MICMACS

100% Jeunet

Tras pasar casi dos años desde su presentación en el Festival de Toronto de 2009, llega finalmente a España Micmacs, la última producción de Jean-Pierre Jeunet, uno de los cineastas franceses más internacionales. Con esta película Jeunet vuelve un poco al espíritu de sus primeras producciones, Delicatessen (1991) y La ciudad de los niños perdidos (1995), manteniendo intactos su personalísimo e imaginativo universo visual y su preocupación por la estética.

Bazil (Dany Boon), el protagonista de Micmacs, es un hombre cuya vida ha sido destruida por las armas; su padre murió cuando él era niño debido a una mina anti-persona, deshaciéndose su familia y dejándole sólo; ya de adulto recibió una bala perdida que le quedó alojada en el cerebro. Tras salir del hospital, Bazil descubre que ha perdido su piso y su trabajo; empieza a malvivir en la calle hasta que es adoptado por un pintoresco grupo de indigentes que se dedican a recoger material de la basura y "reciclarlo" a su manera. Un día descubre por casualidad que las sedes de las dos empresas que han arruinado su vida, la que fabricó la mina y la que fabricó la bala, no sólo están en su ciudad, sinó que tienen sus edificios frente a frente. Tras intentar contactar con ambas y ser expulsado de mala manera, decide vengarse y dejarles al descubierto.

Al contrario de lo que podría indicar su resumen argumental Micmacs es una comedia muy ligera. El guion de Jeunet y Guillaume Laurant ha dotado a la película de un aire irreal, de fábula; sus personajes, trazados en blanco y negro, delimitan claramente el enfrentamiento entre el bien y el mal a través de contrastes de todo tipo: tanto morales como de estatus, enfrentando a marginales contra poderosos; de riqueza, pobres contra ricos, e incluso estéticos, confrontando lo añejo, lo pintoresco con la sobriedad gris de los villanos. El arranque de la película, narrado casi sin diálogos y con evidentes influencias del cine mudo, sirve de perfecta introducción a la historia, empezando con tono serio con la muerte del padre de Bazil y rebajándolo progresivamente mientras narra su vida hasta el arranque de la historia. A partir de ese punto, la puesta en marcha y ejecución de la venganza ocupa la mayor parte del metraje, un poco al estilo de películas como Ocean's Eleven, donde un grupo de especialistas se conjura para llevar a cabo una misión, pero en clave de comedia  enloquecida. Jeunet, como en otras ocasiones, no demuestra darle mucha importancia al realismo. El plan, las situaciones y los mismos personajes son tan inocentes como disparatados, llenos de un humor blanco y surrealista, a veces propio de cartoon; incluye contorsionistas, hombres bala, inventores chiflados e imanes gigantes.

Como todas las películas de Jeunet, Micmacs es visualmente impecable; la cámara se mueve incansable en una sucesión de planos bellísimos por escenarios construidos con un alarde de imaginación. El acertado montaje realza ese dinamismo, ya presente en el guion, haciendo que la película tenga un ritmo altísimo, los acontecimientos sucediéndose sin pausas ni tiempos muertos. La fotografía utiliza con gran inteligencia el color y el contraste para acentuar el conflicto entre los industriales armamentísticos y Bazil y sus amigos. La banda sonora de Raphaël Beau, que homenajea sin complejos las músicas de las películas clásicas de Hollywood, complementa bien a las imágenes sin destacar especialmente.

Los actores realizan trabajos muy correctos, aunque la mayoría de ellos tienen personajes bastante unidimensionales. En Micmacs la acción predomina sobre la introspección, así que los únicos personajes algo más desarrollados son Bazil, el protagonista, y los dos villanos. Dany Boon interpreta al protagonista sin cargar demasiado las tintas en sus numerosas desgracias; su personaje intenta sobrevivir lo mejor posible a sus terribles circunstancias sin olvidar lo que las ha provocado pero sin amargarse más de lo necesario o volverse amargo o violento. En mi opinión Boon realiza un trabajo correcto pero no sobresaliente, le falta algo de chispa, de encanto, para acabar de lograr la identificación completa con el espectador. En cambio los villanos me parecieron muy buenos; André Dussollier da vida al frío coleccionista de fragmentos de cadáveres, al corrupto espléndidamente relacionado, mientras que Nicolas Marié tiene un personaje más visceral y orgulloso de su negocio. El resto de actores cumple a la perfección con sus roles, un grupo heterogéneo de personajes marginales que forma una familia más que atípica. Cada personaje se define a través de su principal característica, lo cual no permite darles profundidad pero sí definirlos en pocos trazos e incorporarlos rápidamente a la enloquecida trama. Entre ellos está un inventor chiflado (Michel Crémadès), un hombre-bala (Dominique Pinon, un habitual de Jeunet), una contorsionista (Julie Ferrier), un experto ex-delincuente (Jean-Pierre Marielle), un hombre que habla sólo con refranes (Omar Sy) o una mujer capaz de calcular medidas exactas de cualquier cosa a ojo (Marie-Julie Baup).

Micmacs es una película divertidísima que estoy seguro que gustará a todos los aficionados al cine de Jean-Pierre Jeunet, ya que en ella se pueden encontrar las mejores características de su cine; el humor, la imaginación y una estética propia, realzada por una magnífica fotografía y un gran trabajo de dirección. También estoy seguro que sus detractores no modificarán su opinión sobre él, ya que también contiene los principales defectos que se le achacan; una cierta ligereza argumental, su priorización total de la forma sobre el fondo, que en este caso hacen que su denuncia de la hipocresía de los países occidentales que por un lado van a poner paz a otros países y por el otro permiten a sus empresas vender armas a los bandos en conflicto quede algo diluida. Los personajes tampoco están muy desarrollados y la historia de amor resulta algo impostada. Aunque esos problemas no impidieron que disfrutara mucho con la película, un entretenimiento magnífico, un espectáculo visual fantástico que me mantuvo pegado al asiento de principio a fin.

(c) 2011 Jordi Flotats