FUNNY GAMES U.S.

Una recreación exacta de la película original

La primera versión de Funny Games, estrenada en 1997, fue la película que sirvió de carta de presentación internacional para el director alemán afincado en Austria Michael Haneke por la polémica y las opiniones enfrentadas que generó y sigue generando. Ahora, diez años después, ha firmado un remake de la película calcándola plano por plano y cambiando sólo los actores y el idioma para realizar su “versión americana”, hecho un poco incongruente, ya que normalmente los remakes se suelen realizar para pasar películas comerciales de habla no inglesa, con actores desconocidos para el público americano, a películas de Hollywood con actores taquilleros y guiones adaptados para acentuar más los aspectos que (suponen los grandes estudios) atraen al público. Este, desde luego no parece ser el caso de Funny Games; la película tiene prácticamente el mismo guión poco comercial (al menos según los estándares Hollywood), su localización podría ser cualquier parte y su contenido violento ha hecho que se clasifique la película como R (menores acompañados), alejando potencial público de las salas. Según el propio Haneke, la historia que cuenta está muy arraigada en la cultura de Estados Unidos, por lo que el público americano estaría muy preparado para entenderla.

Funny Games cuenta como un matrimonio, Ann (Naomi Watts) y George (Tim Roth), con su hijo Georgie (Devon Gearhart) que van a pasar unos días en su gran casa de vacaciones junto a un lago son secuestrados y obligados a jugar a juegos crueles por dos jóvenes: Paul (Michael Pitt) y Peter (Brady Corbet), quienes se conducen con exquisita educación y no parecen tener otros motivos para hacer lo que hacen que matar el tiempo y alejar el aburrimiento.

La interpretación de los actores es muy convicente en todo momento, Naomi Watts y Tim Roth logran transmitir el horror y la desesperación de verse vejados y ver sufrir a su hijo sin un exceso de histrionismo. Michael Pitt y Brady Corbet calcan a la perfección las interpretaciones de los actores que les precedieron (Arno Frisch y Frank Giering), resultando igualmente perturbadores en sus roles.

La película tiene muchas de las características del cine de Haneke: un ritmo pausado, planos estáticos larguísimos que muchas veces no muestran directamente lo que pasa o lo muestran desde un ángulo extraño y carencia de banda sonora, la música sólo suena si algún personaje la está escuchando. Los hechos más horribles y los momentos más violentos se ahorran al espectador mostrando planos fijos aparentemente inocuos, lo que potencia muchísimo el efecto desasosegante de la película. El paisaje bucólico y el ritmo tranquilo del film también ejercen un contraste fuerte con la narración.

El film juega con el espectador en todo momento, incluyéndolo en la acción. En diversas ocasiones Paul se dirige directamente al público mirando a la cámara, haciéndole partícipe involuntario de lo que está pasando.

La película puede ser interpretada de muchas maneras y de ninguna y ya en el momento de su estreno generó mucha controversia. Lo cierto es que la película tiene una carga muy incómoda para todo el mundo, los verdugos culpan a sus propias víctimas de lo que les sucede (en varias ocasiones les llegan a preguntar “¿por qué os estáis haciendo esto a vosotros mismos?”) pero a la vez nos guiñan el ojo directamente, implicándonos como voyeurs, mostrándonos algo muy al estilo de lo que podemos ver cuando encendemos la televisión. La película, a mi entender, critica a los medios por trivializar la violencia, pero también al espectador por seguirles el juego.

Dejando de lado la motivación de realizar el remake, ¿qué cabe decir de esta Funny Games? En mi opinión es igual de buena película que su antecesora, el rodaje está calcado, pero también las sensaciones de incomodidad y de violencia contenida, el patetismo de las víctimas y la degradación del espectador a mirón que tenía la película original. Los actores cumplen de forma igualmente excelente, logrando interpretaciones completamente convincentes. Sólo se me ocurren dos objeciones: la primera y más obvia es que una vez vista la película original se pierde la sorpresa por completo, se está revisionando, lo que nunca es tan satisfactorio como ver una película por primera vez (especialmente esta). La segunda es que hace diez años Funny Games era una película más impactante que ahora: la realidad y el cine han ido contribuyendo a darle la razón, cada día más los espectadores somos voyeurs de la violencia, del sufrimiento y tortura de gente, ya sea real, en los informativos, serios o amarillistas (a veces cuesta distinguirlos) o en forma de ficción en el cine y la televisión.

(c) 2008 Jordi Flotats