THE DIRT

Mötley Crüe fue uno de los grupos que llevó el estilo de vida salvaje del que se vanagloriaban muchos grupos de rock de forma genuina. Durante años se dedicaron a tocar, drogarse, tener tanto sexo como fuera posible y realizar los actos vandálicos que les apetecían. La película cuenta con energía visceral esos años y también la factura que se cobra ese estilo de vida. Por desgracia el final es más blando de lo que debería y le falta más música del grupo, pero con todo merece un visionado si se es fan del hard rock de la década de 1980.

El inesperado éxito de Bohemian Rhapsody, un biopic de Freddie Mercury y sus años con Queen, ha provocado una cascada de películas que retratan las vidas de músicos icónicos de los 70 y 80 como la que está a punto salir sobre Elton John y la que se rumorea que se hará sobre David Bowie. Este caldo de cultivo ha hecho que Netflix, que está apostando fortísimo por el cine, haya producido la adaptación del libro biográfico firmado por integrantes del grupo de hard rock y glam metal Mötley Crüe; Tommy Lee (batería), Mick Mars (guitarra), Vince Neil (cantante) y Nikki Sixx (bajista). La película, dirigida por Jeff Tremaine, un director de curriculum muy escaso pero que ya había producido un documental sobre la banda, ofrece una visión mucho menos editada del estilo de vida salvaje y autodestructivo que muchas veces acompaña al éxito musical que Bohemian Rhapsody y que por eso se siente auténtica y visceral en gran parte del metraje.

Mötley Crüe se formó y creció en Sunset Strip de Los Angeles, una zona que concentraba clubs y locales que permitieron a bandas como Quiet Riot, Ratt, LA Guns o Guns n’Roses foguearse hasta alcanzar el éxito internacional. Sus miembros se caracterizaron por llevar al límite el estilo de vida salvaje que se le suponía al rock’n’roll; abusaron de las drogas, realizaron centenares de actos vandálicos y se acostaron con todas las mujeres que pudieron. A diferencia de algunas bandas, que “vendían” este estilo de vida, ellos lo vivieron y nunca lo escondieron a los medios. Esto les trajo notoriedad y continuos escándalos que supieron aprovechar para tener éxito, pero que también camufló una discografía muy sólida y su talento como músicos. También les costó unas adicciones que pusieron en peligro sus vidas -Nikki Sixx llegó a estar clínicamente muerto tras una sobredosis de heroína- y arruinaron sus relaciones afectivas.

Uno de los aciertos de la película es el guion de Amanda Adelson y Rich Wilkes; son conscientes de que el espectador está viendo la guionización de una historia real, por eso no dudan en romper la cuarta pared y por ejemplo, informar al espectador que se están saltando lo que sucedió realmente o que algún hecho muy improbable aconteció de verdad. También es un acierto el tono ligero y ágil en casi todo el metraje; sólo cuando lo abandona en algún momento melodramático la narración pierde fuelle.

A pesar de esto, la historia tiene la estructura clásica del biopic autocomplaciente: empieza por contar los inicios y el auge del grupo, luego pasa por el éxito y el estrellato, donde se empiezan a ver las semillas de la posterior caída en desgracia para culminar en la redención y reconciliación final. Personalmente sentí mucho más auténticas las tres primeras partes que la última; aunque sin duda los miembros del grupo suavizaron o abandonaron el abuso de sustancias -el hecho que estén con vida es prueba de ello-, la hermandad que comparten tras años de roces se siente algo forzada.

La película tiene un ritmo narrativo vivaz que acompaña perfectamente al tono desenfadado de la narración y mezcla muy bien historia con anécdota. Un grupo con tendencia al vandalismo y al desenfreno sexual que pasaba intoxicado buena parte del tiempo tiene incontables anécdotas jugosas, pero la cinta no abusa de ellas. La película alterna muy bien algunas de esas anécdotas -impagable la breve aparición estelar de Ozzy Osbourne- con el retrato del Strip de los 80. También ofrece casi tímidas miradas a la vida de Nikki Sixx, cuya infancia estuvo marcada por el abandono y la marginación y a la de Tommy Lee, el caso contrario; un joven adaptado y muy unido a su convencional familia. También trata con un cierto aire kitsch pero no por eso menos auténtico la adicción de Sixx a la heroína que casi le llevó a la muerte. Sobre Vince Neil, el cantante del grupo, se nos cuentan sus momentos más bajos; la muerte de su hija pequeña, narrada de forma excesivamente melodramática y el accidente de coche que sufrió conduciendo bajos los efectos del alcohol que le costó la muerte a su pasajero, Nicholas "Razzle" Dingley, el batería de Hanoi Rocks.

The Dirt es una película muy entretenida, bien realizada y bien interpretada. Las partes más polémicas son las que se siente más auténticas; el retrato de una gente, que, aparte de la música, llevaron el hedonismo más gamberro al límite, sin vergüenza ni falsos arrepentimientos. Por desgracia hacia el final introduce partes de melodrama muy fuera de lugar con el tono general. También, irónicamente, me faltó más música de Mötley Crüe; irónicamente, la película se centra más en la truculencia de sus vidas, lo mismo que les sucedió en sus vidas reales.

(c) 2019 Jordi Flotats