Crónica del octavo día de Sitges 2010. Mis películas del día: Monsters, Cold Fish y Clash
Ángel Sala, el director del Festival, ha presentado el libro que ha escrito para la editorial Scifiworld, Profanando el sueño de los muertos, sobre el cine de género fantástico realizado en España. En el acto participaron Antonio José Navarro, Nacho Cerdá y Luis M. Rosales, quienes destacaron el esfuerzo hecho en el libro para aproximarse al tema de forma positiva, sin la habitual actitud victimista. Sala declaró que su intención era "realizar una cronología muy personal del género" y "derrumbar mitos, prejuicios y tópicos incrustados entre los especialistas". Sala ha reivindicado a autores poco apreciados como Carlos Serrano de Osma o Eloy de la Iglesia, así como autores prestigiosos que han realizado incursiones en el fantástico como Carlos Saura, Victor Erice, Fernando Fernan Gómez o Manuel Gutiérrez Aragón.
Se ha celebrado la gala de entrega de los premios Méliès, otorgados por la Fantastic Film Festival Federation (EFFF), compuesta por nueve festivales de cine fantástico europeos (Leeds, Amsterdam, Bruselas, Neuchatel, Espoo, Estrasburgo, Lund y Sitges). Cada festival otorga el premio Méliès de Plata, y un jurado (este año compuesto por Philipp Engel, Annick Mahnert y Carlos Pumares) decide de entre ellas cuál se llevará el Méliès de Oro a la mejor película europea de género fantástico. Este año la ganadora ha sido Buried, de Rodrigo Cortés que había conseguido el Méliés de Plata en el Festival de Estrasburgo. El resto de películas nominadas eran The Door (Anno Saul), Heartless (Philip Ridley), Transmission (Roland Vranik), Strigoi (Faye Jackson), The Eclipse (Conor McPherson), Amer (Héléne Cattet & Bruno Forzani), The Children (Tom Shankland) y Red White & Blue (Simon Rumley). Buried es fabuloso ejercicio de cine, una película que transcurre por entero en un ataúd de madera donde está enterrado su protagonista, un transportista americano capturado en Irak, con sólo un mechero, una linterna y un móvil. Tras su paso exitoso por el Festival de Sundance, la película encontró sin dificultades distribución internacional, con buena acogida en taquilla (más si se tiene en cuenta su moderadísimo coste). El premio Méliès de Oro al mejor cortometraje fue a parar a El ataque de los robots de Nebulosa-5, del también español Chema García Ibarra.
La edición española de la revista francesa Cahiers Du Cinéma organizó un coloquio para debatir la figura del autor dentro del cine fantástico, en general menostenida por críticos de cine no afines al género. Participaron José Enrique Monterde y Roberto Cueto de Cahiers, Antonio Trashorras y Jesús Palacios de Fotogramas y el moderador, Antonio José Navarro, de Dirigido por. Se debatió sobre el supuesto aumento de cine de autor en el fantástico de los últimos años, concluyendo que en realidad el género siempre ha jugado con las figuras narrativas en boga en cada momento, buscando sorprender y subvertir las expectativas del espectador.
Se ha presentado la película surcoreana The Housemaid, de Im Sang-soo, remake de la película homónima de 1960 de Kim Ki-young. The housemaid es una de las películas clásicas del cine coreano, un melodrama con una historia de partida simple pero una forma narrativa compleja; la película cuenta cómo un padre de familia tiene una aventura con la criada, y de ello se acaban enterando hijos y esposa. Kim Ki-young mezcla el melodrama de la historia con una forma de narrar más cercana al terror. Im Sang-soo ha querido poner al día la película, ambientándola en la actualidad y en una mansión, en lugar de en una morada más humilde; las escenas de sexo, obviadas en la primera versión, son mucho más audaces en esta y también cambia el rol de algunos personajes. Pero a pesar de estos cambios se ha querido mantener la esencia del original, especialmente en la forma de narrar. Im Sang-soo, presente en Sitges, reivindicó la figura de Kim Ki-young, un director que pese a no gustarle mucho, era el único que hacía cine de autor en Corea durante los años 60. También comentó que al igual que la película original, la suya describe la sociedad coreana; en la primera era la sociedad de los 60, donde no había clase media, en la suya la de 2010, donde todo el mundo cree ser de la clase media sin darse cuenta que están controlados por los ricos.
Se ha presentado la película sueca Easy Money, de Daniel Espinosa. La película adapta la novela Snabba Cash, de Jens Lapidus, un autor de novela negra que está arrasando en Suecia. Lapidus está escribiendo lo que se ha llamado "Trilogía Negra de Estocolmo", de la que sólo falta un libro por publicarse; su estilo literario está muy influido por James Ellroy, usa un lenguaje muy violento y directo para describir los bajos fondos de la sociedad sueca. La película, fiel a la novela, se divide en tres líneas argumentales; por un lado se muestra a Jorge, que acaba de salir de la cárcel y quiere realizar una última gran importación de cocaína para poder salir del país y escapar de la mafia yugoslava; por otro, se sigue a Mrado, un asesino a sueldo yugoslavo al que se le ha encargado matar a Jorge. El tercer protagonista es JW, un estudiante sin mucho dinero que se meterá en el mundo criminal para permitirse más lujos. En Sitges estaban presentes el productor Fredrik Wikström y los actores Matias Padin y Lisa Hennin; todos comentaron que se intentó seguir fielmente al material literario original y coincidieron en señalar la dureza del rodaje. Wikström confirmó que el próximo año se rodarían la segunda y tercera parte de la película, hecho nada extraño dado el éxito de las novelas y de esta primera entrega.
Empiezo el día con el pase matinal de Monsters, de Gareth Edwards, que parte de la premisa de que una de las sondas que se mandaron a Europa, una luna de Júpiter, regresó a la Tierra con muestras biológicas, pero se estrelló en América Central, donde esas muestras se transformaron en enormes criaturas. Este hecho provoca que una buena parte de México esté en cuarentena, rodeada de un enorme muro vigilado por el ejército americano para impedir la posible invasión. En este contexto, Andrew Kaulder (Scott McNairy), un fotoperiodista estadounidense, busca las fotos que le harán famoso, pero se ve obligado a acompañar a Sam Wyndern (Whitney Able), la hija de su jefe, hasta la frontera con Estados Unidos, cruzando la zona de cuarentena. Gareth Edwards, que hasta el momento se había dedicado a la creación de efectos especiales, debuta con esta película de presupuesto modestísimo (se rodó con un equipo de cuatro personas y Edwards añadió los efectos con su propio ordenador), pero de aspecto impecable. Edwards, presente en Sitges, remarcó su voluntad de no abusar de los efectos, de contar una historia dejándolos de fondo. También comentó que, aunque tenía claras las líneas básicas de la historia, el guion de la película se escribió sobre la marcha; hablando primero con los actores, observando los entornos y luego escribiendo unos minutos antes de rodar.
Monsters me dejó con sensaciones contradictorias; me gustó la idea básica de la película y sobretodo me encantó la forma en que estaba rodada, transmitiendo inmediatez, con muy buen ojo para las localizaciones y efectos visuales impecables. La película tiene un aspecto fantástico y mete al espectador de lleno en el mundo que describe. Pero le falta un guión; cierto que Edwards utiliza el contexto de ciencia-ficción para contar la relación entre dos personajes que están viviendo crisis existenciales, mi problema es que los dos personajes no me interesaron en absoluto. Los dos actores están correctos en sus papeles, pero ni la niña rica a la que le da miedo casarse y integrarse en el mundo de las esposas y madres acaudaladas ni el hombre de treintaymuchos que no quiere dejar de vivir como si tuviera diecinueve años me llegaron, no conecté con ellos, cosa que supongo que pretende la cinta. Ojalá el próximo trabajo de Edwards tenga una historia más sólida, porque sus dotes como director me han parecido muy por encima de sus dotes como guionista.
Continúo el día viendo Cold Fish, una película japonesa de Sion Sono. Cold Fish, inspirada libremente en el caso de un asesino en serie japonés, cuenta como cambia la vida de Shamoto, dueño de una pequeña tienda de peces, casado y con una hija adolescente, cuando conoce a Murata, también dueño de una tienda de peces, pero al que la vida parece ir mucho mejor. Shamoto empieza a trabajar con Murata, y pronto descubre que está implicado en negocios sucios, aparte de tener una vena que sólo podría describirse como psicótica. Cold Fish arranca como comedia, pero pronto va virando más hacia la violencia y el mal rollo, a medida que va retratando la mediocridad de su protagonista y cómo va cansándose de ser siempre educado.
Por desgracia, un planteamiento argumental que no tendría nada de malo con una buena dirección y guión, acaba siendo un cúmulo de disparates en manos de Sion Sono. La película me pareció solemnemente mala, y para colmo llena de pretensiones. Los personajes son absurdos y están mal interpretados, el humor carente de gracia, el (abundante) sexo surrealista e increíble y la (abundantísima) carnaza de la que deja indiferente. Nada de lo que se explica tiene pies ni cabeza, ninguno de los personajes resulta creíble más de cinco minutos después de su aparición, no hay ningún tipo de argumento ni de narración mínimamente coherente y para colmo la película dura unos interminables 143 minutos en los que el único momento agradable es cuando termina y hace albergar la esperanza de poder olvidarlos algún día.
Termino mi día de cine con la proyección de Clash en el Retiro. Clash es una cinta vietnamita de Le Thanh Son que cuenta la historia de Trinh (Veronica Ngo), una mercenaria forzada a realizar una serie de misiones para que su jefe, un personaje turbio y poderoso en los bajos fondos, acceda a que deje de trabajar para él y libere a su hija. Para realizar el último trabajo Trinh contrata a un grupo de mercenarios entre los cuales está Quan (Johnny Nguyen), con quien acabará teniendo una relación. Pero naturalmente, las cosas se complicarán.
Viendo Clash, están claras las influencias de sus creadores y cuál era su objetivo. Sin duda el aspecto visual, los diferentes grupos en liza y algunos de los tiroteos remiten directamente al cine de Johnnie To, pero el dramatismo extremo de algunos momentos y algunas secuencias de acción hablan del John Woo de sus comienzos. A la mezcla además se han añadido escenas de lucha y artes marciales. ¿Qué puede fallar? Por desgracia casi todo. Clash se queda corta en casi todos los ámbitos; la historia flojea y los actores también, pero eso realmente no sería lo más importante si no flojearan también el ritmo narrativo y las escenas de acción. La película está narrada con extrema lentitud, con unos diálogos pretenciosos y a veces pseudo-filosóficos con música pseudo-operística de fondo que se intercalan en las escenas de acción y que no aportan nada más que aburrimiento. La acción en sí es curte, tanto los tiroteos como las peleas, a años luz de lo que la industria de Hong Kong ofrece en sus productos de gama media. Y los actores protagonistas son… guapos, nada más, porque ni actúan bien ni destacan especialmente en las peleas. Una pérdida de tiempo; está claro que hoy no he elegido bien mis películas, pero en cada festival es inevitable que haya algunas decepciones.
(c) 2010 Jordi Flotats