewis), con cuya su mujer se acuesta y el desagradable Peter Inglis (Emun Elliott) también quieren ese ascenso. Robertson ha estado casado, pero no está muy claro el estado actual de su matrimonio. A medida que pasan los días, su estado físico y mental va empeorando y ni las visitas a su psiquiatra (Jim Broadbent) le sirven para evitar que aumenten sus alucinaciones.

La adaptación de Dan S. Baird de la novela original me ha parecido muy acertada. En mi opinión se ha mantenido fiel a su espíritu dejando de lado las partes más inadaptables y más escatológicas (evita un monólogo protagonizado por una tenia solitaria). La película es incorrecta, festiva, caótica, alucinada y sin control ninguno. Empieza como una comedia negra y termina como una farsa trágica, cambiando progresivamente el enfoque del personaje protagonista. El trabajo de cámara y dirección de Baird es atrevido, lleno de primeros planos y movimientos rápidos de cámara. La fotografía también acompaña perfectamente a este descontrol, aportando una paleta llena de colores chillones y vulgares y jugando con el grano de la imagen. Los que la vean en versión original, deberán confiar mucho en los subtítulos porque el ritmo de diálogo es alto y los acentos escoceses y el argot son impenetrables.

El reparto de la película es su mejor baza; James McAvoy, un excelente actor que hasta ahora hemos visto en papeles de buen hombre, cambia por completo de rol para ofrecer a un personaje complejo, básicamente depravado y amoral, lleno de detalles mezquinos. Pero también con un ingenio innegable y atisbos que si las cosas hubieran resultado de otra manera podría haber sido una persona algo mejor. McAvoy está estelar, perfectamente convincente en todos los numerosos matices de su composición. Además no puede estar mejor acompañado; todos los actores son perfectos para sus papeles.

Me divertí mucho viendo la película, me ha parecido un trabajo divertido, visceral, sin complejos y lleno de ritmo. También es cierto que el desenfreno, la amoralidad de la comedia y el tono muy acorde con la banda sonora llena de canciones rock entroncan con el estilo que ya propuso Trainspotting hace más de quince años, no puede decirse que la cinta sea demasiado original en este sentido. Aunque Jon S. Baird realiza un buen trabajo, no consigue crear una estética, ni imágenes tan poderosas como hizo Danny Boyle. A pesar de eso, en conjunto la película creo que funciona, puede que no sea un plato para todas las mesas, pero proporciona buenos momentos de diversión.

(c) 2014 Jordi Flotats