COLD FISH

Fiasco narrativo

Sion Sono es uno de los enfants terribles del cine japonés, donde abundan bastante este tipo de cineastas. Quizás una sociedad tan organizada, socialmente tímida, reprimida y que somete a tanta presión a sus habitantes como la japonesa hace florecer los extremos, gente con ganas de provocar y hacer reaccionar a sus conciudadanos por la vía de sacudirlos y escandalizarlos. Sono se dio a conocer fuera de Japón con la controvertida Suicide Club (2001), mostrando una oleada de suicidios en masa de adolescentes; Suicide Club parte de una idea excelente pero en mi opinión alterna los aciertos con los fallos en su ejecución. No tuve ocasión de ver sus siguientes trabajos Noriko's Dinner Table (2005) y Strange Circus (2005) una especie de continuación temática de Suicide Club; Exte (2007), una parodia del cine de terror japonés, o Love Exposure (2008), una exhuberante historia de amor de cerca de cuatro horas de duración.

Con Cold Fish supongo que Sono se propuso mostrar la hipocresía y la descomposición de la familia tradicional japonesa, quizá denunciar la debilidad moral y cobardía de la sociedad, personificada en la figura del padre de familia de clase media o quizás simplemente mostrar hasta qué punto puede aguantar el más pusilánime de los individuos antes de explotar. Para ello creó una historia basada muy libremente en los asesinatos cometidos por Gen Sekine y su esposa Hiroko Kazama, unos criadores de perros exóticos con vínculos con el crimen organizado que asesinaron a algunos clientes descontentos.

El protagonista de Cold Fish es Shamoto, un hombre exageradamente tímido e introvertido, dueño de una pequeña tienda de peces. Shamoto está casado por segunda vez y tiene una hija adolescente de su primer matrimonio; su esposa y su hija se llevan muy mal, lo único que tienen en común es su desprecio por él. Su hija además se mete en  problemas de forma habitual, hasta que un día la atrapan robando en un supermercado. Allí conocerán por casualidad a Murata, un hombre de carácter expansivo y resolutivo que les ayuda e impide que la chica acabe denunciada. Murata también tiene una tienda de peces, pero aquí acaban sus diferencias con Shamoto; su tienda es gigante, conduce un Ferrari, tiene una especie de esposa-trofeo y parece atreverse con todo. Murata insiste en relacionarse con la familia, asociándose con Shamoto y dando trabajo y alojamiento a su hija. Pronto Shamoto ve que se ha metido en un lío, Murata está metido en negocios turbios y peor aún, es un asesino sin escrúpulos que con la complicidad de su esposa mata a quien le molesta deshaciéndose del cadáver en una cabaña que posee en el bosque, quemando los huesos y alimentando a los peces con los trocitos de su carne. Murata irá implicando y presionando a Shamoto de forma creciente, influyendo en su esposa e hija y obligándolo a participar en sus actividades.

En su arranque la película tiene un tono casi costumbrista, en la que se nos presenta a Shamoto y sus miserias con su familia; desde que entra en escena Murata la película adquiere un tono como de comedia esperpéntica, que irá ganando matices de surrealismo hasta llegar casi a la tragedia a medida que los personajes pierden toda traza de comportamiento racional y se empiezan a introducir grandes dosis de carnaza y de sexo. Quizá quien logre entrar en la película le pueda ver en ella fascinantes relaciones de poder en las interacciones entre sus personajes; divertirse con el humor negro que destila; horrorizarse ante la crueldad sonriente y enérgica de Murata y sus troceamientos casi rituales de cadáveres; observar como la pasividad pusilánime de Shamoto es tan excesiva que acaba conduciendo a una sobrerreacción; e incluso sacar de esa historia algún tipo de metáfora. Por desgracia yo no lo hice.

Personalmente encontré que Cold Fish es una película completamente indigestible, unos interminables 143 minutos de absolutamente nada más que el capricho del director, que en su afán de escandalizar y dar rienda suelta a sus propias obsesiones visuales y temáticas parece haber olvidado que en el público pueda haber alguien esperando un cierto nivel de coherencia en la historia y/o (preferiblemente "y") los personajes. Lamentablemente no entré en el humor de la película y sus personajes me parecieron meros esperpentos carentes de toda sustancia y credibilidad. Shamoto es el estereotipo del pusilánime, incapaz de cualquier tipo de rebeldía y de negarse a nada (absolutamente a nada), Murata es un amasijo de compulsiones con personalidad múltiple, un obseso del poder y del control que aparentemente ha encontrado la fórmula magistral para matar impunemente. Pero es en los personajes femeninos donde en mi opinión la película toca fondo: son sólo meros objetos sexuales pasivos sin una personalidad muy definida; prácticamente sólo aparecen para ser usadas y manipuladas cuando a un personaje masculino con voluntad (todos excepto Shamoto) le apetece. La penosísima reconversión final de Shamoto en su trato a su esposa e hija sólo acaba de reafirmar este punto.

Las ingentes cantidades de sangre y vísceras presentes en la película me dejaron completamente frío. Aparte de estar técnicamente no muy logradas, Sono no logró que me importara mi me creyera a absolutamente nadie, así que sólo pude contemplarlas con indiferencia al principio y aburrimiento a medida que se alargaban de forma interminable. Tampoco pude sino observar algo perplejo la minuciosidad con la que Sono documenta los magreos a los pechos femeninos, quizá no supe apreciar lo fino de su retrato de los roles de poder en la batalla de los sexos.

Supongo que me perdí algo fundamental en Cold Fish, porque me pareció una película soberanamente mala, con una historia simplona que vertebra una serie de escenas desorganizadas donde las cosas acontecen sin ton ni son, con personajes increíbles, situaciones sin ningún sentido, una buena cantidad de prejuicios y no pocas pretensiones artísticas. Si pretendía escandalizar simplemente me aburrió sobremanera, si pretendía tratar sobre algo o mostrar algo, yo sólo vi una obra onanista aparentemente realizada a base de impulsos, sin ningún plan previo y con muy poquito sentido.

(c) 2010 Jordi Flotats