ANTES QUE EL DIABLO SEPA QUE HAS MUERTO

Una pequeña obra maestra del cine negro

El proverbio irlandés “Ojalá puedas pasar media hora en el cielo antes que el diablo sepa que has muerto” ha dado título a la última película del veteranísimo director de 84 años Sydney Lumet y parece la expresión de un deseo hacia los protagonistas de esta negrísima historia de perdedores, que sigue la estela del cine negro más clásico y a la vez está realizada con la más rabiosa modernidad; con un estilo muy personal que no le debe nada a nadie y un complejo guión que funciona a las mil maravillas.

La película cuenta la historia de los hermanos Hanson: Andrew (Philip Seymour Hoffman), disoluto y drogadicto, que trabaja en una gran empresa como contable y está casado con una mujer florero (Marisa Tomei) y Henry (Ethan Hawke), divorciado y con un hijo y con problemas para poderle pasar la pensión a su mujer. Ambos mantienen una relación distante con sus padres, Charles (Albert Finney) y Nanette (Rosemary Harris). Aparte de eso, lo único que tienen en común son sus acuciantes problemas de dinero, lo que les llevará a planificar un atraco. Y a pesar de que su plan era sencillo y no tenía que ocasionar problemas, el atraco sale ridículamente mal, provocando que su vidas, ya de por sí caóticas, caigan en una espiral autodestructiva.

La película está montada en fragmentos, que van adelante y atrás en el tiempo y que siguen a un personaje concreto, de forma que nos muestra una visión poliédrica y llena de detalles de una historia simple en apariencia pero que retrata perfectamente a los personajes. Y ese es otro de los aciertos de la película: desnuda completamente a sus protagonistas y nos los muestra de modo frío y sin realizar juicios de valor.

Andrew Hanson es en apariencia un triunfador, tiene un buen trabajo, gana dinero, vive en un piso céntrico y mantiene a una esposa decorativa. La magistral interpretación de Hoffman, un actor en estado de gracia, también nos revela su falta de escrúpulos, la insatisfacción que le provoca su vida y el profundo desagrado que siente hacia sí mismo. Andrew es bastante inteligente y sabe juzgar a las personas, pero carece de empatía. Las relaciones con su familia son complicadas como poco: desprecia a su hermano por débil, odia a su padre por considerar que nunca lo trató como a sus hermanos, quiere a su madre y desprecia a su esposa por su dependencia. Con su actuación Hoffman muestra todo esto con claridad meridiana, pero a la vez usando una contención en el gesto que pocos actores actuales pueden igualar.

Ethan Hawke también realiza un trabajo excelente caracterizando al hermano perdedor. A Henry todo le va mal, no tiene dinero, tiene un trabajo donde no es bien valorado, no le pasa la pensión a su ex esposa, tiene problemas para que su hija le vea con buenos ojos y encima abusa de la bebida. Henry es débil y pusilánime, se deja llevar con facilidad y sólo su cara bonita y su simpatía lo han conseguido sacar adelante a duras penas. La actuación de Hawke, más histriónica, complementa perfectamente a la de Hoffman y la dinámica entre ambos resulta muy creíble en todo momento.

El resto del reparto también cumple perfectamente. Marisa Tomei, una buena actriz muy difícil de ver en los últimos años, caracteriza soberbiamente a la esposa decorativa; inútil a fuerza de ser dependiente, que se da cuenta que va envejeciendo y de que no conoce a su marido en absoluto. Albert Finney empieza sobreactuando, pero en los momentos finales de la película se redime del todo, protagonizando magistralmente su potentísima escena final.

Sydney Lumet es un director clásico de Hollywood. Su larguísima y prolífica carrera empezó en 1957 con la fantástica Doce Hombres sin Piedad e incluye títulos como Punto Límite (1964), Serpico (1973), Tarde de perros (1975), Network (1976), El príncipe de la ciudad (1981) o Veredicto Final (1982) . Durante estos últimos años, su producción ha ido bajando tanto en cantidad como en calidad, pero con Antes que el diablo sepa que has muerto ha logrado una película que puede compararse con sus mejores trabajos.

La película es redonda en prácticamente todos los apartados. Su guión, firmado por la debutante Kelly Masterson, es complejo, agudo y sin piedad, con las mejores características del cine negro; la glacial fotografía se usa con sabiduría para lograr el ambiente de decadencia que empapa toda la cinta. El montaje y la forma de componer la película en fragmentos son magistrales, potencian el guión sin causar confusión al espectador, no teniendo nada que envidiar a cineastas actuales como Tarantino que han hecho del montaje su marca de fábrica. El estilo de rodaje, que muchas veces sigue a los actores con la cámara mirando por encima de sus hombros, acerca la historia y a sus protagonistas al espectador.

No me queda sino recomendar el visionado de esta película, que a pesar de pasar medio de puntillas por nuestra cartelera, es sin duda una de las mejores que he visto este año.