BURIED

Un ejercicio de cine magistral

Buried es sin duda una de las películas que parte de la premisa más radical que he visto este año (y en muchos años): sucede por entero dentro de una caja tamaño ataúd, sin trampa ni cartón, sin flashbacks ni más actor que el protagonista, el enterrado. Y al director español Rodrigo Cortés la jugada le ha salido redonda. Supongo que debió pasar por muchos problemas para que le dejaran rodar un proyecto cómo este, pero una vez hecho, el éxito le saludó desde su estreno triunfal en el festival de Sundance, donde hubo grandes colas y reventas para conseguir entradas en sus pases y donde consiguió distribución sin ningún problema. Tal ha sido su éxito que Cortés ya tiene firmado su siguiente proyecto, protagonizado por Robert de Niro y Sigourney Weaver.

El argumento de Buried es simple, Paul Conroy (Ryan Reynolds), transportista de una empresa norteamericana estaba conduciendo un camión en Irak cuando su convoy fue atacado por fuerzas insurgentes. Tras quedar inconsciente se ha despertado enterrado dentro de un atáud de madera, sin más recursos que un mechero zippo, una linterna y un móvil. Paul intentará usarlos para luchar por su vida mientras intenta no volverse loco por la situación.

Rodrigo Cortés ha sabido transformar en ventajas los inconvenientes de la simpleza del guión de Chris Spalding y las limitaciones del espacio de rodaje. Sin duda a Alfred Hitchcock le hubiera encantado una propuesta tan complicada. Merced a un guión muy preciso y a un montaje espléndido, realizado por él mismo, Cortés logra atrapar la atención del espectador, conmoverlo, hacerle sentir la claustrofobia y entretenerlo toda la duración del metraje, sin tiempos muertos ni miradas al reloj. El equipo de la película construyó varios ataúdes con distintas aberturas para poder rodar en diferentes ángulos de cámara, ofreciendo una buena variedad de enfoques, acertando siempre el correcto para cada momento de la historia. Y atención al tiempo de rodaje: sólo diecisiete días en un estudio de Barcelona.

Realmente Buried es una película difícil, donde todos los elementos deben funcionar correctamente y en consonancia para no fallar; y en este caso guión, rodaje, interpretación y montaje están ajustados entre sí al milímetro. El guión es sin duda espléndido, retratando perfectamente a un personaje creíble, con el que el espectador empatiza desde el principio, una persona normal con un trabajo normal en un entorno aberrante, y mostrando sus penurias para sobrevivir a un secuestro, a un entierro y a la burocracia de los suyos. Porque en Buried hay bastante crítica a las empresas transnacionales y al gobierno estadounidense, más preocupados de los medios y de mantener la cara limpia que del bienestar de sus trabajadores y ciudadanos y de cómo es el hombre de la calle quien acaba pagando por los errores de su gobierno; Buried transmite encierro, opresión, calor, pero también logra que desesperes y pierdas la paciencia junto a su protagonista, que va sintiendo cómo se le va acabando el tiempo junto con la batería de su móvil. El guión junto con la realización hacen creíble la historia, que además se desarrolla conscuentemente hasta el final.

Ryan Reynolds, un actor que hasta esta cinta me parecía bastante malo, me sorprendió con una interpretación fantástica. Reynolds está magnífico, está contenido desde el principio hasta el final, cuando lo fácil era caer en el histrionismo, pero siempre transmitiendo lo que siente su personaje al público. Su papel era un regalo medio envenenado, su protagonismo es absoluto, por tanto necesita meterse al público en el bolsillo para que la película y su actuación funcionen, y Reynolds supera esta prueba con nota.

Recomiendo mucho a todo el mundo esta espléndida película, que saltándose todas las convenciones e intentando el más difícil todavía, al margen de todas las dificultades técnicas y conceptuales, consigue lo que el buen cine debe conseguir: entretener contando bien una buena historia, implicando al espectador en ella.

(c) 2010 Jordi Flotats