UN PROFETA

Una magistral muestra de cine negro

Una de las experiencias cinematográficas más gratas que pueden tenerse es empezar a ver una película sin muchas referencias ni expectativas y que, contra pronóstico, atrape por completo tu atención y no la suelte hasta su final. Un Profeta, del francés Jacques Audiard, es la última película que me la ha causado. La cinta obtuvo el favor de la crítica desde su presentación, ganando entre otros el Gran Premio del Jurado en Cannes 2009, y siendo candidata a los Oscar a la mejor película en lengua extranjera en 2010.

Un Profeta es una muestra magistral de cine negro, un género con mucha tradición en el cine francés, que combina una elaboradísima y ambiciosa trama con una forma narrativa descarnada y realista, llena de momentos de una tensión y violencia escalofriantes. Un profeta nos hace creer a pies juntillas una historia algo improbable contándonosla de una forma completamente realista; nos creemos el conjunto a través de creernos todas sus partes. El cine ha contado en muchas películas historias de ascenso y caída de criminales, lo que distigue a esta película es que su trama criminal está recubierta por otros elementos que la complementan y amplían: un lenguaje visual verosímil; la inclusión de elementos sociales, como la situación de los inmigrantes en Francia y la vida en las peores prisiones e incluso pequeñas licencias poéticas narrativas que juegan con lo sobrenatural.

La película arranca cuando su protagonista, Malik El Djebena (Tahar Rahim), un joven de 19 años, es condenado a seis años de prisión. Poco sabemos de Malik, aparte de arrastra un pasado de centros de acogida, correccionales y marginalidad que le han dejado un rosario de cicatrices por todo el cuerpo. Malik no conoce a nadie dentro de la cárcel, no tiene a nadie fuera de ella y su educación y visión del mundo son limitadísimas, ni siquiera sabe leer. Al entrar en prisión Malik será marginado hasta que por casualidad se verá obligado a hacer algo por César Luciani (Niels Arestrup), un viejo cabecilla de la mafia corsa que cumple sentencia en la prisión. Después de eso, pasará a estar bajo la protección de los corsos, lo que mejorará sus condiciones de vida, aunque sea casi como criado de una gente que lo desprecia, y lo espoleará a aprender e intentar labrarse una carrera criminal por su cuenta.

El guión de Un Profeta es una auténtica obra de arte porque combina multitud de elementos, algunos difíciles de reconciliar, en un todo muy homogéneo y equilibrado. La película es muy coral, incorporando un buen número personajes a medida que el protagonista amplía su círculo de conocidos en la cárcel y fuera de ella; cada uno de ellos estupendamente definido en pocos trazos, de forma que el espectador lo conozca pero quiera saber más de él. Y al guión redondo le hacen justicia las no menos encomiables interpretaciones de un reparto lleno de caras nuevas que transmiten tanto realismo que parecen auténticos presos. Tahar Rahim, el protagonista, aprovecha su primer papel protagonista para realizar una composición antólogica de un personaje que es un auténtico regalo para un actor por lo complejo y bien construido. A través de las diversas facetas de Malik El Djebena, la película se desdobla entre thriller y drama social; con su naturalísima interpretación Rahim consigue que veamos cómo se crean los criminales en la cárcel, auténtico centro de formación profesional de delincuentes. Malik El Djebena entra en la prisión como un joven completamente marginal dentro de la sociedad, inculto y embrutecido pero para nada tonto; ese hecho y su voluntad inquebrantable le permitirán sobresalir y progresar en la única carrera que la cárcel pone a su disposición, la delictiva. El veterano Niels Arestrup da una réplica perfecta al grandísimo trabajo de Rahim, componiendo a un personaje tenebroso; un jefe de la mafia que se está haciendo mayor y empieza a perder ascendente en la organización por culpa de los años pasados en la cárcel, pero que retiene intactas su inteligencia y crueldad. Arestrup derrocha carisma y logra dar miedo con una interpretación en general contenida que hace que los estallidos violentos cojan siempre al espectador desprevenido.

La dirección de Jacques Audiard buscar enfatizar el realismo visual a toda costa, con muchos planos cortos y medios para enfatizar la sensación de claustrofobia y movimientos de cámara casi documentales. La fotografía es excelente, dando a la prisión un aspecto sucio y oscuro, con una luz que enfatiza los aspectos más grises y feos de un entorno viejo, sucio y desprovisto de color. Audiard tampoco se ha contenido a la hora de retratar la violencia; lo hace de una forma tan fría, descarnada y escalofriante que pone los pelos de punta y casi obliga a apartar la mirada. El ritmo de la película, más pausado que rápido, no decae, haciendo justicia al excelente guión y consiguiendo capturar la atención durante todo el metraje. La excelente banda sonora de Alexandre Desplat acompaña perfectamente a las imágenes sin reclamar excesivo protagonismo.

Como resumen sólo me queda recomendar esta excelente película, una de las mejores de 2009, una muestra de cine en mayúsculas que combina magistralmente elementos de cine negro bajo una óptica social y cuya dirección e interpretaciones transmiten realismo. Vayan a verla para entretenerse, fascinarse y horrorizarse a partes iguales.

(c) 2010 Jordi Flotats