SPLICE

Una película del director de Cube con un monstruo atípico

Después de su prometedor debut con Cube en 1999, el director canadiense Vincenzo Natali tuvo que esperar tres años para rodar su segunda película, la interesante Cypher. Nothing (2003) fue la tercera y aunque a mi me pareció original y divertida, no tuvo mucha repercusión, hasta el punto que han pasado cinco años hasta su siguente producción, Splice.

Splice, entre cuyos productores está el talentoso e hiperactivo Guillermo del Toro, es una monster movie poco habitual, con toques de ciencia-ficción e incluso de drama. Los protagonistas de la película son Elsa (Sarah Polley) y Clive (Adrien Brody), un matrimonio de científicos absobidos por su trabajo de investigación para una gran compañía. Han logrado un hito importante: la creación de una criatura completamente nueva para poder obtener con facilidad sustancias para uso médico; pero pretenden ir más allá, mezclando esa criatura con genes humanos para obtener algo nuevo. Naturalmente, la empresa lo prohibe, pero ellos lo llevan adelante a escondidas. Contra todo pronóstico, Dren, la nueva criatura no sólo es viable sino que empieza a crecer de forma aceleradísima; es humanoide y bastante inteligente, lo que les acarrea numerosos problemas, especialmente cuando empieza a alcanzar la madurez.

La película se centra básicamente en los científicos y en su relación con su creación. A diferencia de la mayor parte de películas "con monstruo" la criatura es un personaje más, con su propia personalidad e inquietudes. El matrimonio de Elsa y Clive, ambos bastante nerds y centradísimos en su trabajo, empieza a ponerse a prueba a medida que Elsa se va obsesionado más con la criatura y la va convirtiendo inconscientemente en su hija, trayendo a la memoria recuerdos de su traumática infancia. Tanto el guión como la intensa interpretación de Sarah Polley acaban convirtiendo a su personaje en el eje de la película. Adrien Brody interpreta sin demasiadas estridencias pero con competencia a un niño grande, apasionado por su trabajo, el nexo que le une a su esposa. Polley, especialista en papeles de gente compleja y torturada, borda a la mujer que ha intentado huir a toda costa de su infancia y que empieza a desarrollar instintos maternales, repetiendo inconscientemente los patrones (y errores) de su madre.

Splice es una película pequeña, pero técnicamente irreprochable. El diseño de la criatura está muy bien pensado y la combinación de efectos digitales con actores y maquillaje utilitzada para su recreación funciona a las mil maravillas; la criatura siempre da la sensación de realidad. Algunos aspectos de su reducido presupuesto han sido puestos a jugar en su favor, como los pocos escenarios, que ayudan a dar sensación de claustrofobia y a entender mejor cómo se va viciando la relación entre los protagonistas.

En mi opinión, la mezcla de géneros que propone la cinta funciona muy bien. Splice tiene toques de terror, pero huye casi por completo de los tópicos del género; toques de especulación que no le sientan mal, porque tampoco acaban dando ese mensaje anticientífico tan propio de las producciones estadounidenses y toques de drama que logran ayudar a conectar más con los personajes y con la trama. Quizá esa misma mezcla de géneros puede ser un inconveniente para algunos espectadores, que esperen una cinta de terror puro, una monster movie convencional; porque aunque superficialmente pueda parecerlo, Splice no es Species ni Mimic, es una película mucho más lenta, con un "monstruo" más comprensible, mucha menos pirotecnia, persecuciones y sangre, con menos personajes pero más sólidamente definidos. En mi opinión las peores partes de Splice son las finales, en las que parece acercarse a este tipo de producciones.

En conjunto Splice me ha parecido una buena película, con un planteamiento interesante, sólidas interpretaciones y muy entretenida. Algo más de originalidad y un final distinto le habrían hecho subir un peldaño adicional; pero Vincenzo Natali continua demostrando que puede realizarse cine de ciencia-ficción más que digno sin que cueste más de cien millones de dólares.

(c) 2009 Jordi Flotats