ACE ATTORNEY

Una delirante adaptación de un videojuego de juicios

Takeshi Miike es un director inclasificable, que dedica su indudable talento, gran capacidad de trabajo y poco amor por los detalles a una increíble variedad de géneros. Entre sus numerosísimas películas (puede filmar seis en un año, dos como mínimo) hay cine de yakuzas, acción, ciencia-ficción, cine infantil, adaptaciones de manga, terror, remakes de series de culto y cine de samurais. Por eso no resulta nada sorprendente que haya rodado la adaptación del videojuego de Capcom Phoenix Wright: Ace Attorney, primera entrega de una exitosa saga de aventuras gráficas en las que se deben guiar los pasos de un abogado para ganar juicios.

En un futuro en que el estilismo y el sistema judicial han cambiado mucho, los juicios no se pueden alargar más de tres días (claramente este detalle no lo han sacado del sistema jurídico español). El fiscal y el defensor se enfrentan en una sala equipada con equipos holográficos donde se muestran las evidencias y se interrogan a los testimonios y el juez debe decidir en base a ello. El joven y novato abogado Phoenix Wright se encontrará en situaciones que le pondrá a prueba; primero su jefa y mentora Mia Fey es asesinada en su oficina y tendrá que defender a la hermana de esta, Maya, injustamente acusada de ello. Después deberá defender a un fiscal que conoce desde niño, Miles Edgeworth, acusado de un asesinato que no ha cometido relacionado con un caso que se cerró incorrectamente años atrás.

Si por este resumen alguien espera ver algo parecido a un clásico thriller judicial, más vale que vaya desengañándose, Ace Attorney es un delirio freak donde los fiscales van con levita, los loros pueden ser llamados como testigos de cargo y gente metida dentro de un traje de tejón de peluche puede trabajar en el juzgado. Pese a todo, la película tiene un argumento vertebrador que logra mantener el nivel de interés y no cae en ninguna laguna narrativa. Por no haber jugado al videojuego, desconozco si los detalles más extravagantes son consecuencia de la adaptación o se han introducido en la película para acentuar su aire extraño. Dejando de lado eso, Miike ha contado con mucho ritmo y solvencia una historia, que despojada de extravagancias, es bastante convencional. Los actores, detrás del imponente vestuario, están bien; le ponen una buena vis cómica a sus interpretaciones que pega perfectamente con el tono de la película.

No hay duda que con este título Miike ha abandonado el clasicismo que parecía haber abrazado últimamente con 13 Assassins y Hara-kiri: Death of a samurai para crear una película que me cuentan que logra ser bastante fiel al videojuego que adapta y a la vez una comedia que hará las delicias de los amantes de lo bizarro, llena de ese humor entre negro y absurdo que es en mi opinión una de sus marcas de fábrica. Confieso sin vergüenza que me divertí de lo lindo viéndola, pero no la recomendaría a todo el mundo.

(c) 2012 Jordi Flotats