EL ORIGEN DEL PLANETA DE LOS SIMIOS

Precuela de una saga larga y tortuosa

Parece que vivimos tiempos complicados para la originalidad en los guiones de las grandes producciones de Hollywood. Supongo que en tiempos de crisis económica las productoras no pueden permitirse muchos tropiezos en taquilla, y a mayor presupuesto, mayor riesgo de pérdidas, así que se intenta atraer al público ofertándole algo que ya le resulte familiar y que ya contó con su aprobación en el pasado. En los últimos años a los remakes se han sumado las precuelas, en muchos casos una forma más sencilla de continuar una serie y permitir encarrilarla de cara a continuaciones caso que la cosa salga bien. Y pocos casos pueden ejemplificar mejor eso que la franquicia de El Planeta de los Simios. Basada en la novela homónima de Pierre Boulle, la película, estrenada en 1968 y protagonizada por Charles Heston, fue un gran éxito y se convirtió de inmediato en uno de los clásicos del cine de ciencia-ficción. Ese éxito se tradujo en cuatro continuaciones de calidad inferior y decreciente; Regreso al planeta de los simios (1970), Huida del planeta de los simios (1971), La rebelión de los simios (1972) y La conquista del planeta de los simios (1973). Posteriormente en 2001 el mismísimo Tim Burton dirigió un remake de la película original, en mi opinión una obra infame, quizá su mayor tropiezo. Tras este lío de continuaciones y remakes no me extraña que se ha optado por la precuela para continuar exprimiendo la saga.

Como su nombre indica sin ambigüedades, El origen del Planeta de los Simios (por una vez, título original es igual de poco afortunado, Rise of the Planet of the Apes, la revolución del Planeta de los Simios), nos cuenta como se pudo llegar a una sociedad donde las especies dominantes son de simios inteligentes y los humanos mera obra de mano esclava idiotizada. El protagonista de la película es Will Rodman (James Franco), un científico que está trabajando en una compañía famacéutica en un fármaco contra el Alzheimer, con la prisa añadida de intentar tenerlo a tiempo para poderlo usar con su padre enfermo (John Lithgow). Las pruebas están suficientemente avanzadas como para ser probadas en chimpancés, y la primera sujeto de pruebas, Ojos Verdes responde estupendamente al fármaco hasta que se vuelve agresiva. Ese aparente fracaso retrasa el experimento y todos los chimpancés tienen que ser sacrificados, y todos lo son, excepto el bebé recién nacido de Ojos Verdes, adoptada en secreto por Will Rodman. Rodman descubre que César, el chimpancé, ha heredado los efectos del fármaco administrado a su madre y su inteligencia es muy superior a lo normal en su especie.

Debo confesar que el arranque de la película me sorprendió por la preocupación que demuestra por presentar correctamente a los personajes y mostrar al espectador un atisbo de su vida diaria; las preocupaciones de Will Rodman por la enfermedad de su padre, el infierno del Alzheimer, malo para quien lo sufre y malo para los cuidadores; el crecimiento de César y su rápida evolución mental; la boda de Will y las dificultades de César cuando ya se ha desarrollado para poder vivir en una sociedad que no lo acepta más que como animal de zoo. Hasta ese punto la película me gustó, me pareció bien escrita y sobre todo muy bien interpretada; James Franco realiza una interpretación creible, poco sobreactuada y lejos de los clichés de científico loco; John Lithgow demuestra lo gran actor que es mostrando lo puede ser vivir el infierno de su enfermedad; Freida Pinto está muy correcta en su papel y Andy Serkis, una vez más tras un personaje animado, le da una gran expresividad a César.

Tras este pausado y bien narrado arranque, la película pasa a presentar el nudo de la historia, el caldo de cultivo de la rebelión de los simios y la caída de los humanos. Esta parte me gustó menos que la anterior; la película cae en algunos clichés propios del cine carcelario y también en el (tan habitual en el cine americano) rechazo a la ciencia. Presenta a unos carceleros crueles, encabezados por el siempre correcto Brian Cox, un actor desaprovechado, encasillado por su cara tan propicia para personajes malvados; unos maltratadores de animales que prenderán la chispa de la revolución; una preparación de fuga y una fuga, vistas mil veces en el cine. También como la codicia corporativa sumada a la ciencia irresponsable provocarán el desastre. En resumen, ya lo han visto en otras películas, en muchas de ellas mejor contado.

La conclusión de la cinta es aún peor. Lastrada por su creíble arranque y presentación, el guion se ve obligado a hacer piruetas increibles para justificar una conclusión que no encaja, de ahí unas bastante lamentables e increíbles escenas de acción que escenifican la rebelión peor sofocada de la historia y un final absolutamente inverosímil pero (naturalmente) abierto a posibles continuaciones de la saga. También, puestas un poco con calzador, se intercalan de forma indirecta secuencias que ligan esta película a la original. Eso sí, hay que reconocer que en el aspecto técnico la cinta es impecable, especialmente en lo que respecta a la animación de los simios, realizada con efectos digitales y que logran una sensación perfecta de estar contemplando animales reales.

Sumando todas las impresiones que me causó la película no puedo decir que El origen del Planeta de los Simios no me haya gustado por completo, me gustó la primera parte, aunque a partir de cierto punto todo fuera de mal en peor. Me da la sensación de que cuenta una historia que si se hubiera desarrollado con normalidad, sin la obligación de estar dentro del canon de una franquicia, hubiera tenido un nudo y una conclusión completamente distintos. Es una lástima porque daba pie a una cinta de mucho más calado y mucho más interesante.

(c) 2011 Jordi Flotats