EL LUCHADOR

Una historia de perdedores centrada en la lucha libre americana

Darren Aronofsky es un director controvertido, que tanto despierta grandes apegos como grandes antagonismos entre el público y la crítica. Su estilo de hacer cine es muy personal y muchas veces puede caer en la artificiosidad; sus películas suelen rebosar ambición y en ocasiones no están exentas de pedantería, pero su forma de rodar puede ser soberbia, su lenguaje cinematográfico extraordinario. Su segunda película, Requiem por un Sueño (2000) me parece una película magistral, un retrato escalofriante de una caída en desgracia, narrada con virtuosismo y emoción. Su penúltimo trabajo, La Fuente de la Vida me pareció visualmente impresionante, emocionante a ratos, pero también algo confusa y con excesivas pretensiones intelectuales en el tratamiento del tema.

Con El luchador Aronofsky ha dado un vuelco, realizando una película de formato sencillo y aliento clásico, retratando modélicamente una fatalista historia de perdedores que a pesar de sus múltiples problemas y defectos son capaces de mantener su dignidad hasta el final. El protagonista de la película, Randy 'The Ram' Robinson (Mickey Rourke) es un profesional de la lucha libre que vivió su época dorada a mediados y finales de la década de 1980 y que hoy en día vive en una caravana de la que no puede pagar el alquiler, trabaja a tiempo parcial en un supermercado y realiza combates de mala muerte exprimiendo lo que le queda de popularidad. Su vida privada es un desastre, pasa sus ratos de ocio en un local de striptease donde trabaja Cassidy (Marisa Tomei), una veterana stripper y su única amiga. Tiene una hija (Evan Rachel Wood), pero la ha ignorado prácticamente toda su infancia, por lo que no quiere saber nada de él. Después de un particularmente sangriento combate, 'The Ram' sufre un ataque y tiene que enfrentarse a la retirada, semanas antes del vigésimo aniversario de su combate más popular.

Aronofsky ha filmado esta película con la intención de transmitir el máximo realismo posible, dando al espectador la sensación de estar observando la acción a unos pasos de donde transcurre. En la película abundan los planos cortos y medios tomados desde atrás de los actores para dar esa sensación; pero tampoco se abusa demasiado de este recurso, en ningún momento llega a molestar ni a marear. El realismo de los combates de lucha libre es escalofriante por su violencia y sordidez; de hecho la película se rodó en escenarios reales y con auténticos luchadores y eso se nota.

La fotografía de Maryse Alberti enfatiza con sus tonos grises el vulgar y deprimente entorno en el que se mueven los personajes. La banda sonora de Clint Mansell, habitual de las películas de Aronofsky, en esta ocasión pasa completamente desapercibida; está creada para generar ambiente pero intenta no destacar en absoluto para conseguir la ilusión de realismo.

A pesar de su sólido guión y su inteligente factura, El luchador es una película de actores; los tres principales protagonistas bordan sus papeles y los dotan de una tremenda humanidad que los convierte en reales para el público. Mickey Rourke, con su rostro arruinado, realiza una composición contenida pero llena de emoción y dignidad, dando los matices justos para cada situación. Marisa Tomei también borda su papel de stripper veterana y a punto de cambiar de vida, que para sobrevivir ha aprendido a poner en compartimentos separados su vida y su trabajo y que a su pesar se apiada de 'The Ram'. Evan Rachel Wood también interpreta con credibilidad a la hija abandonada y decepcionada con su padre. Además la química entre Rourke y Tomei y Rourke y Wood es fantástica, al parecer resultado de muchos ensayos y improvisaciones; algunas de las cuales al parecer terminaron en el montaje final de la película.

Sólo me queda recomendar a todo el mundo esta excelente película que no realiza concesiones en su tratamiento, que tiene una factura modélica, con actores en estado de gracia y que además tiene una historia que contar; una combinación que no suele abundar en las carteleras.

(c) 2009 Jordi Flotats