EL ÚLTIMO DESAFÍO

La crepuscular vuelta de Schwarzenegger al cine que le ha hecho rico

Corea del Sur es un país con una industria cinematográfica en plena expansión internacional. El cine en Corea vivió muy buenos momentos en las décadas de 1950 y 1960, con muchas producciones y buenas recaudaciones en taquilla, pero fue decayendo a partir de la década de 1970, hasta llegar a tocar fondo a mediados de los noventa. A partir de ahí, beneficiada por una mayor libertad a la hora de filmar y por el refuerzo de la ley que imponía cuotas de pantalla y limitaba el número de proyecciones extranjeras por sala al año, la industria fue remontando y fueron llegando éxitos de taquilla como Shiri (1999, Kang Je-gyu), JSA (2000, Park Chan-woo) o My sassy girl (2001, Kwak Jae-yong). Estos éxitos impulsaron nuevas producciones, volviendo a crearse una industria que permitió a una nueva hornada de directores empezar a salir del país y mostrar sus trabajos en festivales internacionales. Algunos de ellos, como Kim Ki-duk o Park Chan-woo, se han creado una base de público fuera de Corea. Una de las cosas que personalmente más me atrae de estas producciones que nos llegan es que, aunque puedan ser obras personales, muchas de ellas no reniegan en absoluto de la comercialidad, dando lugar a cintas espléndidas como Oldboy (Park Chan-woo, 2003), Memories of murder (2003) o The yellow sea (2010) entre otras muchas. Sin duda, esta mezcla de calidad y comercialidad ha acabado llamando la atención a Hollywood, que está empezando a realizar remakes de algunas de estas películas (Oldboy se estrenará este año, dirigida nada menos que por Spike Lee) e invitando a algunos de estos directores a rodar en Estados Unidos.

Uno de los jóvenes directores más destacados de este movimiento y de los primeros a probar suerte en Hollywood es Kim Jee-Woon. Debutó en 1998 con The Quiet Family, pero no se dio a conocer fuera de su país hasta su tercer trabajo, A Tale of Two Sisters (2003), una cinta de terror con una estética preciosista. Sus siguientes trabajos demostraron que es un guionista capaz y un director soberbio, poseedor de un fantástico sentido del ritmo, la estética y capaz como pocos de filmar escenas de acción. También que puede moverse entre géneros sin despeinarse; A Bittersweet life (2005), un thriller estilizado y violento; The good the bad and the weird, un Manchurian western lleno de acción y aventura; y I saw the devil (2010), un escalofriante tratado sobre la venganza, lo demuestran. Su primera incursión en Hollywood es El último desafío, el retorno de Arnold Schwarzenegger al cine de acción tras su paréntesis como político.

La cinta arranca con la espectacular huida del malvado narcotraficante mexicano Gabriel Cortez (Eduardo Noriega) mientras es trasladado desde Las Vegas custodiado por el FBI. Cortez, fuertemente escoltado por sus secuaces, burla las expectativas del agente John Bannister (Forest Whitaker) huyendo en dirección a México con un coche deportivo modificado. Su plan es cruzar la frontera en un pequeño pueblo de Arizona, Sommerton Junction, donde nadie espera que lo haga. El sheriff del pueblo es Ray Owens (Arnold Schwarzenegger), un antiguo superagente de la ley que ha elegido retirarse en un sitio rural, tranquilo, pequeño y donde se conoce todo el mundo. Cuando la banda de gángsters aparece en su pueblo para facilitar la huida de su jefe, el sheriff se enfrentará a ellos.

¿A alguien le suena este argumento? Yo puedo imaginarlo sin problemas quitando veinte años al protagonista y poniendo hombreras y brillantes colores al traje del malvado. Sin duda El último desafío es un homenaje absoluto a las cintas de acción de las décadas de los ochenta y noventa, no exento de humor, aunque sí de parodia. La película arranca de forma algo rutinaria al plantear la huida del malvado traficante de una forma bastante convencional y demasiado seria. La película remonta mucho cuando la acción se traslada a Sommerton Junction y el sentido del humor hace aparición en el guion. A partir de este punto, la película cobra ritmo, tanto en la acción como en los diálogos. Arnold Schwarzenegger, un terrible actor que afortunadamente nunca se ha tomado demasiado en serio a sí mismo en la pantalla, interpreta a cualquiera de sus personajes clásicos con veinte años más, disparando más que pegando y corriendo y saltando lo justo y necesario. Bien secundado por un reparto correcto (con la excepción de Eduardo Noriega, un malo poco convincente), a Schwarzenegger no se le ha pedido más de lo que puede dar.

Kim Jee-Woon dirige con su competencia habitual, imprimiendo un ritmo muy bueno y demostrando que sabe rodar escenas de acción La fotografía, a cargo de Ji-yong Kim, que ya colaboró con el director en A Bittersweet Life, es también muy buena, tanto en las escenas nocturnas de persecuciones y tiroteos como en las diurnas, donde usa perfectamente la saturación para fotografiar los paisajes semidesérticos de la región.

En conjunto El último desafío me ha parecido una película correcta, que gustará a los fans del cine de acción y por su sentido del humor quizá incluso a un público más generalista. La lástima es que en mi opinión Kim Jee-Woon es capaz de mucho más y lo ha demostrado en sus anteriores trabajos en Corea del Sur. Como casi siempre, Hollywood parece que sale al exterior a buscar talento capaz de trabajar de forma personal, o al menos distinta a lo que se acostumbra allí, para hacerles hacer las películas de siempre. Espero que Kim Jee-Woon tenga más suerte con sus próximos encargos en Estados Unidos y le caiga en las manos un proyecto más ambicioso.

(c) 2013 Jordi Flotats