TRANSFORMERS: LA VENGANZA DE LOS CAIDOS

Más espectacular, más cara, más de lo mismo

Desde luego, si a alguien tenía que encargársele la adaptación de una línea de juguetes a película de acción tenía que ser a Michael Bay. Los Transformers nacieron en 1984 como juguetes de la mano de Hasbro, que inteligentemente pugnó por llevar el marketing un poco más lejos dándoles una historia que se contaría en series de televisión y comics y que les reportó pingües beneficios.

El abaratamiento y la mejora de las tecnologías de efectos especiales y la moda de las adaptaciones de películas de superhéroes, que salvo contadas excepciones, tienen más presupuesto y pirotecnia que argumento, abonó el terreno para el salto al cine de estos juguetes en 2007. Para dirigir el proyecto se eligió muy sabiamente a Michael Bay, un director especialista en productos espectaculares en los que la falta de guión e historia se intentan compensar con grandes dosis de acción y violencia y que suelen acabar teniendo un aire cuasi-épico. De hecho, este tratamiento les suele ir bien a los adocenados guiones (Pearl Harbour, La Roca, Bad boys I y II o Armaggedon) de sus películas. Sólo en La Isla se intuía una buena historia que finalmente quedó atropellada por las persecuciones.

Transformers contaba la historia de un chaval que va al instituto, esa aterradora y fantástica institución que muchos americanos acaban por hacer el epicentro de sus vidas, algo nerd, algo impopular que compra una chatarra de coche para intentar que las chicas le hagan caso. Y la chatarra de coche resulta ser un Autobot, un ser alienígena que puede cambiar de forma. Y los Autobots, liderados por el noble Optimus Prime (sic) se enfrentan a los Decepticons, liderados por el malvado Megatron. Y el chaval acabará ayudando a los buenos para acabar con los malos, salvar la Tierra y ligarse a la chica más decorativa del instituto. Obviamente, la baza de Transformers no era la historia. La película contaba con escenas de acción y efectos especiales realmente espectaculares y si se apagaba el cerebro resultaba entretenida.

Transformers II está hecha con el mismo ánimo y repitiendo la fórmula de la primera parte. La (ejem) historia se continua no mucho después del final de la primera parte; nuestro protagonista, Sam Witwicky, heroico-pero-chico-normal (Shia LaBeouf) se va a la universidad e intentará mantener la relación con su novia (Megan Fox) en la distancia. Mientras tanto, los Autobots colaboran con una fuerza secreta del ejército americano que se dedica a eliminar a los Decepticons que van apareciendo periódicamente en cualquier punto del planeta. Pero todo cambiará cuando se ponga en marcha un plan maléfico para revivir a Megatron y destruir el Sol, ya que Witwicky tiene la clave para impedirlo.

La película cuenta un tramo inicial con relativamente poca acción y que se dedica a desarrollar la trama que en mi opinión es completamente fallido, porque esa trama se presta más a ser disimulada que desarrollada. Los personajes son planos, las interpretaciones fallidas, especialmente de Megan Fox que resulta muy decorativa pero es una actriz deleznable, y el humor chusco. El tramo final, donde se concentra toda la acción en una larguísima escena, mejora mucho, porque la acción es la especialidad de Michael Bay y el guión se puede dejar de lado. La acción es espectacular, muy bien coreografiada y fotografiada; los efectos especiales son excelentes, las transformaciones de los robots muy logradas.

En conjunto Transformers II me ha parecido algo peor que su predecesora, sólo marginalmente entretenida, por un exceso de justificación de la acción, que hace que el nivel de la película sea subterráneo en bastante parte de su excesivo metraje (150 minutos). Si se eliminara media hora de diálogos al azar la película mejoraría y nadie dejaría de entenderla.

(c) 2009 Jordi Flotats